sábado, 24 de octubre de 2015

DOCE HAIKUS MÁS DOS. De Desde el abismo/versos inválidos

El haiku, antigua estrofa o poesía japonesa, uno de cuyos máximos exponentes es Matsuo Basho, s. XVII, se compone por lo normal de 17 moras (5/7/5), que al paso de los caracteres latinos se convierten en sílabas (5/7/5). Tiene que ver con la Naturaleza y un corte abrupto, un golpe, un sopetón, una sacudida. También tiene que ver con el zen, el budismo y el sintoísmo. Se occidentaliza sobre todo con el poeta inglés Reginald Horace Blyth, enamorado de la cultura nipona, castigado por el gobierno británico por su objeción de conciencia frente a la Primera Guerra Mundial, vegetariano (como lo fue Bernard Shaw). Parece que uno de los primeros y más importantes impulsores del haiku en las letras hispánicas es Octavio Paz. Recuerdo haber leído haikus de este monstruo de la cultura hace mucho y no recuerdo que me impresionaran demasiado. Sin embargo tengo un haiku en la cabeza, creo que del revitalizador japonés del s. XX D. T. Suzuki. Me parece de una belleza escalofriante, la del vacío absoluto, y tiene que ver con los que con toda humildad, pero desde el tuétano de lo veraz, constan más abajo. Este haiku debe encabezar esta entrada del blog:

El agua se cristaliza,
las luciérnagas se apagan;
nada existe.


DOCE HAIKUS MÁS DOS

1.
Esta grisura,
ocre se torna otoño,
todo está en ruinas.

2.
Lejos florecen
pretéritos los prados;
agrio el presente.

3.
El arcoiris
en medio del camino,
pluma sin pájaro.

4.
Cimbra el castaño
y sombrea el camino,
tu sexo ha muerto.

Achille Etna Michallon, 1816
5.
Al cementerio
nacen mirtos y dalias
entre los muertos.

6.
Palpita el mundo,
flores, alba y praderas;
muero en su orilla.

7.
Los bosques rojos
clama el cuco a la noche,
llora el cadáver.

8.
Se pudre el sol
en aguas invernales:
nada florece.

9.
Bajo las aguas
arrojo un gran pedrusco,
dentro olvidado.

10.
Juntos andando
entre hayas te amaba.
Se hiela el agua.

11.
En el camino
te nombran los arándanos
mientras yo muero.
 
12.
Yerto y oscilante
colgar de un viejo roble
mañana quiero.
  
13.
Tanto he vivido,
que los helechos lloran
mi infinito ábaco.

14.
Calientes, limpios,
feliz mi cráneo y huesos
sobre el desierto.
Tiermes, verano 2011


En la lírica antigua española encontramos versos que podrían recordar a los haikus, pero el tema es el amor en este que me sobreviene a la memoria ahora, nada que ver con mis 12 + 2, pero decía así y es hermoso:

Porque duerme
sola el agua
amanece helada.

lunes, 19 de octubre de 2015

Todo pasa. Desde un primero de enero de 2012: playa de San Martín, Asturias

Todavía recuerdo, viejo amigo, aquel estreno de año: un primero de enero de 2012. La noche anterior habíamos compartido la cena de Noche Vieja con la tía Rocío y el tío Román y Marianela. Estábamos Mercedes, Guzmán y Blanca, y tú y yo, cómo no, siempre juntos. El de antes y el de ahora, inseparablemente escindidos hasta que la muerte nos vuelva a unir con el telón de fondo de la Nada. Nada, amiga Nada, a quien nadie confiere tu merecido nombre propio y tu mayúscula (con la excepción de ciertas fantasías donde resultas ser un monstruo).
Uno de nosotros con Mercedes
Playa de San Martín, 1 de enero de 2012


Aquel primero de enero nos dirigimos a la playa de San Martín: un remoto lugar casi inaccesible, en mis recuerdos de infancia, donde íbamos juntos en compañía de otros amigos, las hormonas de la sexualidad apenas comenzando a efervescer, para tratar de ver desde los prados de arriba a las mujeres desnudas que acudían a la playa diminuta, en aquella época catalogada de "nudista". Caminábamos desde el pueblo, ¡Poo de Llanes, escenario idóneo para una novela decadente, deliciosamente decadente!, y que, como casi todos los rincones del mundo, ha terminado en un punto más sin personalidad, sin realidad: virtualidad globalizada para los turistas. Caminábamos por sendas y veredas, cruzábamos la ría en cuya arboleda de higueras acampaba en el período estival un grupo nómada de gitanos, transitábamos entre pequeños tramos de bosque y prados hasta ascender a los acantilados. Desde éstos podíamos contemplar el Cantábrico con diminutas islas esparcidas y su loca frente de rocas afiladas, espumarajos de agua salada y ya en su cumbre la hierba, los tojos y los brezos. Pero aquel año que empezaba, aquel primer día del año 2012, nos acercamos tú y yo con nuestra adorada Mercedes, con un Guzmán y una Blanca rebosantes de niñez, y también con Peter Tremp, nuestro querido amigo suizo, y con Marianela.




