lunes, 17 de octubre de 2022

El mayor de los duelos, ser huérfilo

   Peor que cualquier desgracia que pueda acaecernos sobre nuestra misérrima persona sería padecer la muerte de un hijo.

     La palabra huérfano describe al hijo sin padre o madre o sin ambos; peor y más antinatural resulta el padre o la madre que han perdido a un hijo/hija, trágica consecuencia que parece, valga el retruécano, precisamente huérfana de un término que la defina o incluya. Creo que la misma Real Academia putrefacta se plantea aceptar en su Observatorio de palabras —en este caso lo haría con buen criterio y justicia léxica, aunque se muestra todavía renuente— la palabra neologismo huérfilo, propuesta ignoro por quién.[1] Sería apropiado incluirla sin empacho en nuestro vocabulario y usarla. La Academia habla de la posibilidad de utilizar una segunda acepción de huérfano o la perífrasis huérfano de hijo.

Premier deuil (El primer duelo), William-Adolphe Bouguereau, 1888. Abel yace exangüe sobre las piernas de su padre Adán, quien consuela al mismo tiempo a Eva —debía de ser cuando todavía era buena chica—, también con muy poca sangre, a juzgar por su color cetrino. Caín debe de encontrarse escondido detrás del edificio humeante o a saber de qué algún otro escondrijo del por poco tiempo Paraíso; ¿o ya ni eso?, porque el campo parece un erial, el cielo, un horror sin el menor atisbo de claridad azul, fúnebre como esa confusión humana de pies, brazos, manos. 




[1] Padres de la Federación Española de Padres de Niños con Cáncer intentan que la Real Academia Española (RAE) reconozca una palabra que defina ese dolor, huérfilo. 2017.