domingo, 3 de octubre de 2010

Sobre los libros devueltos



¿En qué sentido? No me refiero a la romana asistencia al vomitorium para evacuar por vía gástrica algún atracón libresco, sino a la ilusión que proporciona el libro que algún día prestamos y nos llega de nuevo a nuestras manos. Llega con las notas que le hicimos. Lo tomamos entre nuestros dedos como quien recibe a un amigo que ha envejecido, lo vemos cambiado y tememos no conocerlo tan bien como pensábamos; su cubierta, la imagen inicial ya nos es algo extraña, pero abrimos sus páginas, como si nunca antes lo hubiéramos desflorado, y viene lo peor: los párrafos marcados por nuestro lápiz o incluso por el más indeleble bolígrafo se han despeñado por los insondables abismos de nuestra memoria. Adiós dulces datos que tanto placer nos habíais proporcionado. Adiós frases que tanto vértigo intelectual nos habíais provocado.




En un maletín de los que suelo llevar de viaje con algunos libros y cuadernos, encuentro un libro que le había dejado a mi padre: Autobiografía, de Charles Darwin. Yo, que soy ignorante en todo, pero particularmente en ciencia (una vergüenza para mi científico padre), leí este librico hace no tanto, hacia el invierno o la primavera del 2009. Sí, supongo que cuando proliferaron las publicaciones sobre el autor de El origen de las especies, a partir del 200 aniversario de su nacimiento (12 de febrero de 1809). Que lo leí, lo demuestran mis notas, mis subrayados. Recordaba el aura general de su lectura, y la huella, digamos sentimental, que me dejó su autor. Esta insignificante autobiografía desde el punto de vista científico, refleja sin embargo a mi parecer el calado ético de Darwin. Una bella persona y un auténtico amante de la naturaleza. También recordaba del libro que no hay genio sin trabajo y ambición. Hice el esfuerzo por memorizar y lo conseguí a duras penas el dato anecdótico que aparece en la breve introducción, escrita por Martí Domínguez, de la Universidad de Valencia, sobre el origen del término "agnóstico". Fue al parecer Thomas Henry Huxley (el abuelo biólogo de Aldous) quien lo acuñó para defenderse de las acusaciones de parte de la Iglesia y algunos obispos, declarándose a sí mismo como "ignorante" en ciertos temas, que es lo que significa "agnóstico", sin conocimiento.


No puede haber nada más razonable. Declararse ateo es como la insumisión en las posiciones religiosas, mientras que el agnóstico toma una postura de pura objeción, no beligerante.


Algunas cosas que subrayé en este pequeño libro que me dio placer:



Mi padre era muy sensible, de modo que muchos sucesos le irritaban o apenaban considerablemente. En cierta ocasión le pregunté, cuando ya era anciano y no podía caminar, por qué no salía en coche para hacer ejercicio. Él me respondió: "Cualquier carretera que parta de Shrewsbury está asociada en mi mente a algún acontecimiento doloroso". En general, sin embargo, tenía muy buen ánimo. Era fácil hacerle enfadar, pero como su amabilidad no conocía límites, la gente le tenía, en general, un afecto profundo.



Como adelantado a su tiempo, sobre lo innato, dijo:



Tiendo a estar de acuerdo con Francis Galton en que la educación y el entorno influyen sólo escasamente en nuestra manera de ser y de pensar, y que la mayoría de nuestras cualidades son innatas.



En fin, aunque resulte grotesca mi disconformidad, creo que la educación y el entorno pueden también hacer mucho; si no, la humanidad no tendría remedio. ¿Y lo tiene?



A Darwin le terminó por no gustar la poesía y dice lamentarlo. Quizá simplemente se concentró en otras cosas y a él se lo vamos a perdonar:



En cuanto a otras aficiones diversas no relacionadas con la ciencia, me encantaba leer libros variados y solía pasar horas sentado leyendo las piezas históricas de Shakespeare, generalmente junto a una vieja ventana abierta en las gruesas paredes del colegio. También leía otras obras poéticas, como las recién publicadas de Byron, Scott y las Estaciones de Thomson. Lo menciono porque, más adelante, perdí por completo, y lo lamento, cualquier placer en todo tipo de poemas, incluido Shakesperare.



Me gusta particularmente esta expresión cándida de su entusiasmo por la naturaleza:



En mi simplicidad, recuerdo haberme preguntado por qué los miembros de las buenas familias no se hacían todos ornitólogos.




Su sinceridad y hasta cierto punto ingenuidad:



[...] me convencí, por diversas circunstancias menores, de que mi padre iba a dejarme en herencia suficientes bienes como para subsistir con cierta comodidad, aunque nunca imaginé que llegaría a ser tan rico como soy.



Disponía de una buena sensibilidad musical:



[...] solía ajustar mis paseos para llegar a tiempo de escuchar entre semana el motete de la capilla del King's College, lo cual me producía un placer tan intenso que a veces sentía un escalofrío que me recorría la espalda.



