Eres un o una psicópata
¿Has oído alguna vez el término psicópata? Seguro que muchas veces, porque se trata de uno de esos clichés que vive su momento de apoteosis. La efervescencia maníaca de los conceptos que, como fotogramas recién nacidos y al mismo tiempo viejos prematuros, van transitando por las décadas, los siglos y las modas; como la resiliencia, la pandemia, la transexualidad, la ideología de género, el negacionismo, la inteligencia artificial, las redes sociales, el Trending Topic, el fentanilo, la pederastia, el reguetón y una pinche ristra inagotable, un convoy ferroviario de miles de vagones con paradigmas dominantes. Protagonistas de películas como Hannibal Lecter o el asesino de la película Seven han llevado la figura del psicópata hasta las cimas del placer estético. Si hablamos de cine, existen antecedentes, como el simpar Travis Bickel —jovencísimo Robert de Niro con cresta y chaqueta militar— en Taxi Driver o ¡claro! Norman Bates —Anthony Perkins— en Psicosis; la lista podría alargarse durante páginas. Por supuesto, existen psicópatas afamados de tiempos muy anteriores a la acuñación del término, reales y ficticios, desde Charles Manson, Erzsébet Báthory «la Condesa Sangrienta», Hitler y su coetáneo competidor Iosef Stalin, pasando por Jack el Destripador, Vlad el Empalador, alías Drácula, qué sé yo, Nerón, Calígula y hasta Saturno el devorador de tiernos bebés —el tiempo, tremendo psicópata inaprensible—. Nótese que hay un sesgo sexista claramente a favor del sexo masculino como portador preferible del gen de la psicopatía.
Hannibal Lecter sí que era capaz de comerte el coco |
¿Y en el entorno de nuestra inane
realidad? Piensa en tu entorno y reduce a la mínima expresión las notas de la
psicopatía; porque ésta no necesita llegar a los extremos citados más arriba;
como ya sabemos, los altos puestos en empresas privadas, cargos públicos,
autócratas, multimillonarios, etc., son nichos sociales más que propicios para
estar ocupados por psicópatas. Pero, atrevámonos a descender todavía más: en la
mayor parte de las ocasiones, proliferan sin ni siquiera llegar a descollar en
nada ni saberles ningún tipo de pecado terroríficamente explícito. Basta con
pensar en personas de empatía extraviada, que utilizan a su entorno humano a su
antojo y exclusivamente para su propio provecho, que usan y después tiran a la
basura a la gente, que hacen lo que sea para conseguir un puesto mejor en su
trabajo, para que les suban el sueldo o para tener relaciones sexuales con una
pobre víctima que caerá en sus telas de arañas como moscas inocentes; a lo
mejor, simplemente se cuelan en la fila de espera del supermercado a una pobre
anciana que apenas se sostiene de pie, «que espere la puta vieja, que yo tengo
prisa». Entonces la lista aún se hará más larga y extensa, porque uno de cada cien
humanos tiene un número de rasgos suficiente para considerarlo psicópata según
la tabla establecida por Robert Hare en su libro Sin conciencia (en
España, publicado por la editorial Paidós) o en el DSM, la Biblia de la
psiquiatría. Según Robert Hare, es una cuestión de grado: Psychopathy Checklist,
PCL o escala de evaluación de la psicopatía. Ni siquiera está considerada como
enfermedad o trastorno mental; quienes puedan entrar en el saco se supone que
son personas normales, sólo que con rasgos del carácter muy pronunciados o ausencia
de otros; cuestión de grado en una escala de valores con aspectos como el encanto:
superficialidad/locuacidad; egocentrismo y sentimiento de grandiosidad;
búsqueda de sensaciones; manipulación; mentira; sentimiento de culpa;
superficialidad emocional; empatía; etc., hasta un total de veinte enunciados.
Pero sospecho que el porcentaje es
mucho más escalofriante. Ya veréis.