Qué magnífico comienzo de año. Nadie podía presentir que dieciséis meses después tú y yo seríamos separados con semejante inquina. De hecho, creo que nunca te habría conocido si no es porque aquel Belcebú nos arrojó contra el vacío del asfalto y se produjo nuestra escisión. Después de jugar en la arena con los niños, el aire perfumado de algas y de sal, ascendimos por las veredas caprinas de los acantilados y fotografié el mensaje que había grabado en la arena. Era sencilla la alegoría que en unas horas la mar y su corriente borrarían. Ahora más que nunca ansío el poder de su mecánica, el cumplimiento de su consigna, que el tiempo, igual que la batida de las olas, rubrique la metáfora y nos lleve a ti y a mí con la misma fragilidad de las grafías sobre la blanda arena...:

viernes, 25 de septiembre de 2015

"Sobrecuadros": destellos de luz irónica y alucinada ante obras de arte: Los románticos o Suicida, por Leonardo Alenza

Si el suicidio fuera algo muy bueno (demasiado apetecible) sin duda lo cometería más gente, porque es de los pocos crímenes que podemos perpetrar burlando después inexorablemente a la justicia. Cometer crímenes es algo muy bonito, o al menos saltarse las normas más absurdas, sobre todo cuando no reporta ningún beneficio económico, sino que se hace por el más puro altruismo de la rebeldía. Si se hace en pos del enriquecimiento se puede convertir en algo cutre, como la caterva de corruptos. Otra cosa es el robo de guante blanco con tintes robinhoodianos.
El pintor Leonardo Alenza fue tan escorpio como yo y nació un día después, 6 de noviembre, pero en el año 1807 en vez de 1970. Y siempre me resultó muy simpático su óleo satírico sobre el suicidio romántico: un conjunto de egopsicópatas en un paraje goyesco formado por un ahorcado, a cuyos pies yace un tipo con los sesos volados y, sobre todo, un enajenado sonámbulo a punto de ensartarse un puñal y emborronar su camisón blanco con una rosa roja, al tiempo que se deja caer blandamente risco abajo, los ojos en vacío, la mirada de un idiota que ha visto a Dios en un zarzal ardiendo, boquiabierto… Los atributos de un artista bajo sus pies, como en un vanitas del siglo XVII. 
Hoy me doy cuenta de que su cara tiene un aire a Rubalcaba.
Alenza se encuentra entre Goya y Tarantino. Humor macabro y sátira sin clemencia de su tiempo. 
Los románticos o suicida, Leonardo Alenza, 1837, Museo del Romanticismo de Madrid
Todo lo que tiene que ver con la moda alberga algo de risible, ridículo y patético, pero también algo de irremediable. Cuando vivimos en una época nos determinan los usos y costumbres propios de la misma. Si quisiéramos vernos libres de todo influjo de nuestra época probablemente no nos quedaría más remedio que ir desnudos y expresarnos con gruñidos. Sin embargo, debemos encontrar un equilibrio. El personal víctima de la moda desprende siempre un tufo de falta de personalidad y estulticia. Un exceso de influenciabilidad que por alguna razón uno identifica inmediatamente con la ausencia de criterio propio y de cultura; una especie de ahuecamiento mental. Superficialidad. Pensemos en ciertos personajes famosos, o en futbolistas. Tatuajes, piercings, metrosexualidad, formas de vestir que se perciben claramente como ultramodernas y por ende pasajeras, abuso de cosméticos, peinados… Supongo que, una vez más, el veneno está en la dosis.
Me producen mayor simpatía los extremos de la excentricidad (verbigracia Valle-Inclán) y el desastramiento, cierta vagabundez como la que practicaban los cínicos en la Atenas de Diógenes de Sinope, o el mismo Sócrates (Pío Baroja, si buscamos coetáneos del "eximio escritor y extravagante ciudadano" gallego). A mí me es muy atractivo en nuestros días, por ejemplo, el personaje ya ilustre de José Mujica, ex presidente de Uruguay. Incluso el dandismo (Lord Byron, Oscar Wilde o, de nuevo buscando la contemporaneidad con la generación del 98, en cierto modo Azorín) me resulta más atractivo que la oligofrenia vacua de ir a la última moda.
En lo más recalcitrante del Romanticismo, el atildamiento mórbido de la moda se producía incluso o particularmente, a falta de futbolistas, actores, actrices y famoseo, en poetas, músicos y toda laya de artistas. En el paroxismo de las modas absurdas se encontraba el suicidio, cuyos réditos recogidos de la emanación de un determinado tipo de estética, en este caso comportamental, ya no podía disfrutar la fashion victim, stricto sensu. Y esto confiere al suicidio un rasgo de generosidad estética incomparable. Como todavía se andaban por senderos de gloria y fama póstumas debían de congratularse al soltar ese manchón como término de su biografía. 
Mi compañero de zodíaco Alenza supo burlarse como nadie de la moda más fatal de todos los tiempos.
Sátira del suicidio, Leonardo Alenza, 1837, Museo del Romanticismo de Madrid

