No sé si me dejó,
si -como aseguran, con simpleza-
me abandonó.
Si es la pereza de contar sílabas y medir acentuaciones,
o es la aspereza de la vida,
el devenir de olas sin espuma,
si es la sangre, que se agota
o que se multiplica.
Nadie sabe.
De pronto, algún destello,
o la necesidad de los sentidos,
ahogados como estaban,
sin enardecimientos,
casi impasibles, sordos, calcinados
por la supervivencia.
Tal vez precise, si la quiero,
si quiero que me habite nuevamente,
o hacerme rico o aceptar ser pobre.
Caces, madrugada del 24 de mayo de 2008
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