jueves, 31 de enero de 2019

Sobre el origen del euskera

Sobre el origen del euskera
a propósito del documental:



El formato del documental remeda formatos al uso (sobre todo anglosajones, del National Geographic, etc.) donde se intercala la voz en off junto a imágenes de presunta referencia (unos tipos cortando un árbol en el bosque, la gente paseando por la calle, un bailarín moviéndose al son de txistus y panderos); las entrevistas, con una presentación de cada entrevistado un tanto friki, con la voz del narrador siempre muy solemne se les filma caminando por un parque o por el Campus de su universidad, o en pose interesantona mirando pasar un río con actitud de Tales de Mileto; luego, su rostro en primer plano mirando al infinito (gestos entre beatíficos y aturdidos, con una sonrisa enajenada) con el rótulo abajo y, después, finalmente la entrevista, preferentemente doblada al español, como si no hubieran podido entrevistar en castellano a muchas de las lumbreras filológicas euskaldunas. En fin, dejando aparte el móvil escondido detrás de un documental presentado como aséptico; comento lo que me parece en sentido más filológico.

La primera contradicción es que en el narrador prevalece explícitamente un intento por desmitificar el origen del euskera, pero la dirección de la narrativa hace exactamente lo contrario, profundizar en esa especie de carácter misterioso, arcano, ancestral, mítico. De los presuntos lingüistas que aparecen, Ribero Meneses dice que el euskara y el caló son las lenguas más próximas a la lengua humana original, primigenia; produce mucha risa. La idea de la lengua original es una tontería sin fundamento simétrica a la del pecado original. Este hombre sería al estudio de la lengua lo mismo que un testigo de Jehová a la exégesis de los textos bíblicos. Es una tesis anclada en una concepción lingüística del pasado. Ni Tolkien se habría atrevido ficcionar algo así. No existe tal cosa. Su aseveración categórica de que los fonemas más antiguos de la humanidad en el nacimiento de la lengua (nada más ni nada menos) son /ba/, /za/ y /ga/ es algo completamente fabulesco («esos tres», remacha simpáticamente, «y después vinieron todos los demás», ¡atención, «todos»! Suena realmente científico).Y lo que dice de la evolución de la palabra biza, como origen etimológico del latín vita es desopilante, con esa conclusión donde mezcla la evolución fonética con lo meramente fonológico (esto es, manifestación escrita de la entidad sonora —fonética—): «y luego cambiaron la /b/ por la /v/», concluye y se queda tan ancho. Es de sobra conocido que el latín procede del euskera; ah, no, que es que era la lengua de las cavernas y después ya vino todo lo demás. A excepción del caló, que debió de ser la lengua de los Neanderthales de la cueva de al lado. Este R. Meneses, con su venerable rostro druídico, es el Anacleto de la filología.
Otro lingüista más juicioso, creo que de la Universidad de Gales, Sims-Williams, dice más adelante con razón todo lo contrario: que no se puede hablar exactamente de que una lengua sea más antigua que otra. Son una serie de superposiciones cuya antigüedad reside en los sucesivos superestratos, sustratos y adstratos de los que se va alimentando; a excepción del esperanto o de idiomas técnicos creados exprofeso. Me pareció muy correcto lo que dijo. También me parece muy correcto lo que dice Javier de la Hoz, de la Universidad Complutense y cómo le enmienda la plana al lingüista alemán Vennemann y sus ridículas pruebas para emparentar el euskera con las antiguas lenguas de Europa, basando sus conjeturas en las raíces monosilábicas de la hidronimia. La coincidencia fónica es muy fácil de encontrar cuando se analiza una única sílaba. Esto nos permitiría establecer erróneas familiaridades entre lenguas separadas y sin ningún parentesco factible.



Transcripción fonética de lengua ibera,
en una de sus variantes alfabéticas;
plomo de Alcoy (s. IV a. C.). Imagen
y transcripción tomadas de:
1. IRIKE ORTI GAROKAN DADULA BASK
2. BUISTINER BAGAROK SSSXC TURLBAI
3. LURA LEGUSEGUIK BASEROKEIUN BAIDA
4. URKE BASBIDIRBARTIN IRIKE BASER
5. OKAR TEBIND BELAGASIKAUR ISBIN
7. BIN SALIR KIDEI GAIBIGAIT
6. AI ASGANDIS TAGISGAROK BINIKE
8. [ARNAI | SAKARISKER]
10. DAR BIRINAR CURS BOISTINGISDID
9. IUNSTIR SALIRG BASIRTIR SABARI
11. SESGERSDURAN SESDIRGADEDIN
13. NIRAENAI BEKOR SEBAGEDIRAN
12. SERAIKALA NALTINGE BIDUDEIN ILDU