viernes, 14 de agosto de 2015

ALARIDO DESDE LLAMERA

Si pudiera emitir un alarido que lo abarcara todo, que atravesara la tierra e incluso pudiera hacer tambalearse al Sol y quebrar con su onda, única, nítida y punzante, una decena de planetas en galaxias remotas… Pero desciendo a la insignificancia. Hoy no logro ponerme a trabajar disciplinado en el libro donde intento explicar lo inexplicable, lo que aún a estas alturas no me creo, ni pudo haber pasado; es tan honda la pena, que no hay versos redentores que pueda farfullar. Me he quedado mudo. Ni el piano de Elgar, que brinca como las últimas gotas, ya casi displicentes y alegres, de una tormenta convenientemente germanizada en campos de Inglaterra. Ni el caballo con su yegua y sus dos potros en el prado frente a mí con un fondo de robles y un pequeño claro azul entre días agrisados. ¡Ni mis hijos! Ningún poder más ancho que un dolor que para nada importa, apenas un busto calcinado, invisible en una noche de cenizas. Detrás de la puerta habito aislado de un mundo indiferente, como es lógico. A nadie importo por fortuna y todo seguirá cuando no exista Hernán y su condena se amnistíe. El dolor resulta intransferible por ley evolutiva. Somos una manada de egos escindidos para la gloria de nuestro gregarismo. La humanidad se asienta sobre la suma de todos los martirios y en el fondo del Mare Nostrum se yergue un poso de cadáveres. ¿Quién los conoce? Sólo el placer enlaza nuestros átomos. El sufrimiento los expele como fugaces cometas cuya desintegración sucede en soledad sin que nadie vislumbre sus estelas, acaso algún pastor enajenado que olvida lo que ve cuando sus ojos regresan a la tierra.
Mañana llegará. Mi alegría de antes brotará como una pompa de lavas movedizas. Siento grumos de azogue ardiente en un estómago que ya no siento. Un lobo me muerde desde dentro. Si permito que me aprese esta tristeza no habrá espacio en mi cárcel donde quepa el amor. ¿A quién entonces perseguirán mis lágrimas en párpados desiertos ya de luz?
Antes de nada, he de aguardar a que regrese el Sol y me devuelva mi alarido. Os amo.

domingo, 19 de julio de 2015

"Permanencias", de Desde el abismo, versos inválidos


El verso alejandrino no brota como brotan otras formas métricas de mis circunvoluciones órficas; pero me deslizaba, la tarde de este doce de julio, hacia ninguna parte en mi silla de ruedas por la pequeña carretera sin vehículos, serpenteante como mi alma. Iba hacia el río. Él también serpentea, y lo amo con sus escamas gélidas, su limpieza prístina y la vida que brinda a sus orillas. La crisálida de un poema nació en mi imaginación. Sabía lo que quería decir. La voz de mi hijo resonó por detrás de mí a varios metros de distancia cuando yo ya llevaba recorridos cerca de dos kilómetros. "¡Papá, papá. Espera!" El sentido del poema terminó de cuajar en ese preciso instante. Necesitaba una métrica acorde con mi propósito entre lo narrativo, lo épico e incluso lo elegíaco. Con las licencias de la arritmia e incluso alguna sinalefa, tardé tres tardes en componerlo. Lo sé, no era para tanto. Hacía mucho que no gastaba tanto tiempo y esfuerzo técnico en dañar tan sin escrúpulos a la propia técnica poética. Hacía mucho que no me entretenía más allá de unas horas en componer un poema. Éste es el resultado, sin pudor:

