Conocí a Teo (el Zeus de otra entrada en este pobre cuadernillo) por identificación fonética; me explico. Al estar en México un tiempo, a uno de le aguza el oído y detecta la prosodia ibérica de manera inmediata. Me llegaron ondas peninsulares mientras desayunaba en un café. No es que yo sea el Higgins profesor de fonética de la celebérrima obra de Bernard Shaw
Pigmalión (recomiendo la película de los años treinta, llamada, igual que su original,
Pigamalión, no
My fair Lady, musical también inspirado en la obra de Shaw). No, aunque siempre he jugado a convertirme, entre otras personalidades, en un lingüista extremadamente sabio y estirado, mi detección de acentos no es excesivamente aguda. Buscaré otra rama de la lingüística que no sea la fonética; me inclino más por la pragmalingüística.
Asalté a Teo porque lo vi con libros e intuí que era persona instruida y con afanes compartibles. Pero era más, era un artista. Más que compartir. Y también un artista de la paz. Labra paz. Trabaja en la paz. Un hombre de paz. Hay pocos de verdad y su valor es de incontables talentos de oro.
Quien desee visitar su obra plástica puede hacerlo en:
http://www.teosanjose.com/
Recomiendo la presentación en Power Point, donde se puede ver su obra, variada, con puntos a mi parecer muy interesantes.
Dejo aquí un poema que encontré en tu blog, Teo. Un abrazo, y ya te contaré por qué este y no otros:
Cuantas cosas quedan en el vacio,
en la mente
y no en el cuerpo.
Cuantas cosas nos tocan,
nos miran en silencio.
Cuantas cosas sabemos
y apenas las sentimos dentro.
Cuantas cosas
Cuantas cosas…
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