domingo, 13 de octubre de 2019

Noche de lobos, película

Desazonante belleza


sobre la película Hold the Dark (2018),
titulada al español como Noche de lobos


Descripción

Jeffrey Wright
¿Por qué hablar de una película con toda seguridad de segunda fila? Hace un par de semanas fuimos al cine para ver Érase una vez en Hollywood, de Quentin Tarantino. Contando con que existen tarantinianos y antitarantinianos (por paradójico que parezca, en devoción casi perfectamente inversa a las tribus de taurinos y antitaurinos, porque de sangre va la cosa) y contando pues con que yo me encuentro entre los tarantinianos, la película es una grandiosa sinfonía, que no llega a ser «obra maestra» (como lo es Pulp Fiction) por una ridícula cuestión de pequeños detalles. Se rinde tributo, precisamente, al cine segundón del Hollywood de los años 60, en particular a los western, y dentro del cine segundón, a los actores segundones —y de paso, propina un tarascazo en todo el morro de los protagonistas guaperas, arrogantes y sin sustancia—; y en segundo lugar, con osadía ética —que sabemos estética—, se sustancia un acto de justicia poética —y por ende artística— a favor de Roman Polanski, quien se devanea, en la vida real, por Europa, escabullido de la justicia neomccarthyana. El personaje de Cliff en la actuación de Brad Pitt es absolutamente memorable. Pues eso, de la película de Tarantino van a proliferar críticas y reseñas entre tirios y troyanos, mientras que de la Noche de lobos que nos ocupa se leerá, y de hecho ya se lee, infinitamente menos.
Hold the Dark no creo que vaya a ser una película famosa ni que vaya a recibir críticas generalizadamente altas, ni por parte de la crítica ni por parte del público; sin embargo es probable que coseche una buena gavilla de adoradores fetichistas. Porque la película mantiene desde el primer momento hasta el último un mismo ritmo desasosegante. Se zafa del tedio rítmico, se yergue de la lentitud inane, para ofrecernos, bien al contrario, una cadencia sin resquicios para la vacuidad semántica; merced a su solemne tempus, suscita el interés, la sugerencia suspendida en la atmósfera, la intriga de una belleza, una acción y una humanidad mórbidas. Personajes que hablan solo lo preciso en un ambiente de misantropía contenida, de gelidez emocional a la que acompaña, como es obvio, el clima de la salvaje Alaska, la nieve, el frío. Así que, siguiendo una tradición literaria que pervive desde tiempos de la Grecia clásica, los elementos de la naturaleza se mimetizan con el espíritu de sus pobladores, o viceversa más bien. Un escritor y experto en comportamiento lobuno llega al sórdido poblado alaskeño y su papel protagonista está lejos de la fantasmagoría de los héroes hollywoodienses, sin alardes, con humildad y una intervención llena de comedimiento. Lo mismo que el sheriff de la policía local. 
Alexander Skarsgård
Y lo mejor de la película es el reflejo de una belleza hostil, la inquietud y zozobra mantenidas, una extraña atracción que consigue atraparnos en la consecución de los hechos, por mucho que sepamos que no va a haber grandes hazañas, sorpresas, sustos chorras ni acciones vertiginosas. Ni siquiera nos queda claro el sentido de la historia, las razones que subyacen tras el movimiento de las fuerzas malignas que se tratan de conjurar. Importante: como siempre, cuando una película tiene como base del guión una novela, aun cuando ésta sea medio mala —y no digo que se trate del caso, porque no la he leído—, se nota, le da cierta consistencia y enriquece la narración y el perfil de los personajes; aquí, se trata de la obra homónima, en inglés, de William Giraldi.
Seguro que resultará poderosamente atractiva esta película para aquellos a quienes les hayan gustado obras como Déjame entrar (2008, con prescindible versión norteamericana de 2010), esa extraña cinta sueca de vampiros. Hold the Dark (Noche de lobos), a pesar del título que le han colocado en español, no tiene nada que ver con leyendas licántropas, o, si acaso, de manera muy refinada y sutil; pero sí tiene que ver con la vieja visión supersticiosa del cánido salvaje como animal que despierta terrores primordiales del alma humana. Al contemplar esta historia, uno también establece concomitancias y se acuerda del embriagador gusto que deja la aterradora canción de cuna rusa «Tili-tili bom». No es terror, ni suspense, es otra cosa tal vez sin género establecido, desasosiego que imanta.

Para ver ficha de la película: 


Esta misma crítica, publicada previamente en FilmAffinity:  Mis críticas

Tráiler:

 

Película en Netflix: 

Nana rusa «Tili-tili bom», que da más miedo que Putin: