domingo, 27 de febrero de 2022

Carta a otro amigo, con Ucrania y Putin al fondo

 Impecable a mi parecer tu parecer, querido amigo Félix; tenemos el derecho a la conversación.


Imagen: https://es.wikipedia.org/wiki/Imperio_sovi%C3%A9tico



Deambula por ahí un coronelillo al que puso en órbita hace años cierta nave del misterio. Con buena intención por parte de su conductor, porque el personaje luce una bonhomía de bote pronto. Con suaves y amistosos modales, y un buen bagaje de conocimientos técnicos y circunstanciales, un halo de inocente neutralidad aplaca las sospechas y hace de su discurso una suerte de postulado inquebrantable. Ateniéndonos al dicho popular inglés de que «hacen falta tres generaciones para formar a un caballero», y asumiendo con todo el cinismo necesario nuestra postulación a clasistas, incluso proaristocráticos u optimates, al coronel le faltan todavía dos generaciones y media. De tal suerte que en sus sueños todavía pastorea un rebaño de cabras. Un coronel retirado y una vocación: la geopolítica. Se necesita desenmascararlo, poner en alerta a su inadvertido auditorio, estrechar el caudal de posibles acólitos, porque tras su apoteosis televisiva se presenta de tertulia en tertulia por todo el arco mediático disfrazado de sabio más allá de las capillas ideológicas, más allá del bien y del mal; pero, achtung!, cuidado, porque resulta ser el monaguillo perfecto de la capilla antiUSA, antiliberal, antioccidental. Diácono o vicario de la cancerígena Órbita Putiniana —las mayúsculas no son un despiste tipográfico sino la identificación de un proyecto y su nombre propio—.

Félix, para despreciar convenientemente toda equidistancia y saber señalar dónde reside el mal, quienes quieran, que agarren en YouTube la alocución de Putin frente a su despacho en la que declara iniciáticamente las razones históricas que avalan su diabólica decisión de invadir Polonia, ¡uy, qué despiste, qué lapsus!, invadir Ucrania, quisimos decir, hacer la guerra al más puro estilo de la peor versión del siglo XX, su primera mitad, parteaguas de una nueva humanidad promisoria. Y después de escuchar con atención el discurso del maníaco, que esos «quienes quieran» se agarren después la Wikipedia y busquen «Aleksandr Dugin» y se rastree la línea maestra de su tesis política emitida desde la atalaya de la filosofía. Nada menos filosófico. Esta misma mañana de un 27 de febrero de 2022 lo advertía Olaf Scholz desde la tribuna oratoria del Bundestag: Putin, que no Rusia ni el pueblo ruso, afirmó sin tapujos, tiene un plan que va mucho más allá de Ucrania en su afán imperialista, y no se detendrá por sí solo.


 

Organizar manifestaciones anti OTAN en este preciso momento sólo puede ser una maniobra más del maléfico plan. Confundir, enmarañar, conseguir el apoyo indirecto de su plan mediante el manejo de la ingeniería social, la manipulación.

En esta hora oscura de la Historia, debemos situarnos maniqueamente del lado correcto, que no es otro que el del respeto, la defensa cerrada por la libertad pública y privada, el hermanamiento de la humanidad, el reparto expansivo de la justicia social y cultural, la igualdad de pueblos y personas, del lado de los valores de Occidente. Ya tendremos ocasión, más o menos doblegada la bestia, de volver al espectro de los grises y criticar los defectos propios, discutir sobre las faltas evidentes de «los americanos», ajustar los tonos graves y agudos de Europa, de la civilización más democrática y avanzada, de su perfectibilidad. Pero no ahora. Ahora no. Ahora, un demonio amenaza el Globo, bate el cántaro de las furias de uranio y plutonio, amenaza a los países libres con 60.000 ojivas nucleares; asesina, mata a los inocentes civiles, a sus ancianos y a sus niños, banaliza el mal, paraliza el progreso, retrocede a lo peor, envía al degolladero a soldados engañados de su bando y obligados del contrario, arriesga las vidas, sueños y proyectos del mismo pueblo ruso.

Dices bien, Félix: la protervia queda perfectamente delimitada sin un centímetro de equidistancia postulable.

jueves, 24 de febrero de 2022

Carta a un amigo, con la invasión de Ucrania al fondo

Carta a un amigo

En la fatídica fecha del 24 de febrero de 2022 en que Rusia emprende un ataque contra Ucrania

        Querido R…, no me dices nada de P…, de lo cual deduzco que todo va muy bien. Seguro que tendrá tu apoyo total y esas vértebras lumbares quedarán perfectamente reconstituidas.

