domingo, 3 de diciembre de 2017

Narración dominicana

Dejad que os purgue del Maligno

Francis, mujer de una gran energía, afroamericana de la República Dominicana, es una de las asistentes pagadas por la Comunidad de Madrid para ayuda a la dependencia; mientras limpiaba mi cuerpo con esponjas, un cuerpo yerto de manera un tanto extravagante, me narraba esta historia verídica de su país.

Las palmeras se mecían por una suave brisa salada. Una calma inerte se apoderaba de las casas, muchas de ellas a medio terminar, y sus fachadas de colores. En horas tempranas del día del Señor, una quietud fantasmal se adueñaba de las calles como si hubiera sido extinguida la vida de sus pobladores. De pronto, alguna ráfaga marina, un soplido fugaz del dios templado de aquellos mares, hacía revolotear el polvo durante unos instantes, hasta que volvía a posarse sobre la carrocería de viejos automóviles, techumbres y solares baldíos. Unas horas más tarde, en el interior de un templo adelgazado sobre un pequeño promontorio, los domingos, bendecidos por natura con un sol caribeño, el pastor evangelista sermoneaba a sus fieles, atónitos en las bancadas de la feligresía. Medrosos de Dios, se regocijaban con convincentes palabras que sólo la divinidad podía estar inspirando. El diablo, aseguraba el clérigo, más que nunca había tomado plaza entre aquel rebaño de pecadores; uno por uno, una por una, Satanás había ido poseyendo sus cuerpos y sus almas. Pero él estaba dispuesto al sacrificio personal para salvarlos. Debía recibirlos individualmente y explicarles la única fórmula para extraerles el mal. 
Fue recibiendo en primer término a las mujeres, que asistían en horas marginales hasta la parroquia para mantener una charla con su guía espiritual.
—Hija mía, debo yacer contigo y a través del acto limpiaré tu alma de toda infección infernal. Después, a través de tu pureza recobrada, habrás de ser amada por tu marido, quien quedará también limpio gracias a tu intercesión.


De este modo, el pastor llevó hasta su lecho a cada una de aquellas humildes almas y copuló con ellas. No dejó una sola parroquiana sin el sometimiento de su cirugía exorcista.
Ellas regresaban a sus hogares con la sonrisa espléndida de su doble satisfacción: la de una cópula mirífica y la de sentirse libres del espíritu de Satanás. El marido las esperaba impaciente. Bajo paredes desconchadas pintadas de colores imposibles, verdes, amarillos, rojos, fucsias, las parejas con hijos los enviaban a las casas de los vecinos, familiares o simplemente a brincar alegremente por las calles sin asfaltar del pueblo. Entonces, desnudaban a sus mujeres con una excitación reverencial. Sus penes se extendían como arietes sagrados. Al amar a sus esposas ahora impolutas, a través de sus miembros recibían la gracia de la purificación.
 

El pastor evangélico fue recompensado con todo tipo de regalos e incluso con dinero, por parte de aquellos matrimonios de cuyos lares fue expulsado el Maligno. "No contéis con una purga vitalicia; el diablo suele mostrarse contumaz. Si percibís algún signo de su posesión, si los pensamientos impuros rebrotan en vuestras almas, regresad a mí, hijas mías, y contrastad vuestros síntomas con mi sabio veredicto, con la ayuda de Dios. No dudaré en volver a sacrificarme para vuestra purificación tantas veces como sea menester, mientras nuestro Señor siga confiando en mí como su humilde intercesor. Éste es mi sacrosanto deber.

1 comentario:

  1. En su lucha contra el demonio, o contra cualquier otra maldad, ese discípulo superó a sus maestros variando sus ritos según las épocas, los lugares o los sexos elegidos.

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