Ya de subida, esta foto
Permanencias

Entre este cielo azul de Castilla del norte,
las verdades se funden con los gases más nobles
del espacio total; bajo un claro fenómeno,
al tiempo que desciendo entre pequeños robles
trazando cada curva mi cuerpo paralítico,
doblada la cerviz, extremidades muertas.
Un lamentable icono. Naturaleza muerta
sin la gracia del lienzo, este árbol sincopado
(poeta sin belleza). Bebo a través de un plástico,
meo a través de un plástico, he usurpado una concha
de dolor no más feo que su cuerpo de plástico,
sus ruedas ortopédicas. Todo resulta horrendo.
Ser más condescendiente, mi pródiga indulgencia,
funciona exactamente contra la ley divina,
tormentas o ciclones: es aplicable al otro,
mas nunca me resulta eficaz frente al espejo.
Y en tanta claridad lo mineral me llama.
Tetrapléjico y solo recuerdo a mis dos hijos
que a tantos pocos metros, acaso algún kilómetro,
saltan, juegan, y se ríen, la plenitud los dota
de inextinguibles llamas, tan lejos de mí mismo.
Como un muñeco roto me inclino hacia los lados
en este carricoche donde mendiga el cuerpo,
la escueta carretera, al fondo recortadas
verdiazules laderas, descendiendo hacia el río.
Vuelvo a pensar en ellos. Quiero legarles algo.
Antes de que la noche me derrumbe por siempre
o la profundidad del río amado y frío.
Y con temor del verso y de su arquitectura
quiero atreverme y lo hago, con osada abstracción
obstinadas proclamas en segunda persona
pronunciar desde el pecho todavía cargado
de esta temeridad inarrancable y mía:
criaturas nuestras, Blanca y Guzmán ¿en qué momento,
por qué instante azaroso surgisteis de la nada
y en este centro roto permanecéis invictos
con la sonrisa plena clavando permanencias?
Sin milagros, trompetas, sin misterios ni mitos

que os permitan, llegáis como llega la aurora
preñada de futuro y no hay otra razón
ni otro sentido dado; pero hacéis anidar
el imposible sueño de conceder la vida
y habernos hecho dioses creadores de otros dioses.
Buscad sólo la dicha mientras dure el milagro,
que os colmen los azares de esta gloria cautiva
en cada punto, en cada valle, bajo este cielo
donde os fundís vosotros con los gases más nobles.
No se puede querer como yo os quiero. Tanto.
En el fondo del río mi corazón se quiebra,
vuestro latir me nace. Lo mineral me espera.

viernes, 12 de junio de 2015

Rescoldos de la adolescencia y primera juventud


Hemos visto hace poco tiempo la película The Doors, dirigida por Oliver Stone y protagonizada por Val Kilmer (Jim Morrison); Meg Ryan actuaba en el papel de la compañera sentimental del cantante, Pamela Courson, con una caracterización, a juzgar por las imágenes de Internet, bastante aceptable. Nos ha parecido un ejercicio visual algo exagerado, en pos de la emulación de una realidad deformada por el LSD, y un guión tedioso. Sin embargo, es muy probable que la película no sea tan despreciable como en principio podría parecer. Quizá es el relato fiel donde reside lo tedioso, lo estúpido y lo banal; lo que pudieron significar los días, los colocones, las consignas pseudo-filosóficas y las trastadas del idolillo. Jim Morrison murió (París, 1971) de una sobredosis intravenosa de heroína y cocaína, casi con total seguridad. En la película se cuenta que murió de un infarto (y no es mentira, porque en última instancia y desde el punto de vista mecánico es de lo que moriremos todos), eso sí, en remojo y dentro de la bañera de un apartamento parisino. Hasta ahí lo estrictamente biográfico, pero se omite el chute letal y que permaneció al menos tres días en remojo, más que un bacalao desalándose, mientras su chica procuraba mantenerlo fresco rodeándolo de hielos. Pamela aparece como si fuera la muchacha que trata de sacarlo del hoyo; pero creemos, tras malgastar moderadamente nuestro tiempo, haber leído por ahí que le gustaba la heroína más que a una mona un plátano. Hay sospechas incluso de que, por el temor que él sentía hacia las agujas, fuera ella, como una ninfa de placer y eutanasia, quien le inyectó al cantante la sobredosis (quién sabe si por accidente, voluntad de uno, de la otra o del binomio kamikaze). En la película, llega a mostrarse una Pamela aburrida de que su chico se trasquile a cada fan, cada periodista, cada fémina que se le insinúa; pero una vez más se omite que ella no le fue a la zaga ni se conocen las cifras de sus trofeos sexuales. Ambos eran fieles al amor libre. 