A nuestra edad, con lo vivido y lo estudiado, comprendemos que tenemos que seguir adelante con la vida, como decía mi padre, intentando ver la realidad más terrible, la catástrofe humana, con la mirada fría de un observador. ¡De un reportero! Pero ahora mismo mi mente está en Ucrania, en Rusia, en el intento por adivinar un pronóstico lo más benigno posible. Ayer estuve hasta las 3:30 de la mañana oyendo y viendo la evolución de los acontecimientos. Escuché un discurso de Putin de más de una hora donde explica sus «razones» para desatar su furia. Su mentalidad es rudimentaria y atroz, pertenece a un paradigma que sólo pervive en autócratas desfasados, maníacos. Al prestar atención a sus palabras y penetrar los recovecos de su mente enferma, de límites abismales, uno comprende que es por completo imposible el acuerdo razonable, hacerle comprender ninguna cosa que apele a la verdadera naturaleza de lo humano; monolito de plomo, ni una brizna de musgo puede prosperar en la superficie de su obsesiva maquinación, su voluntad pervertida que embiste y se enemista contra toda sensibilidad. Personas únicas que arrastran consigo a toda la humanidad. Un nuevo y anacrónico Hitler o Stalin. Habría que matarlo en primera instancia. Detrás de él existe todo un constructo ideológico que se concreta en la figura de AleksandrDugin. Al leer las líneas maestras de su pensamiento me doy cuenta de que casan perfectamente con el discurso de Putin. Son antidemócratas, antiliberales, antimodernos. Occidente y Estados Unidos son el mal. La democracia, la defensa del individuo y su soberana libertad o los derechos humanos son excrecencias occidentales. Creen que la civilización de «los blancos» —frente a los «amarillos, los negros o ellos mismos, eslavos no del todo blancos»— es una civilización corrupta e inmoral, donde la homosexualidad prospera y se niega cualquier tipo de trascendencia. Más allá del plano moral, aspiran al dominio mundial de una nueva civilización, un puerco imperio, un renovado continente «euroasiático» capitaneado por Rusia. Mediante la muerte, la muerte, la muerte y la muerte, hasta el exterminio de quienes ellos consideran fascistooccidentales —frente a su explícito «fascismo verdadero»—, aquellos que, según Aleksandr Dugin, detentan el poder y manejan los hilos, se propone el supravillano comenzar a forjar manu militari la reconstrucción de la geografía política que había sido consolidada por la Unión Soviética. Y después, seguir adelante con su proyecto de una Eurasia que abarque desde Taiwán hasta la isla de Jersey. 

Recuperada de: https://www.geopolitica.ru/es/node/64713?page=2



 



Recuperada en:
https://www.vanitatis.elconfidencial.com/celebrities/2022-02-24/putin-rusia-guerra-ucrania-amantes-hijas-misterio_3362094/

En fin, tenemos que despejar la mente y seguir con lo nuestro. Es la única opción. En mi caso, una mínima inestabilidad del mercado que no me permitiera adquirir todos los adminículos de los que dependo (sondas para extraer la orina, medicamentos) me convertirían en altamente vulnerable. El primero de la fila para caer. Pero me preocupan más mis hijos y toda la gente, las vidas humanas que ahora mismo ya están sufriendo, están muriendo por los bombardeos rusos en Ucrania. Y al decir «rusos», queremos decir de su despótico dirigente, quien desbarata la libertad de cada uno de los individuos de Rusia, sus aspiraciones, su ineluctable inocencia  —porque no debemos olvidar que «los rusos quieren a sus hijos también»—.

No vale decir «¡es increíble, otra guerra en Europa a estas alturas!». Pues sí, esto está claro. Resulta pueril, estúpido e ineficaz este mero asombro de cotorra. Insisto, la cia o un servicio secreto europeo o el Mossad, no importa, Occidente debería cometer un único infalible asesinato, matar a la bestia para salvar el mundo, aliviándolo, y seguir haciendo posible el progreso de la humanidad hasta la escalada del último eslabón evolutivo de nuestra cultura: la Ética. 

Observadores del mundo y sus acontecimientos, eso que junto con las matemáticas —en nuestro caso sería junto con la Literatura— salvó del suicidio a Bertrand Russell durante su temprana juventud, aspiramos sin ningún romanticismo a que la Tierra termine siendo un lugar amistoso para todos los hombres. Un pastizal para la felicidad. Implicarnos emocionalmente hasta el grado de sufrir en el otro, la inservible transferencia del dolor, supondría un enorme error, una falta imperdonable y una transgresión del principio de pensar. Pensar: la única grandeza del ser. Aun inmerso en este dolor palpable que se ha hospedado en mi cuerpo medularmente malherido, suplanto la terrible hostilidad contra el placer por una abstracción propositiva. Sobrevolar la propia corporeidad es exigencia para súper vivir. Sólo bajo ese estado de analgesia mediante la sublimación, será posible entonces aportar el grano de arena para ayudar a que la memoria de la humanidad sepa recolectar el fruto glorioso de la existencia; seguir creyendo en nosotros como entidades de un difuso espiritualismo de la materia. La fe despojada de las garras de espurias creencias, esperanzas de una eternidad inconcebible, infinitud bastarda, absurdo promovido, transgresión de las leyes de la naturaleza, la pura impostación de clérigos chiflados, cuyo único propósito es nuestra esclavitud.