Mi conclusión sobre las dos cuestiones capitales: EL POSIBLE ORIGEN Y LA SUPERVIVENCIA DEL EUSKERA

EL POSIBLE ORIGEN. 
El documental repasa las diferentes tesis. Creo que yo defendería la procedencia de las antiguas lenguas ibéricas como la más plausible. No sé por qué el narrador, quiero decir el guionista o guionistas en voz del narrador, asegura que la mayor parte de la comunidad filológica rechaza las tesis ibéricas, defendidas entre otros por Humboldt. En el repaso que se hace de las diferentes hipótesis —procedencia caucásica, procedencia bereber, procedencia del hipotético fino-ugrio, procedencia de lenguas primitivas europeas, procedencia del antiguo ibero—, con la que más semejanzas se encuentra, después de todo, es con este último; precisamente en su posible relación con la transcripción fonética de textos iberos (y también topónimos, por cierto, según transcripciones hechas por los romanos o reconstruidas arqueológicamente por la lingüistica actual). De las inscripciones textuales de lenguas iberas se conoce la pronunciación, pero no el significado. Se leen, pero no se entienden. De manera muy intuitiva, esas transcripciones fonéticas muestran un interesante parecido con el vasco actual, a veces sorprendente, flagrante (v. fig. arriba). Exclamamos «¡suena igual!». Las coincidencias léxicas, sonoras, con el resto de lenguas con las que se ha comparado el euskera son mucho menores que las que tiene con la antigua lengua ibérica. También se omite algo muy importante: la influencia sustrática del euskera sobre el castellano, no solamente en la evolución fonética, que hace que el español sea una de las lenguas romances más peculiares en ese sentido (por ejemplo, perdida de la /f/ inicial), sino también en el contagio de estructuras sintácticas y léxicas (muchas palabras del castellano son de origen vasco). A este respecto, se podría pensar en una influencia sustrática —préstamo de palabras de la lengua dominada sobre la dominante, euskera sobre castellano—, pero también, por qué no, en que dicho acervo léxico euskera en el castellano sea el testimonio de un residuo prerromano en el esqueleto de la lengua. Esto es, que la concomitancia castellano-euskera, los rasgos sintácticos que hacen peculiar al castellano, lo mismo que las leyes de su evolución fonética y sus palabras coincidentes,  no sean otra cosa que el cascarón sobre el que se insertará después el superestrato del latín, hasta terminar fraguando la lengua romance resultante en tiempos medievales. Si a todo esto añadimos, como dijo alguno de los lingüistas del documental, el «sentido común» y, añado yo, la teoría de Okham, su famosa navaja, la idea de que, frente a varias explicaciones, tiende a ser cierta la más sencilla, dadas las concomitancias con las lenguas ibéricas, y formando parte de un antiguo territorio común que termina arrinconándose alrededor del golfo de Vizcaya, ¿no es mucho más plausible la hipótesis de que el euskara se encuentre entre el grupo de lenguas no indoeuropeas ibéricas y que superviviera residualmente en valles aislados del País Vasco? ¿No es mucho más plausible esto que tratar de emparentarlo con lenguas fino-ugrias o caucásicas, cuya hipotética conexión es muy difícil de justificar? ¿Demasiado obvio? Tanto que sólo el ínclito, nunca suficientemente bien ponderado Wilhem von Humboldt supo apreciar las evidencias con toda lucidez.