La película Amadeus provocó en su día una ráfaga notable de críticas, provenientes sobre todo del ámbito de la música culta, por haber hecho escarnio de una personalidad a través de la hipérbole y el esperpento, cuyo espejo deformado no lograba irradiar, ni siquiera como propuesta artística verosímil, una imagen probable del Mozart histórico. Con Jim Morrison sospechamos que nadie puede alegar nada. Su padre era militar y dice quien escribió su biografía en la Wiki que brincaban de casa en casa por todo el mapa de Estados Unidos, de lo que suele deducirse el origen de su inestabilidad psicológica. Cierto que, excepto que se tenga una genética suficientemente equilibrada, el hijo de un militar, y nunca mejor dicho, se mueve entre dos fuegos: el de perseguir la locura de su padre o el de caer en la rebeldía y el malditismo (en mis tiempos díscolos tuve más de un amigo hijo de militar; uno era el punky más agresivo del grupo, el otro un auténtico colgado), sobre todo cuando en la calle se había montado un circo hippie que convirtió la contracultura en idiosincrasia de un par de generaciones. Dicen, y por qué no creerlo, que el rebelde Jim devoraba lecturas de relativa complejidad para cuya comprensión demostraba una madurez intelectual por encima de su edad.
En la post-adolescencia mantuve una amistad superficial con un chico de personalidad muy gemela a la del líder de The Doors (el nombre del grupo está sacado de un poema de William Blake y que también utilizó Aldous Huxley en su libro Las puertas de la percepción). Teníamos 16 o 17 años. Como resulta obvio, no teníamos carnet de conducir. Agarrábamos "prestado" el coche de nuestras respectivas familias (Patrick vivía solo con su madre, ninguno sabíamos, ni él mismo, nada de su progenitor) y, ambos vehículos cargados de amigos, chirríabamos hasta la noches veraniegas de Madrid, con las ventanillas del coche abiertas exhalando fumarolas de hachís. La coordinación de los semáforos de la calle Serrano, desértica de tráfico, permitía un descenso armonioso hasta los infiernos, desde el cruce con la avenida de Concha Espina hasta la Puerta de Alcalá, abriéndose a nuestro paso los discos en verde como obedientes banderines luminosos de un rally futurístico. Las farolas hacían brillar el asfalto de espejismos amarillos. Terrazas con pretensiones de glamour; unas cuantas copas, alguna trastada, guiños a las niñas bien de la mesa de al lado, algún que otro careo de cornamentas con otros cérvidos en celo. De regreso, cada uno con diferente grado de intoxicación, nos jugábamos la suerte echando carreras hasta Alcobendas. Patrick era un suicida, más joven aún que yo, sin padre, sin hermanos y con una madre que nunca estaba en casa, era un Jim Morrison sin talento musical; su límite: vivir aprisa, morir joven y dejar un bonito cadáver (sentencia puesta en labios de James Dean). Todavía en mi post-adolescencia aquellas actitudes acarreaban cierta rebeldía, todavía eran propias de los más gamberros; hoy lo heterodoxo sería no drogarse. A este tipo de simplezas me recordó la película. En mi postración presente, recuerdo aquellos días y aquellas noches igual que podría rememorar sus tiempos de joven príncipe consumido por la banalidad un Buda obeso, convertido en estatua dorada sobre el pedestal de sus nostalgias.

martes, 26 de mayo de 2015

Del cepo de la nostalgia, Teo, amigo

Ya alguien afirmó que quién nos lo iba a decir: los grandes gozos de nuestro pasado se convertirían en las tribulaciones del presente. Vivir es ir cediendo. Debemos guardar una distancia muy respetuosa con nuestros recuerdos, pues acecha feroz el cepo de la nostalgia; ahora más que nunca.

Querétaro, México, allá por el año 2012. Magnifico clima, pequeño paréntesis a media mañana de un día laborable cualquiera: en la zona de Jardines de la Hacienda, hacia el mediodía, dejo la primera oficina en la que estábamos ubicados, en una pequeña casa, y me dirijo hacia "Caramel, pastelería francesa" (rezaba el rótulo). Elijo mi pan dulce y en el mostrador de enfrente un café con leche. Con la colación en la mano me siento en una pequeña mesa al tiempo que reviso algunas cosas en el teléfono. Pero me llama la atención una conversación en la mesa de al lado. Me resulta indiferente y no es nada extraño en la ciudad que nuestros tímpanos reverberen por el golpe adusto de un acento de español castellano registrado alrededor. Mi inserción en Querétaro y en México desde el principio, gracias en buena parte a la hospitalidad natural del paisanaje, no precisaba de escabullirme en un gueto patrio en el que ni siquiera creo; pero el tipo de la mesa de al lado, al margen de su acento de España y probablemente de algún punto de Castilla, tenía un aspecto interesante y libros encima de la mesa acerca de los cuales parecía platicar con la persona que lo acompañaba. Así que me levanté y lo saludé.

