domingo, 31 de diciembre de 2017

Despedir el año y saludar a uno nuevo cuando sabemos que el dolor persistirá

SOBRE EL DOLOR 
El Diablo cubre de pústulas a Job, William Blake
Hace años comencé un librito sin pretensiones, o sí, con el título de Afán de sabiduríaComienza así:


EN BUSCA DEL TESORO

1. Sigo el camino de la vida guiado por un solo fin: la sabiduría.

2. Si no eres un poco más sabio cada día ¿a qué has venido? ¿Para qué quieres haber vivido? ¿Para qué vives?

Después de la tetraplejia sobrevenida tras el accidente de motocicleta retomo la inclusión de nuevos puntos en este manual de vida. No encuentro en general que lo escrito en este libro hasta antes del nefasto 11 de abril de 2013 en que tuve el accidente haya quedado invalidado, nunca mejor dicho. Las claves siguen siendo aplicables aun en mi situación. Me doy cuenta de que había escrito algo sobre el dolor. Lo que nunca pude imaginar es que en unos años se convertiría en el monstruo en que se ha convertido ahora. Hoy el dolor necesita una reinterpretación o, sobre todo, un endurecimiento de los argumentos que había incluido previamente, cuando los dolores cumplían la tesis epicúrea: "cuando el dolor es fuerte, dura poco; y cuando dura mucho es porque resulta soportable, más leve". Esta tesis en principio correcta ahora resulta fallida. Mis niveles de dolor crónico se han convertido en algo bastante fuerte, en principio de aquellos que deberían durar poco y que sin embargo se han perpetuado. Algunas medicinas ayudan a sobrellevarlos, pero tales drogas entrañan por su composición química algunos riesgos como la adicción. Por eso se intenta aguantar y espaciar en lo posible su ingesta. En mi libro, ya terminado (aprox. 690 páginas), El hombre medular, defino el dolor y las molestias, ya nociceptivos ya neuropáticos, como la bestia negra contra la vida. Sin embargo, esta vida prosigue y debemos ejercerla con el mayor grado de satisfacción posible. Querría centrarme en escribir un texto breve sobre el dolor estrictamente físico y las formas posibles para su disuasión. Lo haré pues de manera más extensa y con cimentación teórica dentro de poco tiempo y como parte de ese Afán de sabiduría comenzado hace años. Tengo ya algunas notas y acaso un pequeño esbozo. Lo de ahora es tan sólo un embrión reflexivo.
La concentración en la lectura y el trabajo, así como la conversación con los amigos, distraen el pérfido influjo del dolor sobre nuestro estado de ánimo. Ya lo he expresado muchas veces: la concentración del Intelecto nos sitúa en un estado de ingravidez espiritual que debe de ser lo más parecido a la felicidad: incluso a la eudaimonía,* esa felicidad más profunda y estable. La felicidad viene a ser a la eudaimonía lo que una estufa de invierno es frente al sol bienaventurado de una primavera eterna en el Mediterráneo. También encuentro por momentos formas alternativas para la distracción del dolor. Hay para quienes la acción resulta imprescindible. Parece despejarles la niebla del sufrimiento; como quienes optan por el ruido, temerosos del silencio. La concentración más provechosa a mi entender, hoy más que nunca, es la de un modo de vida contemplativa.
En ocasiones incluso pongo en práctica un cierto tipo de masoquismo en el que busco placer en el dolor; como si afirmara cartesianamente "me duele, luego existo".
Incluso en las filosofías más sagaces, nuestras predilectas, dolor y felicidad se oponen por un simple silogismo: felicidad es placer, dolor es displacer, luego dolor es anti-felicidad. Para quienes vivimos con el dolor físico sobre nuestra giba, es necesaria la integración del dolor en el placer. Como la noche en el día, el frío en el calor, la repulsión en la querencia. El mal en el bien. Si la paradoja y aun la antítesis como recursos estilísticos logran expresar los fundamentos del amor en un poema, ¿por qué no podrán ser integrados en la explicación placentera de nuestro existir? Debemos resolver la contradicción por nuestro bien. Al fin y al cabo la contradicción es sólo una creencia más. Aunque Nietzsche no es buen ejemplo —por razones de pura fisiología estaba destinado al sufrimiento reactivo—, sí puede enseñarnos alguna cosa al respecto, pues aseguraba que cuando sufría de dolores se encontraba especialmente proclive a la escritura (no sabría decir en cuál de los textos suyos leí esto hace mucho tiempo). Su escritura provenía del "pensar" y de este "pensar" provenía el summum de su placer. Por arte de la alquimia mental, transformaba sus terribles jaquecas en su mayor placer: la escritura, la reflexión, lo creativo.
Más que nunca, el rosal nos representa, con sus espinas y sus rosas todas suavidad, belleza y fragancia.
Creo que la naturaleza, a la que se atribuye no sé qué tipo de improbable sabiduría, obviando que sus leyes se encuentran al margen de los valores antrópicos, se ha excedido en el mecanismo del dolor para detectar sus causas y buscar de este modo algún tipo de cura. Su condición de "alarma" resulta la mayor parte de las ocasiones algo excesivo, cuando no estéril. Parece que el ser conscientes de un problema fisiológico a través de los centros nerviosos que captan el daño y emiten su señal al cerebro puede resultar útil. Pero en ocasiones, demasiadas, el dolor no ayuda a nada, sólo duele. Como creo haber leído hace demasiado tiempo en sus Cartas eruditas y curiosas, Benito Jerónimo Feijoo intuyó que el dolor de cabeza podía provenir de más de setecientas causas, y entonces, ¿de qué carajos sirve padecer su sufrimiento? No digamos en el caso de los dolores neuropáticos, donde los nociceptores (receptores tisulares del dolor) no tienen jurisdicción y se trata tan sólo de un malestar como ficticio, fantasmal, inventado por nuestro encéfalo, un sufrimiento aparentemente sin un "origen real" o físico.

