lunes, 18 de junio de 2018

Redención


Redención de poeta a poeta, con sólo la imagen de una fotografía


La Noche de ciprés y de jazmines,  
de rosas apagadas a estas horas.
La madreselva exhala con rotunda
totalidad el aire y se respira
un enjambre de ausencias perfumadas;
ni siquiera el recuerdo, nada cabe:
secuestro irreductible de presente.
La aciaga hostilidad en estos años,
el óxido de huesos con cristales
rotos, de una vida con un infierno
de círculos candentes en el pecho,
como una encarnación de la tortura…
No espinas, clavos, no flagelos, brasas
en el cadalso herético del alma,
es la constelación de todos los castigos
en la inclemente postración de esta batalla,
derrota perpetuada de la vida.

Pero esta noche de alquería empeña
la acritud de vivir entre cenizas,
melancolía enferma de aquel hombre,
el que perdió definitivamente
su prístina naturaleza para el gozo;
abedul que fue, hoy leño chamuscado...
El Alegre, el Feliz, el Invencible
por su gracia de ayer, galante ingrávida,
su aura iridiscente en la existecia
sin concesión de signos al presagio.

En esta noche de ciprés y de jazmines,
—contemplación e instante—, me he preñado
de un olvido de todos los dolores,
suspendidos en la creciente luna
de los cielos. Hechizo del destino
donde brotan vaharadas de esas flores
huidizas, ocultas, pequeñas lágrimas
con pétalos de nácar y estambres amarillos,
traviesa madreselva de este aliento
que hoy me ha extinguido en un pasmado ahora
de delicia, presente inmaculado
y puro; de estos azules que se arrojan
del hueco añil de cárcavas celestes
donde habita Selene junto a Venus.
Ciprés de silueta que promete
la extraña absolución de mis pecados.


Endecasílabos del poemario abierto Servilumbre

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