—Teo San José, soy artista, escultor; pero estoy promoviendo un proyecto en pro de la paz dentro de la ciudad y trato de promover también mi libro.
Velero de fuego 19, Teo San José

De ahí surgió en adelante una incipiente amistad. Había publicado Teo un libro, Semillas de paz. Recuerdo habérmelo leído entonces. En clave alegórica, traza un camino personal, que él cree extensible, donde se promueve la paz como utopía social y personal (la interior).

Las circunstancias de la vida, sus tráfagos cotidianos, la oscilación de la rutina y finalmente el lance trágico habían separado nuestros caminos. Cada uno con lo suyo, pero con esporádicas comunicaciones de correo electrónico y algún que otro encontronazo en el Querétaro histórico, cuyo recuerdo exprime mis glándulas lagrimales, ahoga mi corazón y embrolla mi discernimiento. El cepo de la nostalgia.

Hace unas semanas, inadvertido de mi suerte, Teo me envía un correo electrónico a propósito de ciertos proyectos. Acuso recibo y le explico las circunstancias por las que nos hemos visto obligados a dejar Querétaro. Él también ha regresado a España, aunque yo lo creía todavía por allá. Su respuesta me llega después de cuatro o cinco días de reserva, lo que tarda en encajar la noticia y encontrar un enfoque comprehensivo (del mismo modo se comportaron algunos otros amigos, como por ejemplo Peter Tremp). Y el enfoque no es otro que el del buen ánimo, el cariño y el trazo de una flecha de consecución hacia el futuro: "sigamos adelante". Bien, una constelación de detalles imposibles de consignar nublan el camino, como si se estuviera inserto en una Vía Láctea carbonizada. Pero sea.

Incrusto bajo el texto un par de enlaces a sitios web de Teo San José.

http://semillasdepaz.net/

http://www.teosanjose.com/

martes, 19 de mayo de 2015

Un viejo amigo presenta libro en Coyoacán, México D.F.


Presentación de En honor de la verdad
27 de mayo a las 19:00 hrs 

Presentan Carmen Carrara, Hugo Arrevillaga, Otto Cázares y Carlos López; modera Rubén Castillo, quien junto con Marcela Romero leerán unos poemas;
además de la intervención a distancia del autor por videoconferencia.

Habrá mezcal de honor.

sábado, 25 de abril de 2015

De Desde el abismo/Versos inválidos. Y Alegoría de la muerte

la lira

[Recuerdo la estructura métrica de la lira y cito una primera estrofa de la que es tal vez su ejemplo más afamado. En la notación, el número indica las sílabas, y la letra, la rima —minúscula cuando es verso menor, es decir, cuenta menos de ocho sílabas, y mayúscula cuando es verso mayor, esto es, cuando cuenta más de ocho—:

7a/11B/7a/7b/11B   

«Qué descansada vida
la del que huye del mundanal rüido
y sigue la escondida
senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido.»

[…]                                      Fray Luis de León

La diéresis que aparece en la palabra "rüido" es un recurso literario, una figura retórica poco usada y tal vez hoy en completo desuso, con la que se conseguía formar tres sílabas (ru-i-do) donde sólo había dos debido al primer diptongo (rui-do)]

Lira a la parca

Supongo que es sencillo
pensar que todo cuanto nos sucede
en este tiempecillo,
mirando atrás tan breve,
en pilares de arena se sostiene.

Que es todo un sinsentido
y en el regalo oculta su condena
la vida y todo el ruido
que se alberga y suena
en cada esquina es para darnos pena.

Si miramos de frente
torvo el rostro aparente de la parca
veremos que nos miente
y es hermosa su marca
cuando toca, nos besa y nos embarca.

Solo dolor confiere
cuando ha llegado el día y nos esquiva;
lacera, daña, hiere,
es mucho más altiva
si te ve, devasta y deja el alma viva.

