Un libro, en suma, muy bien escrito, necesario, severo y entrañable a la vez. - JOSÉ M. LOPEZ DE ABIADA


A ti lo digo, hijuela...

Pienso para perros es el primer dietario de Luis Martínez de Mingo (Logroño, 1948), novelista, poeta y autor de libros de relatos y ensayos memorables. Su novela El perro de Dostoievski (2001) quedó finalista del Premio Nadal; su relato largo Pintar al monstruo (2008) fue galardonado con un prestigioso premio de novela corta; de su volumen de cuentos Bestiario del corazón (1999), ha formulado Caballero Bonald juicios de valor concluyentes (“un libro insólito de un escritor brillante” es el más repetido), extendibles a otras de sus obras.
Las imágenes vigorosas de sus dos primeros libros de poemas –Cauces del engaño (1978) y Anacrónica y Fidel (1985)– ya evidenciaban al maestro del lenguaje y al creador de mundos novelescos; y tematizaban motivos que ganan en presencia, enjundia y relevancia en su última entrega: Ni sombra de lo que fui (2013), poemario del que entresaca motivos y estrofas que transforma en el dietario en hermosos cuadros transidos de poesía. Especialmente los que evocan o recuerdan pasajes relativos a la muerte de su madre, “una honrada campesina, que en los años cincuenta se instaló en la ciudad,  y entró ya en este siglo con un pie en el estribo.” (pág. 79).
Entre los aspectos formales preponderantes que caracterizan Pienso para perros figuran sin duda ciertos elementos frecuentes en la alta literatura. Por ejemplo: el hecho de relatar el acto mismo de narrar; la transgresión y la mezcla de géneros; la autoficción al hilo de figuraciones del yo del autor; la incorporación del  ensayismo; el borbolleo continuado de ideas ahítas de sugerencias y asociaciones deslumbrantes y reveladoras; el todo sin abandonar las lindes de los motivos y temas capitales que aborda y despliega (la vida, la muerte o el suicidio, la soledad, el motivo del tempus fugit, el amor y el distanciamiento, el desconcierto, la amistad y la pérdida, sobre todo).
A juzgar por las declaraciones del autor, el dietario recoge algo más de un tercio de las páginas que constituían el manuscrito, pues deseaba que quedara “lo esencial, [...] que fuera muy concentrado, intenso”. También confirma la ambigüedad del título, si bien reponde con una doble pregunta: “es un título con doble sentido: ¿esto es para que coman los perros o es que el autor piensa para los perros?” (V. J. Sáinz: “Yo he abrazado la literatura para siempre y seguiré hasta el final”, La Rioja, 20-XII-2014, pág. 40).
Sobre el motivo del suicidio hay textos memorables; algunos son conmovedores, como el caso de Walter Benjamin (“se suicidó porque no tenía dónde cobijar el corazón”, porque era muy consciente de que el arte estaba abocado a la esquizofrenia, pág. 18); y porque presentía que el arte se estaba convirtiendo en “performance para la sociedad del espectáculo” (pág. 50); en algunos casos aforismos o axiomas turbadores lo definen desde otros puntos de vista (“¿El suicidio? Un asunto de amor propio mal correspondido.”, pág. 96; a veces con referencia a autoridades de ahorcados ilustres, como en el caso de François Villon, que se dijo antes de cometer el acto: “Ahora va a saber mi cuello lo que pesa mi culo[AL1] ”).
Las referencias ad auctoritates son frecuentes, están siempre bien traídas y contextualizadas, a veces mediante el recurso al epítome, a la cita o a la paráfrasis de textos canónicos, sin descartar casos de dolorosa resonancia y significado políticos; un buen ejemplo es la acotación relativa al 20 de octubre de 2011, día en que ETA leyó “el comunicado del fin definitivo de su violencia”, con la mención de Jon Juaristi como coadyuvante del “proceso contra los terroristas” y la cita de los versos que parafrasean el comienzo de “La casada infiel”: “Y que yo me la llevé al río / un día del Aberri Eguna / pero tenía marido / y era de Herri Batasuna” (pág. 109).
Las figuraciones del yo inician en la cubierta misma del dietario, conformada sobre una fotografía de Inmaculada García Saura, en la que el escritor aparece en primer plano con gafas oscuras de mafioso y con los rascacielos de Nueva York más frecuentados por los turistas como telón de fondo. Una portada que evoca el expresionismo sin par del sañudo dibujo de George Grosz (Memory of New York, 1916-1917) y la reveladora VI Perspectiva[AL2]  urbana con autorretrato (1929-1931) de Poeta en Nueva York, de García Lorca, hipotextos ambos, con la película Metrópolis (1927 de Fritz Lang), de las técnicas de gran plano cinematográfico que han ido narrando las epopeyas de la Gran Manzana. No estará de más anotar que, como muestran los varios textos del dietario referidos a la metrópoli, el escritor asume plenamente la acepción y el significado de la efigie del “sujeto” de la cubierta, que percibió la metrópoli como “el colmo de la irracionalidad, el mejor epítome de nuestra descerebrada sociedad” (pág. 112).
Sobre los motivos de la amistad y el amor abundan los ejemplos, por lo que me limito a reproducir un único pasaje referido a uno de los momentos paradigmáticos, que abunda sobre el concepto de homo homini lupus est: “Por  Navidad los lobos se refugian en su madriguera, junto a los suyos. Allí disimulan sus uñas retráctiles[AL3] , se pavonean de sus últimas presas y ululan en corro con los hocicos dirigidos a la luna. Durante 24 horas esconden el colmillo y se echan la zarpa por el cuello. Al día siguiente [...] salta cada uno a su despacho. Sin piedad, a dentellada seca son todos doctores en Licantropía.” (pág. 32).
El lector encontrará en cada entrada una sorprendente intensidad, incluidas aquellas que constan de una sola línea, en marcada concordancia con el verso quevediano que abre y cierra el dietario: “¡Ah de la vida!... ¿Nadie me responde?”. Sorprenden la polivalencia de significados de cada entrada y las variadas respuestas que tienen las preguntas. Una multiplicidad que, sin embargo, no roza la ambigüedad ni se desvirtúa en el juego de palabras o cae en el esparajismo, porque el escritor está comprometido con sus lectores y con su escritura. Un libro, en suma, muy bien escrito, necesario, severo y entrañable a la vez. - JOSÉ M. LOPEZ DE ABIADA

Luis Martínez de Mingo, Pienso para perros, Sevilla, Renacimiento, 2014, 118 págs.








 [AL1]Non mi risulta che Villon si sia suicidato: non si sa nemmeno con esattezza quando sia morto… Questo verso è stato scritto in un altro contesto!
 [AL2]Così??????????????
 [AL3]Non sapevo che i lupi fossero dei felini…

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