sábado, 23 de octubre de 2010

"Sobrecuadros", mirada alucinada e irónica sobre: El festín de los dioses (1514)


El festín de los dioses, de Giovanni Bellini.
Sólo leer cualquier comentario de pulcra ortodoxia académica sobre esta pintura, y el escándalo, la juerga y el cachondeo están servidos. No tendré que esforzarme mucho para ironizar con este cuadro, estando yo por otro lado alucinado, maravillado, perplejo ante su hermosura. Ahorraré comentarios que pueden encontrarse por ahí acerca de su procedencia, historia y actual asiento. Sobre Bellini tengo una biografía en casa, un pequeño librito de una colección antigua de biografías y que nunca he leído, la verdad (lo adquirí hace tropecientos años en la feria del libro antiguo de Madrid, creo recordar). -Me levanto, lo busco y no lo encuentro-. Cuando lo halle entre alguna de las cajas que todavía están cerradas desde la última mudanza (hace casi tres años), lo leeré rápidamente. Como no sé de iconografía ni siquiera lo necesario, y por mucho que uno de vez en cuando se encuentra con la mitología griega en la literatura o en las artes plásticas y sin querer repasa un poco su larga lista de personajes, como uno no ha perdido el pudor, no voy a hablar pormenorizadamente de cuál es la nómina de dioses y diosecillos que aparecen en este óleo del siglo XVI. Simplemente responderé a esas sugerencias espontáneas, que son muchas, nacidas de la contemplación de una pintura tan repleta de detalles.
El dios que sirve vino agachado es Baco -según nomenclatura romana (Dioniso entre los griegos)-, que tiene olímpicamente borracha a toda esta panda de dioses y acompañantes. Es un Baco niñato, que recoge un vino muy claro de un tonel de madera. Con la ingenuidad prerromántica de los artistas, las escenas de los dioses romanos o griegos, como cualquier otro episodio mitológico o histórico, se representan sin ningún rigor arqueológico y aparecen los personajes vestidos con ropajes propios de la Venecia de la época del artista. Es verdad que desde el siglo XVIII los pintores comienzan a ser más respetuosos con las modas. Hoy se hacen películas o se escriben novelas supuestamente históricas donde se intenta fracasadamente representar el pasado; no porque no logren reconstruir arqueológicamente cómo era la moda y las costumbres más básicas de otros tiempos y así consigan acercar el vestuario a un atrezo mínimamente verosímil, no, sino porque les sucede que cometen graves faltas de anacronismo con el comportamiento y las actitudes de los personajes. Podríamos hablar de una falta de rigor arqueológico-psicológico.
El dios rijoso Príapo trata a la derecha de la escena de levantar las faldas a una mujer, al parecer la ninfa Lotis, quien por otro lado muestra su pecho candoroso con descaro. El salido por antonomasia aspiraba a poner en caliente su siempre enhiesto ciruelo. Esta historia figura en un libro de Ovidio, Fasti, y según cuentan que cuenta, el rebuzno posterior del burro de Sileno despertó a la descocada ninfa y arruinó su plan, que en el fondo no era otro que follarse a una dormida.
Como es arte y es renacentista, llega a nuestros ojos esta escena y la primera tentación del burgués es exclamar con moral candidez, ¡oh, que hermoso cuadro! Pero no es otra cosa que un canto a la juerga más desenfrenada. Fíjense en el tipo de verde con perilla, detrás de una fuente de frutas, cómo mete mano a la señora de su derecha. A su izquierda, otra señora coloca una teta muy próxima al rostro de ese otro personaje que trata con dificultad de concentrarse en su cuenco de vino. Debe de ser Apolo, por el laurel y el instrumento en la otra mano.
No hay mujer del cuadro a la que no se le haya salido una teta del vestido, excepto a la que meten mano.
Atrás, hacia el centro, sentado al naturálibus de perfil, con corona de laurel, hay un tipo que no sé qué hace o aspira. ¿Bebe con pajita? ¿Chupa algo? ¿Fuma algo? No sé.
Los faunos trasiegan sin parar trayendo vino de algún sitio. En las montañitas de atrás se ven algunos faunos más en continua acción.
A mí los paisajes artificiosos de estos cuadros me gustan, entro en el juego teatral y me los creo porque me apetece. El pajarico del árbol me recuerda a un loro que yo tengo.
A la izquierda de la ninfa Lotis hay una cuba sin asa, con un letrerillo muy moderno, y una copa de vidrio cargada de espeso vino tinto.
No hay personaje en el cuadro que no esté beodo y en actitud de búsqueda copulatoria, excepto el dios del orinal metálico en la cabeza, Hermes, que mira con cara algo imbécil a la ninfa Lotis o a su teta, mientras le cuelgan los testículos al fresco de sus faldas.

3 comentarios:

  1. Eres auténtico. Ese toque de humor, genial.

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  3. Muy agradable compañía. Parece que el motivo más relevante es esa historia de Ovidio. Ese loro de perfil es más bien un faisán. Hermes (Mercurio) junto a Zeus y su águila, parece haber arrojado su copa mientras observa perplejo a dios Príapo. Junto a él esta ese atrevido sujeto de la perilla que por el tridente en el suelo, es el dios Poseidón (Neptuno) que acaricia a la diosa Proserpina (Cibeles) que sujeta un trocito de membrillo que simboliza el matrimonio y otras uniones. La mujer arrulla con su pecho a Apolo (Febo) junto a su lira, es la diosa Deméter (Ceres) por su corona de espigas. El personaje al naturálibus es el fauno Pan que realidad toca una flautilla (flauta de pan) padre de Sileno, dios de las fuentes, manantiales y el vino (hay a sus espaldas un bello manantial). No podía faltar el pequeño Dionisos (Baco) de donde vienen los sátiros silenos. Parece que originalmente el fondo del paisaje de Bellini era todo arbolado y que Tiziano lo modifico añadiendo la montaña y el manantial, lo que le añade más profundidad y misterio. Gracias por dejarme comentar*** -Siempre estimula mirar lo que miras...

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