miércoles, 2 de marzo de 2022

Ucrania. «Puntitos negros», por José Luis Vilanova

La reciente invasión de Ucrania por la Rusia de Putin, un acto de guerra, por definición «atroz» —mera redundancia—, inicua, anacrónica, inhumana, cruel, diabolicum in infinitum, ha conmovido a la sociedad occidental —dejamos para otro momento más apropiado los matices éticos sobre qué guerras conmueven a Occidente y cuáles sufren un desdén mediático, del que se desprende como consecuencia el olvido de nuestras sociedades—. Dado que nos concierne hasta la consternación, este cuaderno de bitácora se abre a la libérrima opinión de quienes desean un medio de expresión urgente. Así pues, dedicamos las dos próximas entradas en este Diarius Interruptus a sendos artículos firmados por sus correspondientes autores.


PUNTITOS NEGROS

Por José Luis Vilanova

Imagen: https://14milimetros.com/geopolitica-teorias-y-apliacion/

    La geopolítica es al tejido celular social (y político) lo que la macroeconomía a la subsistencia de andar por casa. Y a quienes pretenden manejar el mundo esto les encanta. Pugnan por atraparnos en su arbitraria bipolaridad (blancas contra negras), disponen el tablero de sus dominios y juegan con las fichas o las figuras de ajedrez a sus anchas. Plásticas, de madera, de metal o de marfil, nada importan. No sufren, no duelen, no chillan (o no los oigo), no padecen. No tienen alma. No son nadie… Lo dejó bien claro el Harry Lime de El tercer hombre desde la voz profunda y cínica de Orson Welles subido a la noria del Prater de Viena: “¿Víctimas? No seas melodramático. Mira ahí abajo. ¿Sentirías compasión por alguno de esos puntitos negros si dejaran de moverse? Si te ofreciera 20.000 $ por cada uno de esos puntitos que se parara, ¿me dirías que me guardara mi dinero? ¿O empezarías a calcular la cantidad de puntitos que serías capaz de detener?”. Así que a un lado, para cierta derecha, “les pone” la macroeconomía. Élites escandalosamente enriquecidas tirando de una clase media adocenada y burguesa que no agitará nada que ponga en peligro su bienestar para asegurar “la paz social”; y un sinfín de pobres hambrientos “microeconómicos” acechantes a las migajas que caen de la mesa del rico Epulón (fonéticamente tan inquietantemente similar al adjetivo opulento). Y ya está. Los puntitos negros paralizados en su hambruna, en su miseria, en su desprecio, en su ignorancia, en sus guetos de refugiados, en los sótanos del cuarto mundo de las sociedades ricas. Pero es que en el otro lado, a cierta izquierda "le mola” el pulso geopolítico. Todo vale con tal de tumbar el modelo del imperio occidental en curso. Agotado, puede. Senil y degenerativo, tal vez. Criticable, todo lo que se quiera. Pero no tienen ningún reparo en utilizar sus mismas vías democráticas y libres para provecho propio y terminar por cegarlas en lugar de ocuparse de su rehabilitación o reformulación, con el único fin de terminar imponiendo “su nuevo orden mundial”. Así que una guerra no es igual a otra guerra, ni una invasión tiene el mismo sentido que otra invasión. Pero como el contraste delata la más lacerante de las hipocresías conviene tapar las vergüenzas. Invadir Irak o Afganistán merece uno o dos millones de personas en la calle y la más expresiva de las parafernalias. Invadir Ucrania es un no a la guerra mucho más matizado, displicente y equidistante, de fríos análisis impostados en “sensibles tertulias de salón”, porque pone contra las cuerdas al modelo occidental, su OTAN y el gigante imperial americano. La misma razón por la que los talibanes son convenientemente metabolizados y ya nadie se acuerda de la mujer afgana; porque se trata de “buenos indígenas” que se levantan contra el imperialismo y el colonialismo, mientras sus mujeres sojuzgadas, incendiadas y ejecutadas, son olímpicamente ignoradas por el feminismo radical de izquierdas (no vaya a ser que…). Puntitos negros. Interesa verlos así para acomodar la procedencia de las víctimas a los diferentes argumentarios. Porque no son los Derechos Humanos, rapto de lucidez de nuestro mundo en el siglo XX, los que marcan esa Ética Universal trayecto final en la plenitud de la Humanidad, de la que habla nuestro amigo Hernán. Sino el afán de imposición de “mi” idea, “mi” verdad, “mi ambición”, “mi” riqueza”, “mi” poder. O la eliminación de los contrarios. O el exterminio de los distintos. Ya lo escribió Sartre: El infierno son los otros…


® José Luis Vilanova, médico, humanista

joseluisvilalon@gmail.com

Madrid, 2 de marzo de 2022





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