martes, 25 de enero de 2011

Los fumadores de Teniers, la ley Sinde, los jubilados y Bertrand Russell


Fumadores en un interior, David Teniers


Aceptemos una premisa antes de hacer ningún juicio directo sobre política: la organización humana en estados supradesarrollados y entrelazados entre sí por el comercio y la guerra, según una clara tendencia evolutiva de la historia, conducente al supracontrol del individuo a través de nuevas claves tecnológicas, me da igual el sistema de gobierno que se establezca en cada partícula de la gran futura megápolis (Toynbee), es el único camino posible. A mí no se me ocurre que ninguna comunidad de hombres y mujeres libres puedan por cuenta propia desarrollar un modelo diferente de sociedad. Así que la premisa es aceptar que esto es lo que hay, que los estados legislan inevitablemente y que vivimos en un mundo de normas autoimpuestas. Suponiendo que, hasta hoy, en democracia, tales leyes, normas y decretos se hayan construido en beneficio de la armonía social y a favor del respeto a los individuos y sus derechos, suponiendo, podemos hacer una pequeña reflexión sobre ciertas normas a las que nuestros gobernantes nos están sometiendo. Para describirlas (me gusta decir "describillas", para evocar al bueno de Cervantes), utilizaremos epígrafes vulgares, como los que usamos en coloquios de amigos o compañeros de trabajo:
1. La ley antitabaco. Ningún argumento a favor del libre consumo de tabaco en lugares públicos puede tener alguna lógica. El aire, en su estado natural -aparte de la contaminación derivada de la actividad industrial de los humanos-, aquel espacio intangible bajo el cual los hombres nos movemos y respiramos, está compuesto de hidrógeno, 78%, otros gases en mucho menor medida, 1%, y un 21% de oxígeno. Si alguien introduce dióxido de carbono en dosis elevadas a través de un cillindro de papel relleno de hojas secas de tabaco, dará olor y contaminará el ambiente. En esta situación, sólo puede tener derechos aquel que quiere respirar el aire tal y como se presenta en su estado natural, el otro se tiene que aguantar, porque su costumbre de expulsar humo por la boca y a través de la propia combustión del pitillo afecta el espacio de los otros. El límite es ese. Porque muy pocos fumadores verían lógico que en espacios públicos ciertos ciudadanos pudiera fumar coca u opio (bajo justificación de su propia libertad individual de hacer lo que ellos quieran), y entonces, ¿dónde está el límite? El límite es la contaminación que según dicen parece inevitable, la de los coches, la industria, las fábricas... A mí me parece que con ésa tampoco deberíamos transigir. Ahora bien, si hubiera un club de fumadores de Teniers me apuntaría.
2. Ley Sinde. A esta señora, en calidad del cargo político que sustenta, le ha tocado encarnar el papel de ministra del Leviatán. El mundo humano, esta magnífica fábrica de injusticias y planteamientos absurdos, ha llegado evolutivamente a Internet, la logosfera, la red de libertades. Esto lo ha permitido el progreso, pero el progreso incluye en su cartografía el control total, e Internet nos ha engatusado con un cierto sentimiento de libertad, aunque sea virtual. Así que la parte se opone al todo. El organismo debe autoamputarse un miembro, y si es necesario lo hará con todas las consecuencias, aunque pueda generar una revolución. A nivel más pedestre, podemos analizar la situación de la siguiente forma: ¿por qué un gobierno decide legislar tan rigurosamente algo que afecta poco en el cómputo de los problemas universales y sin embargo el tráfico de drogas, el tráfico de armas, la pobreza mundial, el hambre, la esclavitud sexual, la trata de humanos y un largo etcétera de atrocidades logran su prosperidad y parecen levantar menos revuelo? La política es la representación más exacta de la mezquindad, la política es una ignominia. Su acción se guía por el interés electoral, la publicidad o fuerzas mayores como la presión de lobbies, mercados más o menos ocultos, poderosos capitales u otra serie indemostrable de poderes fácticos. Así, detrás del canon digital o la repugnante ley Sinde existen presiones no tan difíciles de imaginar, deudas que pagar y otras inmundicias políticas. Yo nunca he descargado de Internet una película española contemporánea, pero sí he bajado películas de cine negro americano de los años 40 y 50, ¿por qué debemos aceptar estas prohibiciones generalizadoras, aplastantes, fascistas, estalinistas, qué sé yo? Los políticos son humanos inanes, pequeñas almas sin conciencia, con poder de emasculación sobre gigantes, sobre hombres y mujeres de espíritu elevado, sobre sociedades enteras, corrientes culturales, inteligencias superiores; nada se le pone por delante a un emasculador o una emasculadora profesionales.
3. Es desesperante ver que la cultura y los grandes pensadores dejan tan poca huella. La política sigue la senda, desbroza y favorece un progreso deshumanizado, vertiginoso, de pura producción industrial, de consumo desaforado, alimenta la caldera de un tren desbocado que aguarda su estrellamiento final o la caída a los abismos. Un partido socialista dice que es de izquierda. La izquierda civilizadora procedente del pensamiento ilustrado cree firmemente en la libertad. La longevidad no debe estar al servicio de la producción y el consumo, del trabajo hasta el final. Aparte de argumentos elementales como que quien cotiza una cantidad al mes debe percibir eso mismo que cotizó porque es suyo, no porque ningún Estado le haga un favor, que es cierto, aparte, existen razones mucho más poderosas. Para eso, nada mejor que rescatar un ensayo de en torno a 1935 escrito por Bertrand Russell: Elogio de la ociosidad.
También pertenecería a su club de fumadores