Icono más frecuente del yin y el yang
Seguiremos trabajando la cuestión y buscando fórmulas para poder seguir superviviendo con dicha mientras vivimos sumergidos en el sufrimiento físico —dejando aparte ahora otros padecimientos—. Y espero compartir nuevos hallazgos encontrados por mi experiencia personal que puedan ayudar a quienesquiera que sufran de algún tipo de dolor, ya sea circunstancial, ya se trate de algún tipo de dolencia crónica. En el primer caso, sin duda consuela enormemente el pensar en que se trata de un túnel de duración limitada después de cuyo trayecto recuperaremos la naturalidad de nuestro cuerpo, su estado neutro, claro posibilitador del placer de existir. El dolor fijo, estable, mal compañero cotidiano, del que sabemos su perpetuidad, es un túnel sin final por el cual hemos de transitar sin que oscurezca, hasta el colapso total, nuestras otras parcelas existenciales a la luz del día. 
Uno de los puntos cardinales en el intento de aliviar el dolor del que pretendo partir se fundamenta en la auto-hipnosis. Un rango amplio de los dolores que padezco se erradica cuando mi mente queda hipnotizada por el sueño. Justo cuando comienzo a quedarme dormido, puedo experimentar cómo el dolor se disipa un instante antes, igual que si mis brazos y mis escápulas se apagaran. Del mismo modo, en sentido inverso, cuando despierto, el dolor resurge de una zona inconsciente donde se encontraba apagado y que de pronto reaparece al estado consciente. Creo que ahí se puede encontrar un campo de acción posible; aunque debo sincerarme: hasta el día de hoy no consigo encontrar la fórmula de estar despierto y al mismo tiempo apagar el dolor, aletargarlo. Lo creo posible. Para esto sería necesario lograr un yin yang armonizado, voluntario, en virtud del cual mantengamos la vigilia y al mismo tiempo logremos inducir nuestra parte física a la narcosis del sueño. Lo que sí sé es que lo he conseguido durante pequeños fragmentos de tiempo y en determinadas condiciones. De algún modo, la consciencia abarca lo psíquico, lo emocional y lo físico y no resulta fácil dividir su sugestión. Si progreso hasta cierto punto en este camino habré de compartirlo.
Mientras tanto, no dejéis de disfrutar cada instante de la vida.


Me gusta esta representación arbórea
del yin y el yang, donde copa y raíces
se confunden entre los opuestos
necesariamente integrados

Según la arbitraria convención que nos hemos dado en Occidente, un año acaba hoy y otro empieza mañana. La ruleta sigue en marcha. Hemos decidido subirnos a ella, a los cangilones de una noria donde nosotros somos el agua, y en giros sosegados atravesamos la parte baja, el intrigante centro y la sublimación de lo más alto, desde donde vislumbramos el horizonte y todo, por debajo de nosotros, se nos antoja plácidamente irrelevante y hermoso al mismo tiempo. 