Otros rasgos definitorios de su sencillez y hasta cierto punto reflejo de lo que comúnmente entendemos por una buena persona, son sus continuas pero no falsas muestras de modestia:



No obstante, tengo un oído tan malo que soy incapaz de percibir una disonancia o llevar el compás y tararear correctamente una melodía, así que es un misterio cómo he podido obtener placer de la música.



A mí me gustan mucho los escarabajos. En general, me apasionan los insectos. Tengo un par de guías, y en verano intento salir algún día a buscarlos, examinarlos y soltarlos otra vez. Como ni soy biólogo ni coleccionista (demasiado inconstante ni para ser coleccionista ni, dicho sea de paso y sin que tenga nada que ver, para mantenerme firme en ningún vicio) ¿para que voy a sacrificarlos pinchándolos sobre un corcho? Intento ser de aquellos pocos que no matan ni a las moscas, sino que les abren las ventanas para que se vayan. Sólo en cierto pueblo de Soria donde solemos veranear unos días, con mi hijo Guz, traemos alguno a casa, lo localizamos en la guía, leemos algo de él, lo paralizamos en alcohol o en el congelador, y lo pinchamos en un corcho enmarcado. Así que me gusta esta coincidencia con un genio, que dice:



[...] ninguna de mis dedicaciones en Cambridge fue, ni de lejos, objeto de tanto entusiasmo ni me procuró tanto placer como la de coleccionar escarabajos.



Sobre su orientación hacia la ciencia:



[...] mi amor por la ciencia se impuso gradualmente a cualquier otro gusto. Durante los primeros años revivió mi antigua pasión por la caza con una fuerza casi plena, y cacé por mí mismo todas las aves y animales de mi colección; pero poco a poco fui dejando el arma a mi criado cada vez más, y al final por completo, pues la caza constituía un obstáculo para mi trabajo, sobre todo para la comprensión de las estructura geológica de un territorio. Descubrí, aunque de manera inconsciente e irreflexiva, que el placer de observar y razonar era muy superior al de las destrezas y habilidades deportivas. Los instintos primigenios del bárbaro dieron paso lentamente a los gustos adquiridos del hombre civilizado.



Je, el silogismo que se extrae de los dos últimos puntos.



Sobre el gradismo progresivo en la pérdida de la fe, me gustó mucho cómo lo expresa, porque coincide con lo que yo experimento:



Así, la incredulidad se fue introduciendo subrepticiamente en mí a un ritmo muy lento, pero, al final, acabó siendo total. El ritmo era tan lento que no sentí ninguna angustia, y desde entonces no dudé nunca ni un solo segundo de que mi conclusión era correcta. De hecho, me resulta difícil comprender que alguien deba desear que el cristianismo sea verdad, pues, de ser así, el lenguaje listo y llano de la Biblia parece mostrar que las personas que no creen -y entre ellas se incluiría a mi padre, mi hermano y casi todos mis mejores amigos- recibirán un castigo eterno.



Como soy epicúreo al cien por cien, me es obligado citar esto:


[...] otras consideraciones nos llevan a creer que, en general, todos los seres sensibles han sido formados para gozar de la felicidad.


Es particularmente interesante cuando Darwin habla de otros (Humboldt, Owen, Babbage, Carlyle...), pero como las citas son largas y es tarde, tengo que sacar al perro (afuera diluvia y sopla endemoniadamente el viento), darle de comer, lo mismo que al loro, lavarme los dientes y acostarme (y encima todavía quiero leer algo, porque se acaba la gracia del domingo), que quien quiera coja el libro y lo lea, que le gustará. No me resisto: Babbage: "Sólo hay una cosa que odio más que la piedad, y es el patriotismo".


Como resumen de esas cualidades humanas que dimanan del libro, cito el colofón del propio Darwin:


Por tanto, independientemente del nivel que haya podido alcanzar [¡!], mi éxito como hombre de ciencia ha estado determinado hasta donde me es posible juzgar, por un conjunto complejo y variado de cualidades y condiciones mentales. Las más importantes han sido el amor a la ciencia, una paciencia sin límites al reflexionar largamente sobre cualquier asunto, la diligencia en la observación y recogida de datos, y una buena dosis de imaginación y sentido común. Es verdaderamente sorprendente que, con capacidades tan modestas como las mías, haya llegado a influir de tal manera y en una medida considerable en las convicciones de los científicos sobre algunos puntos importantes.


No se hace idea.
















Charles Darwin, Autobiografía, José Luis Gil Aristu (trad.); Martí Domínguez Romero (intr.), Pamplona, Editorial Laetoli (Biblioteca Darwin), 2008.
































1 comentario:

  1. El árbol genealógico tiene sus ramas y sus preferencias según el peso de sus frutos: Sir Thomas Henry Huxley fue un evolucionista uno de cuyos nietos, Aldous Huxley, enfant gâté de la lengua inglesa, sería el autor de "The Doors Of Perception" y se convertiría en un escritor profético. *Saludos*

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