Recuerada en: https://wyss.harvard.edu/news/saving-the-planet-with-robots-microbes-and-nanotechnology/


No sabes la alegría que me das por haberte gustado la reseña que hice de tu libro.

Un fraternal y nada inválido abrazo

H

p. d. Te diré que la respuesta de periodistas y medios para intentar hacer visible Colapsoy furor es verdaderamente decepcionante. Ni siquiera te responden a los correos. Yo no tengo la energía como para derrocharla. Así que debo centrarme en el nuevo proyecto literario, muy ambicioso, de título provisional Memorias europeas, que me llevará dos o tres años de lecturas y estudio y escritura. Entre tanto, como tengo acumulada obra, iré publicando año tras año con mi valedor Nacho, el director de la meritoria Sapere Aude, quien, lleno de gentileza, siempre insiste en que cualquier cosa que ponga en sus manos me la va a publicar. Cuanta literatura soy capaz de exudar, me asegura, es muy buena y la calidad a la fuerza se acabará abriendo camino. Yo no lo creo en absoluto, no es verdad ni una cosa ni la otra. Pero bueno, sigo así. Además, mi estado físico me hace pensar que tal vez mi vida tenga una caducidad muy a la vista.

De deliciosa lectura, una forma diferente de ver la Historia



Perdona por todo este rollo. 

Más abrazos

H

domingo, 6 de febrero de 2022

Ucrania y la banalización del mal

Ucrania, el onfalismo de las naciones, la nueva religión de la Geopolítica y su necesaria banalización del mal


    Brinca la estulticia al paso de la noticia belicosa. La estulticia es esa estupidez mezclada con locura, la del elogio de Erasmo. Lo más revelador, desde mi punto de vista, reside en ciertos aspectos de carácter sociopatológico; lo que me preocupa de este cuento que los medios han decidido que sea noticia internacional preferente, fenómeno paralelo en todo Occidente. Pero eso será el colofón, antes necesito estudiar un poco de Historia navegando por la Red (si en español contáramos con términos correspondientes a los ingleses story history, entonces no utilizaría la mayúscula siempre que me refiero al segundo concepto).

La Historia, no es que se repita, es que no para de ser siempre lo mismo; no hay repetición, hay un continuo, una circularidad, permanente espiral de disparates. Y ¡si fueran sólo disparates! Bueno, sí, de «disparos». Lo que tampoco vamos a repetir aquí es el anquilosado lugar común de la crueldad, la maldad humana, la avaricia, la lucha por el poder y el dinero; todo esto resultaba ser ya parte de un axioma implícito cuando se busca la etiología de los materiales con que se construye la Historia. 


Durante la plena Edad Media, en los territorios que hoy conforman la Ucrania actual, existía un Reino de Rutenia, que en la versión latina se denominaba ¡Reino de Rusia! —que sí, que el embrión de la actual Rusia fue precisamente el Estado de Kiev de Rus (nombre, Rus, de un adalid de vikingos matones), después «Reino de Rusia»—. En Kiev de Rus irrumpió, hacia 1246, una llamada Horda de Oro, proveniente del oriente mongol. El rey Danilo Romanovich tuvo que rendir pleitesía y someterse a Batu Kan, líder de los mongoles; pero… Danilo buscaba alianza y ser estrechado en brazos de la Europa occidental, y, por consiguiente, protección frente a la amenaza venida del Este. A mí esto me suena a déjà vu —propongo a la Academia la palabra engendro yaviví—. 


