domingo, 13 de noviembre de 2011

Guz está maltrecho de gastroenteritis. Con lo activo que es, anda todo el día tirado en el sofá, durmiendo, protestando quejicosamente de su barriga. Su capacidad de recuperación es como la de un animal y seguro que mañana estará mejor, de hecho, esta noche no ha tenido la fiebre de ayer. Para acompañarlo un rato le he puesto en una pantalla grande (el "cine hippie") un documental sobre la vida animal en la Tierra antes de la aparición de los dinosaurios. Los cambios del planeta vistos en un espacio de una hora resultan completamente inasumibles. Pero en el transcurso de ese descomunal reloj geológico, uno se empequeñece como ante la contemplación de las estrellas o la explicación del Universo y comprende que el paso del tiempo no atiende a criterios éticos, como tampoco lo hace la feroz supervivencia de las especies. Así que haber nacido hombre y en esta época, es con toda seguridad el mejor lance de fortuna que jamás nadie ha podido soñar. Si sumamos el número de los seres vivos muertos en el intento de sobrevivir, sufrientes, devorados, muertos de hambre, sujetos a cataclismos, siempre malogrados, seguramente no nos valga ese símbolo que es como un churro tumbado (∞): infinito. Así que uno mira sus veleidades con sorna, coloca entre las orejas una sonrisilla irónica ante la vida, sonríe porque no solo sobrevive sino que además percibe una extraña sensación de felicidad ante el milagro de estar vivo; nuestro afán de gloria de diluye. Nuestras preocupaciones porque la economía se derrumba (y de nuestra propia empresa de mierda) toman una proporción enana, en realidad inexistente. Somos una mota de polvo, pero hay algo extraño en ser una mota de polvo consciente. Algo lleno de misterio.
Ayer leí un pequeño ensayo escrito por Juan José Gutiérrez Álvarez, profesor de Antropología en California State University, en Monterrey, titulado De todo lo visible y lo invisible: misterios, percepciones y contradicciones del mundo de las drogas en Estados Unidos. Una sana reflexión sobre un tema muy insano. Se dan datos, se repasa la historia de la "Guerra contra las drogas" en EE UU y se apunta a que de esa manera la cosa no ha funcionado, no funciona y no funcionará; no se acabará con un mercado que, tal y como se apunta en el ensayito, mueve más dinero que el turismo, y está casi al nivel del negocio del petróleo en lo que respecta a su volumen de mercado. Se trata en este escrito igualemnte de la percepción social en EE UU sobre el asunto, y de la escandalosa estadística de consumo en el país norteamericano. Un desatino. Y le comento a Juan José que no se pierda el prólogo de El almuerzo desnudo de William S. Burroughs, porque el autor de Missouri no podría estar más de acuerdo con las propuestas de este ensayo, mutatis mutandis, ya que hoy se conoce más y el escenario de las drogas ha cambiado mucho. Pongo en la columna de la derecha, dentro de "retacillos literarios" esa ineludible introducción de Burroughs.

1 comentario:

  1. Gracias Hernán por la generosa reseña. No podemos darnos el lujo de seguir el curso. Es importante arriesgar el golpe de timón y empender otro rumbo. Creo que las voces se van sumando, y con ellas, la confluencia de voluntades y de mentes dispuestas a resolver lo retos que sin duda surgirán cuanda hagamos las cosas de otra manera.

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