miércoles, 6 de julio de 2011

Todavía los campos

I




Todavía los campos


-hay algo de su verdor en mi alma-


bajo este vientre de ballena, junio,


contienen la sustancia de lo hermoso.


Es trasunto del ánimo abatido


el cielo, herido de fotones pútridos.


pero hay una armonía apagadiza


y los bosquetes llaman a la noche


que ávida de tordos y otras aves


su cántico fagocita lentamente.


Hace tiempo que tuve


–coadyuvado por ciertos alcaloides


o un cóctel de hormonas y doctrinas–


tocando a mi postigo la locura.


Pero de pronto se ha cerrado la puerta para siempre,


y no conozco a nadie


tan cuerdo como yo.


El mundo se descifra


con cándida sabiduría,


nadie me engaña si no quiero


y la Naturaleza, sus pájaros,


su caótica perfección,


su deslumbramiento,


se alían con mi alma


porque soy el Único acólito


de su Filosofía,


el centro de su orden,


su dios o su discípulo.

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