Se pueden encontrar en Internet grandes fragmentos de él, pero lo mejor es ir a comprarlo inmediatamente, o sacarlo en una biblioteca, y leerlo de pe a pa. La desgracia es que el filósofo se equivocó y ése no parece ser el futuro. Detesto a los políticos, pero son singularmente viles los que traicionan ignorante o perversamente la ideología de la que, de forma falaz, hacen gala.

Pero es que también somos muy ingenuos, porque la palabra socialismo es muy sospechosa siempre, y la auténtica izquierda se encuentra en otro lugar muy alejado de sus planteamientos y sus infames mixtificaciones. No entienden absolutamente nada, no saben lo que es libertad, parecen actuar despreciando la naturaleza humana por completo, porque el ser humano recoge tantas excepciones como todas las letras de cada una de las leyes que los políticos escriben.

domingo, 23 de enero de 2011

Los días que están transcurriendo en estos meses de invierno corren deprisa. El frío ha regresado para recordarnos que aquellos días bonancibles durante las Navidades y en los comienzos de enero no fueron sino un paréntesis provocado por la extravagancia climática de las últimas décadas. No discutiremos aquí sobre la verosimilitud de las teorías sobre el clima, aunque cabe apostillar que también hay quienes niegan la evolución de las especies. Se dijo que sobre gustos no hay nada escrito, y sabemos que es lo contrario: todo cuanto existe escrito es sobre gustos. Gustos y conveniencias, que es un tipo de gusto de carácter extremadamente pragmático.
La empresa y su día a día me ha absorbido como un agujero negro. Ni va bien, ni va mal, pero exige un ritmo de trabajo constante. Para un escéptico contumaz sobre el sistema de rección universal, estar untado de crematística existencia es un experimento literario, no tanto un ejemplo de incoherencia. La incoherencia existe allí donde hay doctrina, y mi salida de tono no corresponde a ninguna ideología en concreto. No sé si se comprende mi sentido del humor, sé que es extraño, pero la crisis sistémica no tiene arreglo y es un sálvese quien pueda. En eso andamos.
De mis últimas lecturas tengo que decir que El sueño del celta me dejó algo indiferente, no porque no se sujete la novela a un canon estricto y esté bastante bien escrita (sin maravillar), sino porque es prolija para tan poco y tan dudoso personaje, al fin y al cabo. Es Roger Casement un tipo cuya mejor baza moral es haber denunciado y combatido las injusticias cometidas contra la población autóctona del Congo en tiempos de colonización belga. No está mal. Era nacionalista irlandés y de inclinaciones pederastas. Le gustaban los efebos congoleños.
A mí, la novela me pareció, dentro de su corrección formal, proveniente de la veteranía del autor, una obra insulsa. El premio Nobel tiene su apoyo en obras de mucho mayor fuste y tensión literaria, que en ésta faltan.

