Uno intenta con todas sus energías proclamarse partidario del movimiento 15 m, indignado. Quizá la educación paterna recibida -no lo creo-, quizá un escepticismo descomunal -más bien- me convierte en un deshojador de margaritas insaciable. La duda incomoda a muchos, pero dudo, dudo, dudo y en cada cesura entre la duda y la reflexión se produce una contradictoria verdad absoluta de carácter ético, indemostrable pero que deja mi conciencia satisfecha. Se defiende la justicia, la paz, la libertad. Habrá muy pocos que cínicamente puedan afirmar que están en contra de estos valores (sí los hay que hablan de términos manipulados, y eso es entrar en farragosas ciénagas que pueden conducir a la justificación de cualquier régimen de truculencia). Cuando bajamos a las peticiones concretas, las proclamas de cualquier grupo, por benéfico que parezca al principio, se envilecen. La realidad es demasiado poliédrica. En ocasiones, esa señora tan mal vista, Frivolidad, nos tienta con su cuerpo lúbrico, prometiendo placer y calma. Pero preferimos ese otro sentimiento que buscaban estoicos y epicúreos, la ataraxia, y también la sofrosine.
No puedo congregar mi pensamiento, ovejizar mi capacidad de análisis, porque afloran diferencias, matices, finalidades, excepciones, boberías, ideologías en la sombra, omisiones, sinsentidos. Todo quisque apela al sentido común, que es como esa capacidad inserta en nosotros para distinguir el bien y el mal, para mí dudosa, y cuya existencia defiende la Iglesia católica; pero el sentido común se trasmuta la mayor parte de las veces en interés propio.
Sigo como siempre entre la necesidad de creer que el hombre puede ayudar al hombre -filántropo escuchando las cantatas de Bach- y la demostración empírica que de que homo homini lupus (Hobbes).
El problema de un Estado que obligue al ser humano a comportarse bien, es que tal Estado también está formado por esos mismos seres humanos.
De ahí que la utopía regrese al argumento y sea necesario un incesante camino de imaginación si se quiere dibujar, proyectar y construir un mundo donde sean posibles la libertad, la paz, la justicia. Tales conceptos ¿no son también criaturas nuestras?
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