martes, 30 de octubre de 2012

"Sobrecuadros": Mirada alucinada e irónica sobre: La incredulidad de Santo Tomás, de Caravaggio


Interesado por la vida de este pintor maldito, Caravaggio (en mi desván de Asturias tenía la postal comprada en Italia de su pintura La conversión de San Mateo), artista hecho a sí mismo, proscrito de escuelas y maestros, que hizo del desafío de la suerte su manera de vivir y convivió entre los callejones de Milán y Roma con putas, rufianes y miserables, así como entre palacios y sedas con nobles, ricos, obispos y cardenales, escuché en Radio Clásica un programa magnífico sobre el pintor (se podrá encontrar el podcast, en un espacio que se llamaba Música antigua); en este programa citaban una biografía escrita por Andrew Graham-Dixon. La biografía, un libraco de tapas duras y unas 500 páginas (Taurus) no me llenó del todo: mucha historia de la religión y menos vida. Pero en conjunto es un buen libro.
Ahora topo con esta Incredulidad. Es muy graciosa, porque Santo Tomás adquiere la pose de un oligofrénico. Parece con la mirada un tanto perdida, se diría incluso que más que la herida está concentrado en el pezón de Cristo, e introduce un dedo muy poco aséptico en una llaga abierta que se convierte en una nueva versión de la boca de la veritá romana (imaginemos que el pezón es un ojo).
Es probable, puesto que Caravaggio tomó prostitutas como modelos para pintar algunas de sus Vírgenes, que estos santos que aparecen en el cuadro tengan como referentes en la vida real a pendencieros, borrachos o vagabundos, amigos del violento artista. El caso es que sus miradas son extrañas. Los adorna una curiosidad pueril. A pesar de sus frentes arrugadas y sus barbas, se comportan como tres niños imbecilizados por la presencia de alguna obscenidad. No es sana su curiosidad; es, como tantas cosas en los Evangelios, un momento de placer para luego padecer un castigo desmesurado. No merece la pena. Si alguien se muestra incrédulo, lo mejor sería permanecer con esa duda antes que infectar la herida de Jesús. Jesús es más natural y sujeta con preocupación la zarpa del infiel discípulo. Con esa pinta de perroflauta atávico (tan atractiva para mí: de hippie del desierto), si Cristo apareciese hoy en la Tierra iba a levantar muy pocas pasiones (entiéndaseme) entre la mayor parte de los católicos, porque estos supongo yo que esperararían a un tipo de aspecto más atusado, con chamarrita de lana verde y pelo recortado. Si se encuentran con el Jesús de la imagen no se dignan ni a darle la lismosna, por miedo al contagio ideológico. Desde luego, la tradición oral de la Iglesia ha subvertido mucho la imagen que primitivamente se tenía del hijo del hombre.
Que eran malandrines los modelos no me cabe duda; no hay más que ver cómo Tomás se agarra el bolsillo de su raída chupa, no vaya a ser que le birlen los reales mientras observa estupefacto y en posición lumbálgica no sé qué cosa en torno a la herida de su maestro.

4 comentarios:

  1. Te he leído con Javi, interruptus; y veo que mantienes el vigor expresivo. Te mandamos un abrazo crédulo, no como el de Caravaggio.

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    1. Abrazo grande. Me retomado con ganas la novela que había comenzado en Asturias (ambiciosa es poco para definirla). Ya estoy otra vez fuera de la realidad, qué gusto. Pablo, no descarto futuras visitas aquí (o allá)(si fuera con Javi, mejor, porque sospecho buenas migas entre él y Guz). Por "acá" todo bien... pero... ¡te tengo que contar algo y aprovecho este mismo espacio: hace tres fines de semana me acordé de ti, y te cuento por qué: estábamos en una laguna, básicamente domingueando, cuando apareció un pastor joven, con sombrero de los que se usan mucho por aquí (tipo tejano) y un sucinto rebaño de ovejas. Comenzamos a hablar. Su prosodia no era de este mundo, sus expresiones, su sonrisilla permanente, el tiple de la voz, dulcísimo. A media conversación le afronté directamente: ¿Cuál es tu gracia? No intermedió ni un segundo, ningún asomo de duda o extrañeza en sus gestos, y me respondió al instante de la manera más natural, : Rubén. ¡Lo sabía, sabía que me entendería! ¿Qué le parece a usted, maestro? Saludos afectuosísimos, Herni Valvarezsky

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    2. Sin embargo yo lo sigo preguntando en clase y me miran espantados....
      Mándame una dirección postal para que te envíe un libro.
      Ahora los abrazos

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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