Leo El testamento del hijo pródigo, de Soma Morgenstern, y esto son palabras mayores.
Hay redes azarosas, y el nombre de Soma Morgenstern me hizo recordar a Somerset Maugham (sólo se parecen en el nombre, claro está, porque se trata de autores sin parentesco literario), de quien leí hace muchos años varias novelas. Recordamos haber disfrutado una enormidad con El filo de la navaja. Y resulta que existe una película, y con esta inmediatez que permite Internet, aprovechando una leve convalecencia del fin de semana anterior por gastroenteritis, la veo en la pantalla del ordenador, mientras permanezco embutido en mi cama. La película recoge la moralina americana de aquel entonces y la coloca de rondón en la historia del joven Larry Darrell, cuando Somerset Maugham quiso componer una novela de iniciación, de búsqueda intelectual y espiritual, y para nada se pueden encontrar en él esos zafios visos moralejantes. Un insulso Tyrone Power hace de Larry. La peli está bien, pero es otra cosa, y aunque tengo lejana y muy olvidada la lectura de la novela, creo recordar que casi nada tiene que ver con ella. Por ejemplo, todo el proceso de lecturas en el que se sumerge el protagonista en su retiro de París, embaucado en la lectura (creo recordar) de Kant. Esa parte intelectual de la obra original está completamente perdida en la película. En general, todo el proceso de cocción intelectual e iniciación del protagonista, la lenta evolución de su mundo interior, está mal explicado y su aprendizaje resulta casi inverosímil en la película, que acude a torpes elipsis temporales. Pero como obra independiente se puede ver con gusto.

Antes que esta película, vi dos de las últimas de Woody Allen a las que no alcancé a ver en el cine. Conocerás al hombre de tus sueños y Si la cosa funciona (Whatever Works). Recomiendo esta última, Si la cosa funciona; disfruté mucho con ella. ¿Por qué me gusta siempre Woody Allen? No sé, pero con muy pocas excepciones (Poderosa Afrodita es sin duda una) siempre lo puntúo por encima del siete.
Quiero releer algo de Somerset Maugham y lo voy a hacer ahora mismo. Adiós, ego.

miércoles, 12 de enero de 2011

Noble eclosión

Muy de Hermann Hesse es aquello tan retóricamente espiritual de que algunos seres que vemos semejantes a los humanos no han alcanzado en realidad este estatus, y permanecen en una fase previa en esta particular metamorfosis del alma. La cosa no puede ser más boba, porque es un desliz etológico-metempsicótico (¿cuál es el adjetivo de metempsicosis?). Pero vale como metáfora, y decía Hesse que algunos se quedan en lagartijas o en ratas o en lo que sea, y no llegan al final de sus días a ser hombres en su total desarrollo. La diferencia entre Hesse y yo (entre otras, claro) es que él se pensaba seguramente metamorfoseado en hombre y yo de mí no estaría tan seguro. No sé qué clase de animal, pero tal vez un cabestro o un mono barrigudo, que no está lejos en la escala evolutiva de nuestra especie.


No soy ni sombra de lo que seré

El día que al menos me dedique a lo que quiero, seré un mono feliz. Subimos peldaños, pero la excelsitud espiritual es algo para lo que necesito un par de reencarnaciones o tres. Tres generaciones para formar un caballero. Pues eso.


Remedio a desalientos
y vestigios de sombra,
se apociman las palabras
en caldo resurrector de ambages y cimientos;
borbotea dentro un ser distinto
―como el príncipe Jenri,
crisálida gamberra y luminosa
para la regia eclosión de ser al fin Enrique IV―
pero no halla nunca el punto de inflexión,
la gravedad postrera
que rompa el cascarón de
la sutilidad.
¿Qué decepción final nos hará mudos?


Extraído de En honor de la verdad.
Este poemilla bien podría terminar como "¿qué decepción final nos hará libres?", porque en el contexto tienen mucho que ver.


