sábado, 24 de octubre de 2015

DOCE HAIKUS MÁS DOS. De Desde el abismo/versos inválidos

El haiku, antigua estrofa o poesía japonesa, uno de cuyos máximos exponentes es Matsuo Basho, s. XVII, se compone por lo normal de 17 moras (5/7/5), que al paso de los caracteres latinos se convierten en sílabas (5/7/5). Tiene que ver con la Naturaleza y un corte abrupto, un golpe, un sopetón, una sacudida. También tiene que ver con el zen, el budismo y el sintoísmo. Se occidentaliza sobre todo con el poeta inglés Reginald Horace Blyth, enamorado de la cultura nipona, castigado por el gobierno británico por su objeción de conciencia frente a la Primera Guerra Mundial, vegetariano (como lo fue Bernard Shaw). Parece que uno de los primeros y más importantes impulsores del haiku en las letras hispánicas es Octavio Paz. Recuerdo haber leído haikus de este monstruo de la cultura hace mucho y no recuerdo que me impresionaran demasiado. Sin embargo tengo un haiku en la cabeza, creo que del revitalizador japonés del s. XX D. T. Suzuki. Me parece de una belleza escalofriante, la del vacío absoluto, y tiene que ver con los que con toda humildad, pero desde el tuétano de lo veraz, constan más abajo. Este haiku debe encabezar esta entrada del blog:

El agua se cristaliza,
las luciérnagas se apagan;
nada existe.


DOCE HAIKUS MÁS DOS

1.
Esta grisura,
ocre se torna otoño,
todo está en ruinas.

2.
Lejos florecen
pretéritos los prados;
agrio el presente.

3.
El arcoiris
en medio del camino,
pluma sin pájaro.

4.
Cimbra el castaño
y sombrea el camino,
tu sexo ha muerto.

Achille Etna Michallon, 1816
5.
Al cementerio
nacen mirtos y dalias
entre los muertos.

6.
Palpita el mundo,
flores, alba y praderas;
muero en su orilla.

7.
Los bosques rojos
clama el cuco a la noche,
llora el cadáver.

8.
Se pudre el sol
en aguas invernales:
nada florece.

9.
Bajo las aguas
arrojo un gran pedrusco,
dentro olvidado.

10.
Juntos andando
entre hayas te amaba.
Se hiela el agua.

11.
En el camino
te nombran los arándanos
mientras yo muero.
 
12.
Yerto y oscilante
colgar de un viejo roble
mañana quiero.
  
13.
Tanto he vivido,
que los helechos lloran
mi infinito ábaco.

14.
Calientes, limpios,
feliz mi cráneo y huesos
sobre el desierto.
Tiermes, verano 2011


En la lírica antigua española encontramos versos que podrían recordar a los haikus, pero el tema es el amor en este que me sobreviene a la memoria ahora, nada que ver con mis 12 + 2, pero decía así y es hermoso:

Porque duerme
sola el agua
amanece helada.

lunes, 19 de octubre de 2015

Todo pasa. Desde un primero de enero de 2012: playa de San Martín, Asturias

Todavía recuerdo, viejo amigo, aquel estreno de año: un primero de enero de 2012. La noche anterior habíamos compartido la cena de Noche Vieja con la tía Rocío y el tío Román y Marianela. Estábamos Mercedes, Guzmán y Blanca, y tú y yo, cómo no, siempre juntos. El de antes y el de ahora, inseparablemente escindidos hasta que la muerte nos vuelva a unir con el telón de fondo de la Nada. Nada, amiga Nada, a quien nadie confiere tu merecido nombre propio y tu mayúscula (con la excepción de ciertas fantasías donde resultas ser un monstruo).
Uno de nosotros con Mercedes
Playa de San Martín, 1 de enero de 2012


Aquel primero de enero nos dirigimos a la playa de San Martín: un remoto lugar casi inaccesible, en mis recuerdos de infancia, donde íbamos juntos en compañía de otros amigos, las hormonas de la sexualidad apenas comenzando a efervescer, para tratar de ver desde los prados de arriba a las mujeres desnudas que acudían a la playa diminuta, en aquella época catalogada de "nudista". Caminábamos desde el pueblo, ¡Poo de Llanes, escenario idóneo para una novela decadente, deliciosamente decadente!, y que, como casi todos los rincones del mundo, ha terminado en un punto más sin personalidad, sin realidad: virtualidad globalizada para los turistas. Caminábamos por sendas y veredas, cruzábamos la ría en cuya arboleda de higueras acampaba en el período estival un grupo nómada de gitanos, transitábamos entre pequeños tramos de bosque y prados hasta ascender a los acantilados. Desde éstos podíamos contemplar el Cantábrico con diminutas islas esparcidas y su loca frente de rocas afiladas, espumarajos de agua salada y ya en su cumbre la hierba, los tojos y los brezos. Pero aquel año que empezaba, aquel primer día del año 2012, nos acercamos tú y yo con nuestra adorada Mercedes, con un Guzmán y una Blanca rebosantes de niñez, y también con Peter Tremp, nuestro querido amigo suizo, y con Marianela.




Qué magnífico comienzo de año. Nadie podía presentir que dieciséis meses después tú y yo seríamos separados con semejante inquina. De hecho, creo que nunca te habría conocido si no es porque aquel Belcebú nos arrojó contra el vacío del asfalto y se produjo nuestra escisión. Después de jugar en la arena con los niños, el aire perfumado de algas y de sal, ascendimos por las veredas caprinas de los acantilados y fotografié el mensaje que había grabado en la arena. Era sencilla la alegoría que en unas horas la mar y su corriente borrarían. Ahora más que nunca ansío el poder de su mecánica, el cumplimiento de su consigna, que el tiempo, igual que la batida de las olas, rubrique la metáfora y nos lleve a ti y a mí con la misma fragilidad de las grafías sobre la blanda arena...: