¡Rouen! Mi querido psicólogo, profesor de universidad, actor teatral, autor de autobiografías no reveladas, pedagogo y, en fin, hombre de letras y de mundo:
Escolios a una agradable velada en Coyoacán:
1. Gracias por tu afán protector a última hora, frente a mi hemingwayneano comportamiento, casi diría burroughseano (¿recuerdas Queer?); me vi infectado por dos agradables alcaloides: el del mezcal y el de la coyoacanina. En fin, perdona si al final me viste un poco a la deriva. Lo cierto es que me sentía sensacionalmente bien. La llamada de mi mujer, previa a mi partida y muy oportuna, fue el mejor antídoto contra mis devaneos (mi final bohemio terminó sentado en un banco fumándome el puro, mientras escuchaba al fondo las proclamas de un ritual azteca y contemplaba frente a mí la media luna rota contra la cúpula de la iglesia de San Juan Bautista. No me quería ir, la verdad. En el taxi me di cuenta de que iba bastante perjudicado (expresión que se usa mucho en España para denotar cuando uno está bajo los efectos del alcohol); aunque no bebimos tanto... quizá la novedad del mezcalillo tan sabroso. Mientras viajaba en el taxi me encontraba bastante extraño; me repantingué contra contra la maleta que llevaba a la derecha. Luego comencé a pagar mi factura por beber (sumada a los 200 pesos del taxi): el dolor de cabeza. Pero fue leve y en el autobús hasta esa ciudad del Bajío viajé dormido casi todo el tiempo. Llegué sano y salvo a casa a eso de la 1.15. Perfecto.
2. No puedo ponderar con justicia el placer de nuestro encuentro. Muy bien, y punto. La comida, el mezcal, el ambiente de la plaza de los coyotes. Por fin, aunque ligera, una conversación sobre Literatura, o sobre psicología, o sobre los demás; lo importante es el enfoque.
3. Tengo en la cabeza poder llevar a cabo ese fastuoso encuentro "en algún rincón recóndito del México profundo" con un profesor y sus alumnos. Sería maravilloso, así que si finalmente se acerca cualquier oportunidad de hacerlo no dejes de decírmelo. Como te dije, me recuerda a las misiones pedagógicas de la Residencia de Estudiantes.
4. La vida y sus cosas: me encontré al día siguiente con Zeus y le comenté algo sobre Amancio Prada y entonces, ¡zas! tú lo conociste y él también. Además, su encuentro con él fue de lo más "grutesco". Se encontraba en Villaviciosa (Asturias, de donde vengo yo) visitando a un tipo singular que vivía en una cueva. Zeus comentó algo de Amancio Prada y aquella especie de ermitaño le dijo: "¿quieres hablar con él?"; "sí", respondió Zeus, y en el interior de la cueva estaba Amancio Prada. En fin, algo muy curioso.
Y dijo Rouen: para todo mal, mezcal; pero para todo bien, también; y si no hay remedio, ¡pues litro y medio! En la imagen, dos desconocidos tomando mezcal |
Tomamos el mezcal acompañado con una salecilla roja denominada sal de gusano (debe de contener gusano del maguey machacado). |
El lugar |
6. Como dices tú: ajustes con la memoria. Busco en Google Chiquita, que me recomiendas (porque algo parece que quería recordar yo), de Antonio Orlando Rodríguez. Simplemente la había ojeado en alguna librería de Oviedo, pero ahora la compraré y la leeré con gusto (a ver si la encuentro en alguna librería de por acá). No hallo en el buscador de la librería Gandhi el libro Arte y experiencia, José García Leal. Dónde lo busco, Rouen. Adquiriré por algún medio, aun cuando tenga que ser subrepticio, por no decir ilegal, la película Mezcal (vaya ripio). El arte como experiencia de John Dewey ya está en mi poder. La inconfesable no lectura de Las batallas en el desierto, de Emilio Pacheco, quedará remediada también en poco tiempo. Además está narrando sobre el México de la época de mis padres (solo leer una sinopsis ya me ha recordado a ciertas historias familiares).
Quedó pendiente la visita |
Un abrazo y hasta pronto
Herni Valvarezsky
Herni Valvarezsky
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