sábado, 9 de febrero de 2013

Antepasados curiosos

Mi tío Román pone en mis manos un esbozo biográfico-poético de un antepasado de Pancar, Llanes. Es esta:


(Publicado en el Oriente de Asturias, 7 de diciembre de 1929)
Hombres llaniscos
Manuel Santoveña
De este buen amigo leemos en una revista colombiana la siguiente silueta, que les brindamos a nuestros lectores para que conozcan mejor a este enamorado de la inquietud, quien nos deleitará el próximo domingo con una amenísima charla en los salones de El Porvenir.
La existencia de Manuel Santoveña es una de las más inquietantes que he conocido. Bohemio internacional, poeta por el sentido trágico que halla en el mundo y por la fantasía que le brinda imágenes imprevistas, joyero, navegante, periodista, empresario de hoteles y de casas de modas, experto en propagandas para el comercio, pasa de un ejercicio a otro con la celeridad con que viene de Europa a México o a Colombia. Su capacidad para el trabajo triunfa en todas las latitudes como su chambergo descomunal y paradójico aletea a todos los vientos. Pero esto es solamente lo objetivo y visible. Lo íntimo, lo que le da un interés extraordinario es el sentido de libertad que incorpora a la vida. De libertad y de alegría. Se asoma al espectáculo del universo por la ventana de cada nuevo amanecer como a un mundo recién creado, en donde no tiene vinculación ni compromiso, y que le ofrece sus senderos innumerables. Frente al panorama imprevisto, que la maravilla del sol hace patente a sus ojos de niño, parece repetir de continuo las incitantes palabras del poeta galés Arthur Symonds:
 
Brilla el vino, el mar brilla, la ruta está encendida;
todas, todas las cosas me quieren dar la mano...

Español por su casta, oriundo de las frescas y rudas montañas de Asturias, vino a América cuando apenas se le insinuaba el bozo y se le despertaba la inquietud. América le ha cautivado. Pero no le ha circunscrito. Le conocí por casualidad en Tampico. Lo volví a ver luego en Nueva York, absorto ante un lienzo del Greco en el Museo Metropolitano. Nos hallamos más luego en la capital de Cuba, una noche en que su alma y su carne parecían difundir el júbilo a raudales. Volvimos a hallarnos en las costas encantadas de Centroamérica, donde él acababa de expender diamantes y zafiros y se trocaba en condueño de un hotel, cuyo signo distintivo -"Los Bohemios"- pintaba con sus propias manos. Venía de Jamaica, de Belice, de no recuerdo cuál de las colonias británicas, donde había exprimido no sé qué uvas de deleite que aún le dejaban el dulzor y la fragancia en los labios. Me· sorprendió algunos años más tarde, siempre bajo el chambergo de ala giratoria, siempre sonriente, iluminado y expansivo, en Lima, paseando su excentricidad por el clásico Jirón de la Unión. Y ahora me sorprende su visita en el pensionado del Hospital de San José, tan imprevista como un lampo de sol a media noche. Trae una experiencia regocijada y tonificante. Y trae propósitos de echar raíces en Bogotá. Yo sonrío, seguro de que aún hemos de encontrarnos en Buenos Aires o en Calcuta, en París o en Fernando Poo.
Al sentido dionisíaco de la existencia, une este poeta vagabundo un desinterés intelectual, razonado, que tiene sus raíces profundas en un concepto metafísico. Santoveña sabe el giro fugaz del día y la inanidad de todas las victorias. Le he visto liquidar en breves momentos un negocio próspero, que le aseguraba la independencia económica y que aun le hubiera llevado a la riqueza, tomar una maleta y embarcar a la buena de Dios. Unos cuantos miles de pesos, su alegría, su insaciabilidad de aventuras y paisajes, y a correr los caminos del océano, que se abren y se cierran como los surcos de los campos sobre las generaciones que se hunden. Los miles de monedas quedarán derrochadas en noches pecadoras de una ciudad lejana. El bohemio dejará de serlo entonces, y en el breve paréntesis reaparecerá el hombre de trabajo.
Se comprende que en una existencia de esta laya lo anecdótico debe ocupar numerosas páginas. Y así es. Santoveña tiene bajo la frente uno de los más regocijados, de los más varios y fantásticos depósitos de recuerdos que pueden ser encontrados. Los lances peregrinos se encadenan en su evocación como los cuentos de Las mil y una noches, y oírselos referir en la intimidad, en torno a la estufa que crepita o acodado a la mesa de un café, supera en regocijo a la lectura de las más deliciosas páginas de Casanova.
Fue así como un día, trotando el mundo, afrontando borrascas y tiranías, se halló en una ciudad de estas Américas en la cual era profesión lucrativa la de ser «oreja» –como se dice en Guatemala– o «soplón» –como se dice en Colombia–. El poeta paseaba, en la noche oscura, preñada de lejanos relámpagos, por un acantilado del mar. Un espía lo vio y lo hizo conducir como sospechoso a la Alcaldía Municipal. El funcionario pretendió, naturalmente, consumar su alcaldada, pero le venció la dialéctica de Santoveña. El cual, como viese por allí cerca a su acusador, sacó rápidamente una cuchilla y, cortándose un pedazo de oreja, se la arrojó con estas palabras:
–Ahí te dejo ese recuerdo, para que no olvides que por aquí pasó un hombre libre.
Y salió desangrándose.
La constante movilidad de Santoveña, su falta de arraigo en la tierra que le sustenta, su avidez de un panorama nuevo cada día, explican que no haya disciplinado su indudable talento de escritor, ni deje en pos de sí una obra definitiva, susceptible de ser coleccionada en volumen. Produce eventualmente, y desparrama imágenes prodigiosas en poemas sin pulimento ni justeza, o en artículos comerciales destinados a ser olvidados con el día que se va. Recuerdo la magnificencia de visión y de estilo con que decoró cierta vez, en la Habana, un folleto destinado a servir de reclamo a unas joyerías.
Es así como, bajo el poeta estrangulado por el propagandista ha surgido el experto en el arte de anunciar. Posee los más originales recursos, conoce innumerables sistemas para atraer la atención de comerciantes y lectores y halla en este ejercicio prosaico, que él irisa con el prodigio de su fantasía, el equilibrio necesario para vivir decorosamente, para poder llamarse un luchador, un trabajador, un hombre.
Atrayente, simpático, libre, pintoresco, dueño de sí mismo, Santoveña es un poema viviente, o, si queréis, una maravillosa novela de aventuras.
Séale propicia esta tierra de Colombia, que él ama dentro de la extensión de su gran patria ibérica, y alcance aquí los más puros días y las más serenas victorias en el proceso de su libertad fascinadora.
PORFIRIO BARBA JACOB (poeta colombiano)
(Publicado en el Oriente de Asturias, 7 de diciembre de 1929)
CAMPAÑA CULTURAL
Mañana, domingo, a las cuatro de la tarde, el joven publicista llanisco don Manuel Santoveña dirá una conferencia sobre el tema «Tópicos hispanoamericanos», en el salón de actos de la sociedad obrera El Porvenir.
 
