miércoles, 17 de mayo de 2023

Todos somos psicópatas

Eres un o una psicópata

 


"Conócete a ti mismo", inscripción en el templo de Apolo en Delfos



¿Has oído alguna vez el término psicópata? Seguro que muchas veces, porque se trata de uno de esos clichés que vive su momento de apoteosis. La efervescencia maníaca de los conceptos que, como fotogramas recién nacidos y al mismo tiempo viejos prematuros, van transitando por las décadas, los siglos y las modas; como la resiliencia, la pandemia, la transexualidad, la ideología de género, el negacionismo, la inteligencia artificial, las redes sociales, el Trending Topic, el fentanilo, la pederastia, el reguetón y una pinche ristra inagotable, un convoy ferroviario de miles de vagones con paradigmas dominantes. Protagonistas de películas como Hannibal Lecter o el asesino de la película Seven han llevado la figura del psicópata hasta las cimas del placer estético. Si hablamos de cine, existen antecedentes, como el simpar Travis Bickel —jovencísimo Robert de Niro con cresta y chaqueta militar— en Taxi Driver o ¡claro! Norman Bates —Anthony Perkins— en Psicosis; la lista podría alargarse durante páginas. Por supuesto, existen psicópatas afamados de tiempos muy anteriores a la acuñación del término, reales y ficticios, desde Charles Manson, Erzsébet Báthory «la Condesa Sangrienta», Hitler y su coetáneo competidor Iosef Stalin, pasando por Jack el Destripador, Vlad el Empalador, alías Drácula, qué sé yo, Nerón, Calígula y hasta Saturno el devorador de tiernos bebés —el tiempo, tremendo psicópata inaprensible—. Nótese que hay un sesgo sexista claramente a favor del sexo masculino como portador preferible del gen de la psicopatía.


Hannibal Lecter sí que era capaz de comerte el coco

 

¿Y en el entorno de nuestra inane realidad? Piensa en tu entorno y reduce a la mínima expresión las notas de la psicopatía; porque ésta no necesita llegar a los extremos citados más arriba; como ya sabemos, los altos puestos en empresas privadas, cargos públicos, autócratas, multimillonarios, etc., son nichos sociales más que propicios para estar ocupados por psicópatas. Pero, atrevámonos a descender todavía más: en la mayor parte de las ocasiones, proliferan sin ni siquiera llegar a descollar en nada ni saberles ningún tipo de pecado terroríficamente explícito. Basta con pensar en personas de empatía extraviada, que utilizan a su entorno humano a su antojo y exclusivamente para su propio provecho, que usan y después tiran a la basura a la gente, que hacen lo que sea para conseguir un puesto mejor en su trabajo, para que les suban el sueldo o para tener relaciones sexuales con una pobre víctima que caerá en sus telas de arañas como moscas inocentes; a lo mejor, simplemente se cuelan en la fila de espera del supermercado a una pobre anciana que apenas se sostiene de pie, «que espere la puta vieja, que yo tengo prisa». Entonces la lista aún se hará más larga y extensa, porque uno de cada cien humanos tiene un número de rasgos suficiente para considerarlo psicópata según la tabla establecida por Robert Hare en su libro Sin conciencia (en España, publicado por la editorial Paidós) o en el DSM, la Biblia de la psiquiatría. Según Robert Hare, es una cuestión de grado: Psychopathy Checklist, PCL o escala de evaluación de la psicopatía. Ni siquiera está considerada como enfermedad o trastorno mental; quienes puedan entrar en el saco se supone que son personas normales, sólo que con rasgos del carácter muy pronunciados o ausencia de otros; cuestión de grado en una escala de valores con aspectos como el encanto: superficialidad/locuacidad; egocentrismo y sentimiento de grandiosidad; búsqueda de sensaciones; manipulación; mentira; sentimiento de culpa; superficialidad emocional; empatía; etc., hasta un total de veinte enunciados.



Pero sospecho que el porcentaje es mucho más escalofriante. Ya veréis.

Si empiezas a pensar que tal o cual persona a tu al rededor o aquel tipo que conociste en cierta ocasión tal vez sea un psicópata, eso es que te encuentras en el buen camino de la diagnosis, ya intuitiva, ya inspirada en esta lista diagnóstica, artefacto chafarrino pseudoclínico del psicólogo canadiense. Pero ten cuidado, porque, si continúas, empezarás a darte cuenta de que ese primo, aquel amigo, un exnovio o exnovia, el padre de no sé quién, un profesor que tuviste en bachillerato, un compañero en la universidad…, mogollón de gente te empieza a parecer que lo era. ¡Caray! Has estado cercado de psicópatas durante toda tu vida sin haberte dado cuenta.