NOTA siete años después: gracias a la lectura de Alex Baer, vuelvo sobre esta entrada escrita hace más de siete años. Sabemos que el azar es lo menos azaroso que existe, pero a veces esta cuestión de la casualidad alcanza dimensiones grotescas. Al pie de la imagen de una sombra de rana a través de una hoja de árbol escribí: "no soy ni sombra de lo que seré". Cito a Hermann Hesse para hablar de metamorfosis, como introducción a un poema, un poema del que recuerdo muy bien dónde lo escribí, al menos en su primera versión: en la sala de espera de Urgencias en el viejo hospital de Oviedo, donde Mercedes y yo esperábamos a que nuestro hijo Guzmán fuera atendido (él tenía entonces ocho años). La sorna del azar es que no sabía entonces que me iba a reencarnar en vida, y dos años y tres meses después, en Querétaro, México, iba a sufrir un accidente de moto del que resultó esta tetraplejia. ¿Qué connotación adquiere entonces aquella extraña premonición de "no soy ni sombra de lo que seré"?



lunes, 3 de enero de 2011

Ha pasado mucho tiempo desde la última entrada, demasiado tal vez. La pertinacia de la realidad corrobora mi intuición previa cuando decidí apellidar a mi Diarius con el parlante título de Interruptus. Finalmente, pese a su connotación sexual, es evidente que nada puede haber resultado más descriptivo para mi blog, pues será siempre interrupto y quizá incluso ocasional.
Las Navidades dejan en la memoria un importante poso de recuerdos, todavía muy recientes. Desde mi última entrada han sido algunos los libros leídos, las músicas escuchadas, menos las películas vistas, y más los acontecimientos humanos experimentados.
Debo hablar en primer lugar de mi padre. Le suspenden el tratamiento para evitar males mayores. Como lo veo de forma inconstante y no de seguido, sólo cuando venimos a Madrid veo sus cambios con más rigor del que pueden apreciar quienes lo ven regularmente. Y tengo que decir que me impresionó mucho en los días previos a Nochebuena el mal estado en que encontré a mi dilecto progenitor. Hinchado, ancianizado, cetrino, los ojos velados. No sé. Luego lo he visto mejorar un poco. En Nochevieja lo vi mejor, pero a su alrededor comienza a percibirse un coro de consejos bienintencionados por los que mi padre debe de sentir en su fuero interno un cierto desdén. Ni cree en algas milagrosas ni es precisamente un ignorante en cuanto a todos los procesos que su cuerpo puede estar sufriendo. Nada que decir a un tipo ejemplar del que sólo pueden recibirse enseñanzas, de cariz estoico siempre. Sobre el estoicismo, y más después de leer un pequeño opúsculo de Quevedo titulado Defensa de Epicuro, sigo pensando, como concebí desde mi propia intuición, que comparte con el hedonismo epicúreo una misma realidad filosófica, la segunda cara de una misma moneda, tal vez la cruz -estocismo- y la cara -hedonismo-.


Envidias de filósofos coetáneos al pensador del Jardín y la posterior animadversión de la Iglesia, que descubrió en él la claridad de un ateísmo éticamente irreprobable, sepultaron al hedonismo originario en una montaña de reprobaciones infundadas y oprobio, hasta conseguir que la palabra se haya convertido en sinónimo de placer abúlico y excesivo, nada más lejos de su realidad. Sin embargo, he visto en estos días cómo mi padre ha ido mejorando, que es lo que me importa.

En ningún momento le he visto flaquear su personalidad, y mantiene su cabeza tan cabal como siempre. Ayer grabé en mi teléfono una larga conversación de más de dos horas con mis padres, en la que estaban igualmente implicados mi hermana Merry y John Joshep, mi cuñado. También estaba la Tata. Se trataba de hablar de los antepasados, de nuestros ancestros, de nuestras aventuras genéticas. Y resultó maravilloso. Me gustaría repetirlo hoy. Ahí queda consignado. Datos biográficos que necesito para mi novela familiar, empezada hace mucho, pero que habrá de esperar hasta que madure su material durante años (a buen seguro la precederán otas novelas antes), La saga del frijol.
Sigo gritando dentro de mí: ¡viva mi padre!


Apunto aquí mismo otras cosas sobre las que quiero hablar:
Navidades, familia, nuevo año, proyectos (supervivencia versus libertad creadora), libros, El Ilusionista.