viernes, 10 de agosto de 2018

"Descanso", de Partículas sin partitura

Ayer noche, en este pueblecito del norte, estribaciones de los Picos de Europa por el lado donde no existe el mar, cayó la noche en un día de agosto transformado en otoño. Noche de viento frío y cielo translúcido. Sin competencia de luna, las estrellas se adueñaban del hondón insondable.
Me encerré en mi aposento. Necesitaba de la medicina de un poema. Un poema específico. Pero no encontraba ninguno que disparara derecho a mi desesperación. Quería aplacar el dolor entremezclado siempre del cuerpo y de su ánimo aparejado. Feliz unión cuando el cuerpo no emite señales infernales y es simple campo de la neutralidad o templo del placer; unión monstruosa cuando las huestes del sufrimiento se atrincheran entre el hueso y la epidermis. Abrí el archivo del último poemario que acabo de inaugurar apenas hace unos días: yo mismo tenía que producir ese fármaco de versos. Bastaron veinte minutos para este regurgitado contra la desesperación:


DESCANSO

Se agrupan las orugas urticantes
a lomos de este fragmento vivo,
la ciénaga del cuerpo malherido.
En el sollozo enmudecido
se ciernen las bridas de metálicos aguijones
y una superstición, un espejismo,
un optimismo equívoco se alberga:
¿habrá respiración o droga o artimaña
faquir para este duelo
de oscura permanencia?
Huele a música final este minuto
de aspiraciones doblegadas
y en el frío de bosques inmediatos
esta noche de congeladas estrellas
los druidas se mofan en silencio
con sus conjuros de hogueras criminales.
¡Tanta vida! ¿Dónde queda?
¿En qué brasero de recuerdos ¡tanto amor!?
Que ya se pulverice esta carne
sin más dueño que la noche;
que cese la tortura de las tardes
de espinas calcinantes
y albergue algún desierto
estos huesos de alegre calcio sin sentido,
calientes bajo la tierra
sin calor;
sin dolor,
arqueológico esqueleto de la nada.
No ser. No estar. Por fin el polvo
prometido.
Hermosa calavera entre las rocas.


Segundo poema de Partículas sin partitura, Llamera, León, agosto de 2018.

Junto al aposento, horas antes, 
Irina, amiga de Blanca, quien agarra a su padre, 
sujeto poético, a cuya izquierda se encuentran 
su hijo Guzmán y su mujer