LA SUPERVIVENCIA DEL EUSKERAMe parece bastante hipócrita el que ninguno de los filólogos/lingüistas euskaldunes ponga en evidencia que la supervivencia del euskera se debe fundamentalmente a dos hechos evidentes y contrastables (y no a suertes misteriosas, una vez más la querencia por la mitologización). Primero, su aislamiento en valles con poco o ningún contacto con las sucesivas civilizaciones, fenicia, griega, cartaginesa, romana, visigótica e incluso con el estamento civilizado que representaba la Península ibérica castellano-parlante de tiempos medievales, modernos y hasta contemporáneos; y de otro lado, que su supervivencia en última instancia se debe a la unificación artificiosa y a su normativización mediante gramáticas recentísimas (reconstrucciones con mucho relleno de buró) del euskera batúa —esto es, euskera «unificado»—, del que ni se habla, y a políticas de protección y divulgación lingüística. El euskera se encontraba en vías de desaparición ya desde el siglo XIX y Humboldt tenía razón cuando le pronosticaba, a principios del mismo siglo, una extinción muy próxima. Lo que pasa es que no contaba con el desarrollo de políticas muy activas para introducir una lengua rupestre (nada peyorativo, algo muy hermoso por otro lado) en el ámbito de las sociedades desarrolladas y urbanitas del siglo XX. Sin el primer rescate del euskera a manos del nacionalismo embrionario decimonónico y el impulso institucional en la España posfranquista de las autonomías, tal vez no habría superado siquiera el advenimiento del tercer milenio. El euskera, hace dos o tres décadas se encontraba en una relación de 80% de monolingüismo español en su zona de influencia y un 20% de bilingüismo euskera/castellano, relación que se ha invertido a partir de esas políticas lingüísticas hasta llegar al día de hoy con más de un 80% de bilingüismo euskera/castellano. Lógico que muchos abuelos de Donosti o Bilbao no hablen su euskera ancestral y sí lo hagan sus nietos, que lo aprenden ahora en el colegio. El euskera actual está completamente afectado por una modernización artificiosa y una cantidad de neologismos o adaptaciones derivativas que la convierten en en una lengua Frankenstein. Su pronóstico de perdurabilidad depende de hasta dónde se quiera llevar el experimento, que supongo ad infinitum.

Se echa en falta siempre la atención a los rasgos prosódicos de las lenguas. El lingüista Gorrochategui, a quien se entrevista en la parte final del documental, por ejemplo, habla un euskera con prosodia completamente castellana. La musicalidad, la entonación, el ritmo, la pronunciación, a estos rasgos apelamos al hablar de prosodia. Es lo que sucede cuando se incorpora de manera forzada, por aprendizaje como segundo idioma, una lengua con sus propios rasgos prosódicos en tu estructura matriz, sin haber aprendido la lengua meta por contagio social en su ecosistema natural, como lengua materna.
Y luego está la idealización rupestre alrededor de la lengua y concepciones decimonónicas, románticas, sobre el alma de los pueblos; todas las ridiculeces que la ciencia lingüística rechaza. Los bailecillos del folklore vasco, el culto al árbol, todos esos rasgos populares también han sido actualizados como si se tratara de señas de identidad inmortales. Inmortales y únicas, como si no existiera el folclore en más partes del mundo o no se adorase a los árboles en las más variadas civilizaciones antiguas. Patrañas. Más allá del conocimiento arqueológico como acervo cultural, que es lo que parece más riguroso, ¿qué importa que las lenguas muten, evolucionen o incluso desaparezcan? Los perpetradores del Génesis bíblico señalaban como un castigo divino la escisión de la Humanidad por medio de su atomización lingüística en el mito de la torre de Babel; sin embargo, desde el siglo XIX y, sobre todo, con la posmodernidad del XX (que nos trae por otro lado valores éticos muy estimables), una mayoría de intelectuales y ciertas cavernas políticas —nacionalismo— creen descubrir en la homogeneización cultural y la pérdida de identidades, idiosincrasias étnicas y lenguas aparejadas un desastre de lesa humanidad. No lo tendría yo tan claro, sobre todo si para defender las culturas minoritarias se necesita pasar por los tajos asesinos de las hoces, «contra el opresor», claro. A mí lo importante me parecen las personas, no lo que hablan. Claro que produce cierta tristeza la desaparición de etno-culturas minoritarias, pero si al disolverse y perder su lengua primitiva mejora su calidad de vida, ¿no es más importante esto? Estamos todavía muy intoxicados por el Romanticismo.
Se puede aquí parafrasear con cierta malicia irónica al gran poeta vasco Gabriel Celaya: las políticas lingüísticas son un arma cargada de futuro. La semilla para la diferenciación forzosa está plantada y bien plantada.Casi nadie, lingüista, político, periodista o ciudadano común se atreve a poner en solfa los espurios valores de lo identitario. No siempre es rechazable lo «políticamente correcto», porque en ocasiones no supone otra cosa que respetar al prójimo; sin embargo, la veneración obligatoria al idealismo del «espíritu de los pueblos», como si al negarlo estuviéramos atacando la libertad, parece una consigna políticamente correcta en su variante más ridícula.
Me gustó el documental.