Comentario aparte merece esta imagen. La pintura, al parecer, fue realizada por un tal Tomás Mondragón, pintor mexicano del siglo XIX sobre quien no he encontrado ninguna información biográfica. Pero el cuadro es muy simpático. Un remedo de las vanitas barrocas, o memento mori, qué sé yo, cualquiera de esos intentos por provocar el horror y levantar el tufo de la muerte frente a aquellas almas piadosas cuyo único propósito sería pasarlo lo mejor posible mientras se está vivo ("este es el espejo que no te engaña", uuuuuuh); aunque con un lado izquierdo entre lo cursi y lo exótico, con la representación de una novohispana decimonónica. Se conserva este lienzo en un antiguo templo jesuita del siglo XVII conocido como La Profesa, en pleno Distrito Federal, ahora pinacoteca y cuya colección y edificio pasaron por decenas de batacazos propinados por la historia, tan turbulenta ella. Alguien corta desde arriba con unas tijeras el hilo de la vida, y al otro lado, en medio de un atardecer de azufre, la hermosa doncella se ha transformado en un esqueleto con restos de carne putrefacta, tripas y gusanos; al fondo, el camposanto abierto. El óleo está lleno de detalles para comentar, tal vez en otra entrada de Sobre cuadros, en otra ocasión, que el que ahora ha muerto es mi día y me comen los gusanos. 

sábado, 28 de febrero de 2015

Entre rescoldos, de Versos inválidos

Si creyera en los espíritus pensaría que la presencia de mi amigo Lalo, proveniente de Querétaro, era el efecto de una aparición fantasmagórica. Así salió de detrás del biombo. Como si estos casi dos años hubieran sido extirpados de mi tiempo biográfico, los mismos ojos de expresión desbordante, el pelo largo recogido en una coleta/moño/chongo, la indumentaria negra... ¡zas! ¿Qué ha sucedido en este lapso? Y si el ánimo y la mente permanecen estimulados eso significa que no se trataba tan sólo de un producto de la prestidigitación.


Por lo demás, subterráneamente, persiste la evolución parsimoniosa de un ego subvertido, y a la menor ocasión, allí donde se abre un instante de soledad para el trabajo, se interpone en la labor de continuar con la prosa de El hombre medular, de nuevo, la necesidad de un desahogo en verso. Pero para evitar un grado de espontaneidad practicado en poemas anteriores, he preferido tratar de contener el magma del volcán ajustándome a una métrica endecasílaba, acentos con vocación de regularidad y una ligerísima rima asonante -o-o de la mitad hasta el final.

Propongo mientras se lee el poema escuchar la propuesta musical en el enlace. La receta es sencilla: hay que esperar al minuto 7:14 prestando la máxima atención a la música; la lectura durará un minuto 20 segundos y a continuación permaneceremos atentos a la pieza musical hasta que termine. Otra posibilidad es escuchar el fragmento sugerido y no leer el poema.


Entre rescoldos

Una mota de polvo que se adhiere,
mimética, invisible, sin matices
en la ruina infinita de la historia,
que quiere estar unida indivisible
al dolor, las torturas, a la guerra,
a tantos sinsabores en un cosmos
en cuya dimensión no se computan
las miserias del hombre, sus desdichas.
En ese inmenso túmulo de mierda
donde se hacinan mudos los cadáveres
sin nombre, aterriza mi cuerpo exhausto
y su condena, y la insignificancia
de todo aquello que se ignora siempre
para poder seguir viviendo. Luz
que nunca advierte en esta otra ribera
de tinieblas resquicios que ensombrezcan
su hermosura, la hermética hermosura
de lo vivo. Y aunque este pesar tan hondo
presida mis instantes, aunque engrose
tan ligero la sórdida distancia
de la dicha y el plomo que me invade
emita sin cesar sus alaridos,
ciego optimista, miserable sordo,
le seré infiel a toda metafísica
e insistiré en arder por cada aurora,
le miraré a los ojos al amor
aunque esté hueco, agotaré la vida
que aún me queda furtiva entre rescoldos.


De Versos inválidos




sábado, 31 de enero de 2015

Tertulias y los días. Pienso para perros.