 
 
Este primo de mi abuelo Aureliano luchó en el frente republicano en Asturias. Se suicidó cuando supo que las autoridades franquistas iban a por él, pues probablemente había sido delatado por algún amable conocido.




19 comentarios:

  1. Una vida plagada de aventuras ciertamente.
    Saludos.

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    1. Hola, Ohma, gracias. Es un alivio haber tenido antepasados, aunque sea lejanos, que en cierto modo nos explican. Abrazo

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  2. Felicidades por el hallazgo genealógico, Hernán. Estoy tentado a averiguar si acaso también compartimos adn narrativo...

    http://archivo.laprensa.com.ni/archivo/2006/noviembre/04/suplementos/prensaliteraria/comen/comen-20061103-1.shtml

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    1. Entonces eres tú Dixon Moya? Qué curioso, sí. De este Jacob Barba estuvimos hablando mi tío y yo. Personajes claramente afines. ¿Conocerían a otro afín, Pedro Luis de Gálvez? Genios y figuras... Abrazo.

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    2. Interrumpo el ameno diálogo, porque considero necesario certificar que el suscrito es el inquilino del cuerpo que en la vida real se hace llamar Dixon Moya, quien escribió en Nicaragua durante su experiencia diplomática en ese país, el referido breve comentario sobre el gran poeta colombiano Porfirio Barba-Jacob. Ahora bien, no me molesta la confusión, la considero graciosa y muy a propósito del poeta, periodista y aventurero que tuvo tantos nombres en la vida, vida que daría para novela y película.
      Ha sido un grato hallazgo este blog. Curiosamente soy huésped en el periódico colombiano El Espectador de un blog llamado Líneas de Arena, siempre bienvenidos: http://blogs.elespectador.com/lineas-de-arena/
      Allí notarán que en la vida literaria llevo otros apellidos, que también son de familia (Acosta Medellín).
      Saludos,
      Dixon (sin apellidos para no confundir más)

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  3. Agustín Castejón24 de febrero de 2013, 5:25

    Podría bien haber dicho este gran viajero como dijo el poeta Byron en su tiempo: " No creo que nadie haya vivido más que yo"

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    1. Gracias, Agus. Solo se vive una vez. Hay que dejarse de imbecilidades y gozar de esto, que son habas contadas. Abrazo.

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  4. Curioso aforismo este último, hermano, que no se si ha sido la última entrada que has escrito en tu blog, antes de iniciar tu vida nueva, distinta pero vida. La demostración de que se puede vivir más de una vez. Pero que cese ya tu coqueteo con la muerte por favor. Te qjuiero. M

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  5. Él fué mi bisabuelo paterno.

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  6. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  7. Este es mi bisabuelo también. Su nieto Antonio Santovena jr se parecía exactamente a él. Antonio era mi papá ... me parezco mucho a la mamá de Manuel

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  8. Estimado Dixon, nunca respondí a este mensaje por que el 11 de abril de 2013 sufrí un accidente de motocicleta del que resulté tetrapléjico. Operado de urgencia en Querétaro, tras un mes y medio allí, fui trasladado a Toledo, España, en cuyo hospital de parapléjicos estuve nueve meses. Ahora mismo residimos en Madrid más por imperativo médico que otra cosa. Un abrazo

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  9. Manuel tuvo muchos hijos en todo el mundo

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  10. That is my great grandfather. We adore him

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  11. I love this article, but the one thing that always bothered me was that Manuel was an international new correspondent, journalist, public relations and advertising man. He was apparently very good at what he did that it upset Franco so much. To say his work was ephemeral and not voluminous and long lasting like Shakespeare, Keats, Whitman and Shelly dismisses his and all journalists, public relations people, publicists, broadcasters and advertisers as a writer. There are different kinds of writers. The journalism world is fast paced, flashier and demands the immediate attention of the audience. They bring what is new and current and even what is about to happen and the future to the people, and what is new gets old quickly. That is why it's called NEWS. That is why some writers major in English and others in journalism. And all those voluminous classics are very tedious and boring and don't bring real-life, current timely events to the world. And also many of those classic writers don't risk their lives like many journalists including Manuel do or did.

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  12. Manuel wasn't a fiction writer, he wrote and created the news

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