"España va bien" repetía el político, alto dignatario, presidente de la democracia parlamentaria, que se creía con éxito. Se creía con éxito porque las cifras macroeconómicas le repicaban a gloria cada día. Pero aquellas campanas sonaban desde la macrocefálica catedral del capitalismo desaforado. Meneaba las caderas con orgullo, lustraba el aire de la abundancia su bigote. Se preparaba el cataclismo.
La España de Zapatero es diferente. Nos hallamos ante un desestructurado natural y la debacle se produce porque este país donde habitamos está en manos de unas estructuras de poder kafkianas y no hay lugar para la reacción social.
Mi buzón no da abasto para tanta notificación de multas, recargos, avisos de embargo, admoniciones varias de las autoridades.
Las superconstructoras no nos pagan; nuestra empresa, pequeña y que trata de hacer las cosas bien, sufre la presión del grande, que se financia a nuestra costa. Nos van a hundir. ¡No nos hundirán!
Observo a mis hijos en el colegio, a edades donde apenas deberían estar preocupados por otra cosa que por jugar, y maestrillas cenutrias sirven como lacayas sargento de un sistema que prepara a los individuos bajo una presión intolerable para que sean siervos del trabajo ciego y el consumismo. Es domingo, y mi hijo de ocho años lleva dos horas y media haciendo deberes, pero le faltan muchos todavía por hacer. Todos los comentarios de su maestra apuntan a una falta de sentido del humor preocupante. En una de esas tutorías de rigor con los padres nos enseñó un examen de lengua. Pude ver en un vistazo cada una de las 10 preguntas que les había puesto a los niños. Mi hijo habría sacado un 6 o un 6,5 si alguien le hubiera corregido con rigor, porque fallaba en algún verbo, porque todavía escribe algunos gazapos gramaticales muy visibles. Pero la profesora cenutria le puso ¡0,5! Su explicación fue que no había puesto en columnas las respuestas de los verbos, cada una de las personas de cada tiempo verbal, y por eso le puso un cero con cinco. De un seis o un seis con cinco (siendo ya riguroso) aquella muchacha de lustre aldeano había decidido ponerle un cero con cinco a un niño de ocho años, en estado de imaginación y libertad puros, por el hecho de no haber obedecido su orden castrista a la hora de enumerar las distintas personas de los verbos. ¡Ah: y porque la letra estaba muy desordenada!
Hoy hago los deberes con Guz, para ver qué pasa. Está despistado, es verdad, pero también está aturdido, sobrepasado por un exceso de presión escolar. Obedece, hace esfuerzos, se trata de concentrar y hacer bien las cosas, y lo consigue porque está medianamente bien dotado. Pero tanta sujeción... ¿Para quién terminarán trabajando? Leo con él sus libros de deberes de diferentes asignaturas. No le puedo expresar lo que pienso de todo ello; pero al leer los enunciados me parece que los pedagogos se han vuelto locos, son de una mediocridad que mete miedo, las preguntas son retorcidas, llenas de siglas y expresiones que cuesta comprender porque están mal explicadas. Creo que los que han sido educados por la Logse y toda esa vacuidad de los métodos pedagógicos de lenguaje burocrático absurdo, llenos de adoctrinamiento políticamente correcto, centrados en pura metodología y desatentos a los contenidos y la formación real del alumno, han comenzado a ser los instructores. Los nuevos maestros de ahora son los alumnos de generaciones lobotomizadas por el Estado, legión de alienígenas desestructurados y sin fuste intelectual, como el presidente del gobierno.
La sociedad está airada, se nota en todos los ámbitos una amargura extraña que flota en el aire. Más de un millón de personas en edad activa laboral no ingresa un solo euro. Cuatro millones y medio en paro. Bajos sueldos. Precios altos. Presión tributaria. Casta política corrupta y/o plagada de privilegios a los que acompaña una gestión teledirigida por capitostes extranjeros. Fuerzas de seguridad como comisarios políticos y económicos de un Estado vampírico que recauda y recauda rascando los bolsillos de las clases bajas y medias. Entidades bancarias dirigidas de forma definitiva hacia el latrocinio y la explotación. Un país judicializado, donde los ciudadanos se golpean unos a otros con denuncias, demandas, burofaxes amenazantes...
España es sucia, los márgenes de los ríos nos lo anuncian con su sembradío de plásticos, botellas y un millón de residuos ribeteando los márgenes. Cualquier visita a la ciudad o al campo nos lo reafirma: aquí la gente está sin civilizar. Las industrias contaminan como en el tercer mundo. La población es poco ecologista, fogatera, a la masa le gusta las fiestas de sangría y vomitona (que les hace olvidar), una gran mayoría de la juventud está envenenada y estupidizada. Cada vez que hay un día de sol, el valle donde vivo se hace irrespirable por el fuego de los vecinos; dentro de poco empezaremos con los incendios de primavera y verano, que son parte del paisaje.
España va mal, y uno se plantea dónde huir, dónde poder desterrarse para vituperar la patria perdida. España siempre decepciona y humilla a sus súbditos, incluso a los que más hicieron por ella.
Hernan, necesitas un paseo por el bosque junto a tu casa, o por el parque San Francisco, oir el trinar de lo s pajaros y sentir l aprimavera abrirse camino enlas mimosas y los ciruelos tempranos...aprovecha antes de que cambien parque por parquing
ResponderEliminarUn abrazo
Felipe
Aunque han pasado algunos años desde el Zapaterismo, las cosas parecen seguir igual. Es una crítica especular vigente en nuestros días. A veces es necesario gritar así ante tanto caos. Ahora España parece que va a la deriva y ya no se habla tanto de crisis económica, sino del nacionalismo catalán y otras cosas. No sé. Hay personas capaces y con buena voluntad pero no tienen mecanismos para modificar la estructura burocrática y hereditaria. Es un caos.
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