Tú: ¿has tratado con el debido cariño a ese amigo que cayó enfermo de esclerosis o has terminado apartándolo del camino de tu vida, de vez en cuando te acuerdas de él o de ella, quizá lo saludas por WhatsApp y poco más? ¿No has percibido en tus hijos esa tendencia a pasar de tu culo, darte la espalda —incluso cuando te encuentras mal o más aún entonces— y hacer lo que les viene en gana sin tenerte en cuenta? Bueno, si no es así, ya será. O tal vez tengas un hijo laureado por la santidad. Venga, esta mañana mírate al espejo con más detenimiento, piensa en tu actitud, tus intereses, tu provecho, lo que serás capaz de hacer cuando tus padres mueran y tengas que bregar con tus hermanos por la herencia, date cuenta de dónde quedó tu recuerdo del muerto que viste ayer sobre el asfalto, cuando regresabas de viaje y fuiste testigo por unos segundos de las consecuencias de un terrible accidente de tráfico, la sangre visible, un médico arrodillado examinando el cadáver. En el telediario han advertido de que las imágenes podían herir las sensibilidades de los televidentes, pero te armaste de valor y viste las secuencias de cadáveres macilentos tras el ataque de la artillería rusa putineska el día anterior en la ciudad ucraniana de Bucha. La guerra de invasión a Ucrania está produciendo centenares de muertes diarias, jóvenes soldados rusos enviados al matadero sin sentido —el capricho imperialista de un autócrata chiflado de los que creíamos extintos de la Historia—, población civil, soldados del lado ucraniano, mutilación, muerte, sufrimiento. Pero es que en Burkina Faso explosionó una bomba terrorista y dejó los cuerpos descuartizados de centenares de personas; un terremoto en Siria y Turquía aplastó entre escombros de edificios mal construidos —especulación inmobiliaria que en cualquier rincón del mundo sólo busca su ganancia económica— a miles de niños, mujeres, ancianos, personas, al fin y al cabo, también a sus perritos tan queridos y con nombre propio; un adolescente trastornado con síndrome de Eróstrato se lio a tiros en cierta Primary School de un Estado norteamericano y ha matado a catorce niñas y niños. Frente a todos estos hechos o al de que le hayan detectado un cáncer avanzado a esa vecina que tan bien te caía, esa señora buena que conoces desde niño, la muerte reciente y demasiado temprana de tu cuñada, la depresión de tu mejor amigo, simplemente el dolor de cabeza terrible que dice tu mujer que la está matando, etc. etc. etc., ¿sufres mucho por todo esto? ¿Qué hacen los políticos y la gerifaltía mundial frente a los problemas que asolan el mundo, el hambre, la desesperación, el sufrimiento, la enfermedad, la guerra? No pasa nada, juega el Real Madrid o el Barcelona, Fernando Alonso ha quedado cuarto en el GP de Hungría, mañana has quedado con unas amigas para ir a cenar y echar unas risas, estás pensando en comprarte un coche nuevo híbrido enchufable, aunque te la pela el cambio climático y ni siquiera crees en él, pero mola ser moderno. Lo que de verdad te preocupa es que el patriotismo se va a la mierda, que nadie cree en Dios o la extrema derecha ha organizado una manifestación contra los preservativos de sabores frutales.

Además, nadie se preocupa por ti: tienes mucho trabajo en la tienda y te pica el sieso por una almorrana, contra la cual, en pleno siglo XXI, ni toda la artillería médica es capaz de hacer nada.

 

Mujer frente al espejo, Pablo Picasso

Venga, vuélvete a mirar al espejo.

 

¡Estás frente a un o una psicópata! 


Conócete a ti mismo

3 comentarios:

  1. José Luis Vilanova Alonso25 de mayo de 2023, 12:27

    Siempre me haces reflexionar, Hernán. Vivimos a tal velocidad que apenas procesamos; fagocitamos arrasando el tamiz de la razón y el sentimiento. Y las consecuencias son terribles, porque se dogmatiza la falacia con la misma facilidad con la que se denosta la verdad ética bajo la dictadura de lo "políticamente correcto". Gracias por portar esa lucidez, no de lo absoluto, sino de indagar en los entresijos de la sospecha sobre lo que nos hurta la vida sencilla (que no simple), esa que nos hace mejores personas y ofrece una luz de esperanza a nuestro mundo.

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  2. Gracias por esta reflexión, Hernán, el texto incomoda y entretiene al mismo tiempo. Te sigo leyendo.

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  3. Y usted preocupado por la inclusión ¿es un psicópata?

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