Mientras suena un álbum de cuatro gigantes del jazz (Chick Corea, Herbie Hancock, Keith Jarrett y McCoy Tyner), es invierno, es tarde de sábado y, entre espasmos e indefinibles sensaciones-jodiendas neuropáticas, intento proseguir con mi día a día. Fragmentos de lecturas, El hombre medular… Y tardes o momentos en los que la mente me pide resolver el instante con un poema, o disparar al aburrimiento comenzando un cuento. Ya no puedo decir "el cuerpo me pide", porque mi cuerpo sólo reclama su primigenia naturaleza arrebatada por la inclemencia. Por la imbecilidad del azar. Ayer sonaba música renacentista y del primer barroco alemán cuando llegaron a casa Luis e Inma. Todavía saludaban a quien les abrió la
puerta de la casa cuando llegó simultáneamente otro de mis incondicionales amigos, Carlos.
Aprovecho para comunicar, no sé exactamente a quién, que Luis acaba de publicar hace unas semanas en la editorial Renacimiento su libro Pienso para perros. Si se pulsa el título se encontrará una reseña que escribí sobre el libro para no sé qué diario de no sé qué provincia (bueno, sí: Murcia).
Mis hijos se desahogan en el jardín. Oigo de vez en cuando sus voces alegres, gritos de perseguidos y perseguidores lúdicos, entre brincos, volteretas y caídas sobre la hierba.
En la tertulia improvisada que se organizó ayer alrededor del rincón donde vivo como un ermitaño bendecido por la tecnología, un caracol con la casa puesta del revés (y la verdad, no tan baboso), en la tertulia de este viernes impostamos con cómica teatralidad una discusión del tinte patria-antipatria, economía apocalíptica y esbozos de grandes ensayos sobre idiosincrasias étnicas. Luisón con su aristotélico anclaje a la tierra, sin querer abrir el compás más allá de lo que pueda alcanzar con una pierna; yo, con mi tendencia al bosquejo de algún Tractatus, con el compás fuera de órbita y un franco posicionamiento pro-ético, afronterizo, contra-histórico; Carlos arguyendo con la reflexión adherida a unas palabras perfectamente calibradas antes de pronunciarlas (esta vez, apostillando tesis próximas a las mías con un hilván más fino); Inma, brevísimas intervenciones lúcidas, ni a favor ni en contra, la profesora de filosofía demostrando, como Zenón de Elea, que igual que el movimiento se demuestra andando, la sabiduría se demuestra callando. Pero fueron un par de horas donde el único limbo que ha existido nunca, el limbo del olvido, nos regaló una entrada a su seno, al precio de unas buenas risas.
Ignoro si, como hizo Luis, podremos pensar para perros (cándidas criaturas, felices de permanecer al margen), lo que tengo claro es que mis amigos y yo pensamos como perros. Y yo, como Perro por mi casa.

 

jueves, 22 de enero de 2015

Sacrificio o condena




sacrificio o condena

Me he visto por sucios callejones arrastrado,
solitario transeunte de locura
con los ojos estrellados contra fachadas de piedra,
vómitos en rincones de aristas y adoquines familiares,
como viejos amigos arqueológicos,
hasta llegar a una ría putrefacta
y purificar sus aguas con una orina tóxica
como un rayo de sol;
los pasos en la noche,
los amigos desperdigados por antros y garitos
riéndole a las chicas palabras inaudibles
por el volumen de ritmos descastados,
implacables jueces del estruendo
por quienes quedaba condenado al ostracismo
de los pasos en la noche,
más solo que la mazmorra del olvido,
aullando como Ginsberg
entre rincones, callejuelas y calzadas,
portales, fachadas, el mundo todo un laberinto
incognoscible, sin noción de la hora
ni la fecha ni la propia identidad,
huérfano entre los plátanos del paseo
destilando un dulzor de baba.
Los pasos en la noche
imparables propiciaban sórdidos escenarios
y mi ropa hedía a vagabundo;
pero la perturbada sombra de esa pesadilla,
la búsqueda inconsciente de un trágico presagio,
la trágica búsqueda de un presagio inconsciente,
exorcizar los genes a costa de naufragios,
¡diablos familiares, Moloch travestido de cándida ignorancia,
Belcebú cobijado en las almohadas de la buena educación!
y cuatro esquinitas tiene mi cama
cuatro angelitos que me la guardan…
trataban de hipotecarte los temores,
la razón y el amor propio
sine die;
pero una rebelión inapelable sobrevino
por el despeñadero;
antes deshebrar los sesos macerados en la noche obsesiva
que persistir adormecidos los sentidos en un lento suicidio
de la propia libertad e inteligencia.
Hasta que ya no pudo más el individuo
y el cuerpo vencido buscó disolverse en la distancia sobria;
¡que me asistan los muertos al instante
en esta postración precipitada
y muertos los demonios, ahora sí, también los de la carne,
Moloch insatisfecho de mis nalgas neonatales,
voraces sus manos sin mi cuerpo liberado por la astucia,
me alce en brazos de la nada para gozar antes de tiempo
de un futuro de sombras promisorias!
¡luz del alba, Oriente primigenio,
desiertos de ubérrimas arenas
donde cada mota de polvo extracta el Universo,
iluminad de oscuridad, de alacridad,
al discípulo necesariamente ascendido a vuestro altar!


De Desde el abismo /

Versos inválidos