Si empiezas a pensar que tal o cual
persona a tu al rededor o aquel tipo que conociste en cierta ocasión tal vez
sea un psicópata, eso es que te encuentras en el buen camino de la diagnosis, ya
intuitiva, ya inspirada en esta lista diagnóstica, artefacto chafarrino pseudoclínico
del psicólogo canadiense. Pero ten cuidado, porque, si continúas, empezarás a
darte cuenta de que ese primo, aquel amigo, un exnovio o exnovia, el padre de
no sé quién, un profesor que tuviste en bachillerato, un compañero en la
universidad…, mogollón de gente te empieza a parecer que lo era. ¡Caray! Has
estado cercado de psicópatas durante toda tu vida sin haberte dado cuenta.
Tú: ¿has tratado con el debido
cariño a ese amigo que cayó enfermo de esclerosis o has terminado apartándolo
del camino de tu vida, de vez en cuando te acuerdas de él o de ella, quizá lo
saludas por WhatsApp y poco más? ¿No has percibido en tus hijos esa tendencia a
pasar de tu culo, darte la espalda —incluso cuando te encuentras mal o más aún entonces—
y hacer lo que les viene en gana sin tenerte en cuenta? Bueno, si no es así, ya
será. O tal vez tengas un hijo laureado por la santidad. Venga, esta mañana
mírate al espejo con más detenimiento, piensa en tu actitud, tus intereses, tu
provecho, lo que serás capaz de hacer cuando tus padres mueran y tengas que
bregar con tus hermanos por la herencia, date cuenta de dónde quedó tu recuerdo
del muerto que viste ayer sobre el asfalto, cuando regresabas de viaje y fuiste
testigo por unos segundos de las consecuencias de un terrible accidente de
tráfico, la sangre visible, un médico arrodillado examinando el cadáver. En el
telediario han advertido de que las imágenes podían herir las sensibilidades de
los televidentes, pero te armaste de valor y viste las secuencias de cadáveres
macilentos tras el ataque de la artillería rusa putineska el día anterior en la
ciudad ucraniana de Bucha. La guerra de invasión a Ucrania está produciendo
centenares de muertes diarias, jóvenes soldados rusos enviados al matadero sin
sentido —el capricho imperialista de un autócrata chiflado de los que creíamos
extintos de la Historia—, población civil, soldados del lado ucraniano,
mutilación, muerte, sufrimiento. Pero es que en Burkina Faso explosionó una
bomba terrorista y dejó los cuerpos descuartizados de centenares de personas;
un terremoto en Siria y Turquía aplastó entre escombros de edificios mal
construidos —especulación inmobiliaria que en cualquier rincón del mundo sólo
busca su ganancia económica— a miles de niños, mujeres, ancianos, personas, al
fin y al cabo, también a sus perritos tan queridos y con nombre propio; un
adolescente trastornado con síndrome de Eróstrato se lio a tiros en cierta Primary
School de un Estado norteamericano y ha matado a catorce niñas y niños.
Frente a todos estos hechos o al de que le hayan detectado un cáncer avanzado a
esa vecina que tan bien te caía, esa señora buena que conoces desde niño, la
muerte reciente y demasiado temprana de tu cuñada, la depresión de tu mejor
amigo, simplemente el dolor de cabeza terrible que dice tu mujer que la está
matando, etc. etc. etc., ¿sufres mucho por todo esto? ¿Qué hacen los políticos
y la gerifaltía mundial frente a los problemas que asolan el mundo, el hambre,
la desesperación, el sufrimiento, la enfermedad, la guerra? No pasa nada, juega
el Real Madrid o el Barcelona, Fernando Alonso ha quedado cuarto en el GP de
Hungría, mañana has quedado con unas amigas para ir a cenar y echar unas risas,
estás pensando en comprarte un coche nuevo híbrido enchufable, aunque te la
pela el cambio climático y ni siquiera crees en él, pero mola ser moderno. Lo
que de verdad te preocupa es que el patriotismo se va a la mierda, que nadie
cree en Dios o la extrema derecha ha organizado una manifestación contra los
preservativos de sabores frutales.
Además, nadie se preocupa por ti:
tienes mucho trabajo en la tienda y te pica el sieso por una almorrana, contra
la cual, en pleno siglo XXI,
ni toda la artillería médica es capaz de hacer nada.
Mujer frente al espejo, Pablo Picasso |
Venga, vuélvete a mirar al espejo.
¡Estás frente a un o una psicópata!
Conócete a ti mismo