jueves, 22 de enero de 2015

Sacrificio o condena




sacrificio o condena

Me he visto por sucios callejones arrastrado,
solitario transeunte de locura
con los ojos estrellados contra fachadas de piedra,
vómitos en rincones de aristas y adoquines familiares,
como viejos amigos arqueológicos,
hasta llegar a una ría putrefacta
y purificar sus aguas con una orina tóxica
como un rayo de sol;
los pasos en la noche,
los amigos desperdigados por antros y garitos
riéndole a las chicas palabras inaudibles
por el volumen de ritmos descastados,
implacables jueces del estruendo
por quienes quedaba condenado al ostracismo
de los pasos en la noche,
más solo que la mazmorra del olvido,
aullando como Ginsberg
entre rincones, callejuelas y calzadas,
portales, fachadas, el mundo todo un laberinto
incognoscible, sin noción de la hora
ni la fecha ni la propia identidad,
huérfano entre los plátanos del paseo
destilando un dulzor de baba.
Los pasos en la noche
imparables propiciaban sórdidos escenarios
y mi ropa hedía a vagabundo;
pero la perturbada sombra de esa pesadilla,
la búsqueda inconsciente de un trágico presagio,
la trágica búsqueda de un presagio inconsciente,
exorcizar los genes a costa de naufragios,
¡diablos familiares, Moloch travestido de cándida ignorancia,
Belcebú cobijado en las almohadas de la buena educación!
y cuatro esquinitas tiene mi cama
cuatro angelitos que me la guardan…
trataban de hipotecarte los temores,
la razón y el amor propio
sine die;
pero una rebelión inapelable sobrevino
por el despeñadero;
antes deshebrar los sesos macerados en la noche obsesiva
que persistir adormecidos los sentidos en un lento suicidio
de la propia libertad e inteligencia.
Hasta que ya no pudo más el individuo
y el cuerpo vencido buscó disolverse en la distancia sobria;
¡que me asistan los muertos al instante
en esta postración precipitada
y muertos los demonios, ahora sí, también los de la carne,
Moloch insatisfecho de mis nalgas neonatales,
voraces sus manos sin mi cuerpo liberado por la astucia,
me alce en brazos de la nada para gozar antes de tiempo
de un futuro de sombras promisorias!
¡luz del alba, Oriente primigenio,
desiertos de ubérrimas arenas
donde cada mota de polvo extracta el Universo,
iluminad de oscuridad, de alacridad,
al discípulo necesariamente ascendido a vuestro altar!


De Desde el abismo /

Versos inválidos

1 comentario:

  1. Gabriel Pérez González9 de febrero de 2015, 17:04

    0ª) Sigue la ventana poco a poco, sin bajar más que lo imprescindible para seguir leyendo, y sigue las instrucciones.
    1ª) He tenido que buscar Ginsberg, Moloch y alacridad.
    2ª) Me chirría un poco que empieces y desarrolles el poema en primera persona y luego, cerca del final ("hasta que ya no pudo más el individuo..."), cambies a tercera.
    3ª) Aunque esto van siendo comentarios, lo que era el comentario principal fue escrito a vuelapluma, de madrugada, la hora de los fantasmas, nada más leer tu poema, bajo el efecto que me produjo y sin mirar nada. Ahora que lo he encontrado y releído, te lo envío tal cual, salvo, para ser totalmente sincero, el cosido de un hilván que entonces aparqué.
    4ª) Léelo después de releer tu propio poema...

    ********************************************************************************

    Ráfagas de latigazos, desiguales;
    otro o tú, no se sabe...
    o se sabe demasiado.
    Latigazos al corazón
    entre escenas de cine negro;
    palabras visuales.

    Los plátanos del paseo:
    fantasmas enormes y perdidos
    corriendo en dos filas, una a cada lado;
    erráticos y ordenados, amenazan aplastarte,
    pero pasan de largo.

    ...Y palabras ciegas;
    no vacías: vaciantes,
    que en vez de dar sentido,
    lo succionan con fruición de Nosferatu.

    Entre el paraíso que se fue y la nada que no llega,
    Moloch, Belcebú, demonios personales...
    todo menos esto.

    Entre los cacharros simples y las voces sencillas
    que suenan por alguna ventana
    del segundo callejón;
    en el lento y esforzado teclear
    de una vieja máquina de escribir
    que se oye tras el bajo tragaluz casi salpicado por el vómito amarillo
    -tecla a tecla, teclear balbuciendo,
    ajo a ajo, balbucir tecleando-;
    en el desvelo de quien espera en ansia enamorada
    la vuelta del que huele a vagabundo
    -cansancio maquillado de amor,
    cansancio espléndido y reluciente,
    cansancio transmutado en frescura por amor,
    los brazos abiertos,
    no importa a lo que huela- ;
    en los siete mil trescientos millones de seres humanos que pueblan [la Tierra,
    más allá de los muros del teatro de fantasmas
    donde uno mismo es empresario, autor, director, actor… y [espectador,
    puede estar el verdadero sentido.

    Entre el paraíso que se fue y la nada que no llega,
    puede haber un camino;
    fuera de los callejones oscuros y con vómitos amarillos:
    un camino de luz que cuesta ver.
    Ahí pueden estar los hilos del tapiz de Penélope
    con que esperar contra toda esperanza,
    con que conjurar toda asechanza,
    con que pintar de color el camino
    para que también otros lo encuentren…

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