¡Eudaimónico 2018 para todos vosotros, amados amigos!


Imagen tomada de http://www.habitarlocotidiano.es
*Una definición próxima a la que yo entiendo.

4 comentarios:

  1. Estimado Hernán,

    Este año viene cargado de buenas sorpresas para todos. De corazón le deseo mucho ánimo y fuerzas renovadas para seguir compartiendo cas interesantes en este rinconcito que se llama Diarius Intrutus. Siga navegando y no se detenga aunque venga el viento en contra.

    Saludos cordiales

    Alejandra

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    1. Bueno parece que esto escribe lo que quiere. Corrijo "cosas" e "interruptus" ahora sí.

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    2. je je,no había reparado en la errata.
      Muchas gracias, Alejandra. Nadie nos puede negar la confianza en que, como dices, este año 2018 nos traiga cosas buenas. ¿Verdad? Perseverar para preservarnos. A estas horas, las 10:30 de la noche, es cuando el dolor te indica la hora de que alguien te ayude a acostarte. Adoctrina mucho mejor que Mary Poppins (y es menos simpático). No sabe ni cantar… "Con un poco de azúcar esa píldora que os dan…".
      Puede que rancio este soneto desde nuestra perspectiva poética formal, mira qué versos de Pedro Bonifacio Palacios, alias "Almafuerte" (Argentina, siglo XIX-XX), para ti:

      ¡PIU AVANTI!
      No te des por vencido, ni aun vencido,
      no te sientas esclavo, ni aun esclavo;
      trémulo de pavor, piénsate bravo,
      y arremete feroz, ya mal herido.
      Ten el tesón del clavo enmohecido
      que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
      no la cobarde estupidez del pavo
      que amaina su plumaje al primer ruido.
      Procede como Dios que nunca llora;
      o como Lucifer, que nunca reza;
      o como el robledal, cuya grandeza
      necesita del agua y no la implora...
      Que muerda y vocifere vengadora,
      ya rodando en el polvo, tu cabeza!

      Adiós Alejandra. Me gustan tanto los dos últimos versos.

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  2. Te dejo un poema de Jose Angel Buesa y, espero ser testigo de su progreso en este campo que pide a gritos ser explorado.
    Muchos besos!

    POEMA DEL DOLOR INDOMINADO

    Sobre el vasto silencio se proyectó mi grito,
    sobre el silencio ilímite del firmamento hueco.
    Ni un eco abrió sus órbitas elásticas... ni un eco
    rajó sus cien gargantas roncas en lo infinito.

    contra el silencio incólume se aplastó mi protesta,
    contra el terco mutismo de la extensión plomiza.
    Y repetí mi grito: como única respuesta
    me derribó una cálida ráfaga de ceniza.

    Y por la estepa muda cruzó un soplo terrible
    difundiendo acres gérmenes de odios y de epidemias;
    y en la oquedad montruosa del silencio impasible
    trepidó un sordo y torpe galope de blasfemias.

    Y se hundieron de súbito las planicies desiertas
    barajando en un vértigo todas las perspectivas,
    y sobre el surco estéril de las edades muertas
    pasó el ala de fuego de las cóleras vivas.

    Y otra vez mi estentóreo grito de rebeldía,
    perforando el silencio, se clavó en lo infinito,
    y en la paz inmmutable de la tierra vacía
    rebotó cuatro veces el dolor de mi grito.

    Así el sésamo défico fulminó su eficacia
    sobre la oscura y áspera vegetación de obstáculos.
    Y una fosforecencia de convulsos tentáculos
    ramificó en las sombras un ademán de audacia.

    Y como un filo rubio, se destacó en las brumas
    un rígido propósito de verdades intactas,
    y entonces la ola inmóvil se perfumó de espumas
    y la brújula absurda marcó rutas exactas.

    Y entre las tinieblas turbias vibró un signo incoloro
    que agolpó en una réplica todo el dolor disperso.
    El silencio infinito labró un verso de oro,
    y mi grito rebelde fue el oro de aquel verso.

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