Eslavos y vikingos, como Rus, negocian.
De: ancient-origins.net

El ombliguismo social, regional y nacional, esto es, que las naciones y el conjunto de la UE se regodeen en mirarse el ombligo (ὀμφαλός, ónfalos en griego), preocuparse sólo por ellas mismas, las políticas todavía con resabios nacionalistas han invisibilizado un problema muy grave, un auténtico parteaguas histórico obviado desde 2014. En noviembre de 2013, el entonces presidente de Ucrania Viktor Yanukóvich rechaza el Acuerdo de Asociación con la UE y prefiere echar a su país en brazos de la vieja madre Rusia. Recordemos lo paradójico de los vericuetos históricos y que Rusia fue en la alta Edad Media la hija del gran Estado eslavo del Reino de Rusia, esto es, el embrión de la Ucrania actual. El rechazo de Yanukóvich hacía la Unión Europea provoca las «Protestas de Euromaidán».[1] Muy buena parte de la sociedad ucraniana —96,4% de alfabetización— sentía como posible que su Gobierno abordara la europeización del país sin por ello tener que perder una buena relación con Rusia. La represión en la calle de las fuerzas militares y policiales ucranianas dejaron cerca de 100 cadáveres sobre el asfalto y bastantes problemas añadidos de carácter geopolítico; Europa volvía a defraudarse a sí misma, a mostrarse indefensa e inactiva frente al derrumbamiento de sus posibilidades civilizatorias. Finalmente, tras protestas y represión, Yanukóvich dimitió y en junio de 2014 accede al poder Petró Poroshenko, un presidente de los plutocráticos (Trump, Berlusconi),[2] un oligarca en toda regla. Ucrania pasaba entonces, en términos geopolíticos, de bloque alineado con Rusia a bloque alineado, siquiera en grado de tentativa, con la OTAN, ergo con EEUU, y con la Unión Europea. En mayo de 2019, Volodímir Zelenski, un candidato salido del circo mediático, el espectáculo de la comedia, gana las elecciones a Poroshenko. Zelenski construyó su propia productora Kvartal95, con la cual creó una serie de televisión llamada «Servidor del pueblo», en la que Zelenski desempeñaba el papel de presidente de Ucrania. O sea, en plan Los Simpson, donde, burla burlando, las ficciones se adelantan a los escenarios políticos reales más disparatados; valor de predicción o, en el caso que nos ocupa, directamente una campaña de coña. La serie salió al aire desde 2015 hasta 2019, cuando la tontería se hizo realidad. 

Desde el propio nombre hasta las banderas 
enarboladas hablan en las Protestas
del Euromaidán de un claro europeísmo

En términos siempre de pura presunción, Zelenski es proeuropeísta, pro OTAN, liberalprogresista —¿qué cosa es ésta?—. Los territorios de Donetsk y Lugansk, de mayoría rusofila y rusófona, al este de Ucrania, fronterizos con Rusia, se habían autoproclamado como Repúblicas populares independientes de Donetsk (RPD) y Lugansk (RPL) al abrigo del poder militar de la gran vecina putiniana y tras un referéndum en plan 1O 2017, Catalunya. Ni la UE ni, por supuesto, el Gobierno de Ucrania reconocieron estas wonderful new Republics —reluzca el arcoiris del idealismo—. Poco antes, tras el galimatías del Euromaidán, con soldados rusos sin identificación en sus uniformes, la península de Crimea es anexionada a Rusia. Verdad que la población apoyaba mayoritariamente la anexión, y Putin, el último gamberro pseudoimperialista de una gran potencia, con cara de gélido avatar, hizo de su capa un sayo y consiguió, a estas alturas de la Historia, anexionarse 27.000 km² de Crimea y una deseada salida al Mediterráneo vía Mar Negro. Discutiendo sobre la cuestión con un amigo, me señala, con buen juicio a priori, que en los tiempos de Guerra Fría, Rusia se resignó a representar su papel de Caín en la Historia al aceptar así a dar los primeros pasos en la desescalada armamentística, sin que después hicieran lo mismo los norteamericanos, incumpliendo el negociado, vaya. Rusia retiró misiles y bases allí donde se le dijo al Gobierno de Brezhnev resultaban más flagrantes. Busco en la Red algún artículo, bibliografía que apoye la afirmación de mi amigo; pero sin ningún éxito. Lo cual no significa que, en última instancia, la deducción final no sea más que razonable: ¿puede permitir Rusia que Estados Unidos, OTAN mediante, cierre su red contrarrusa sembrando sus misiles y cazamisiles en la frontera ucraniana? ¡A cinco minutos de un pepinazo contra Moscú! ¿Es justo, incluso? 

Consumimos la información que se nos proporciona, como el pienso dispensado en una granja, información con una ingente cantidad de sucesos importantísimos cercenados, porque no conviene resaltarlos demasiado —en Yemen, en este preciso instante, civiles, mujeres y niños están siendo masacrados por el ejército saudí, al que Occidente vende armas por millones de euros (más de 50 millones sólo España); ¿cuánto hay que escarbar para encontrar noticias al respecto?—. Con ese ignoto espacio de tiempo, acerca de la evolución de hechos en Ucrania desde 2013, sobre el cual los medios nos mantuvieron cegatos, se empieza a oír ahora hablar de «guerra, tambores de guerra, preparación para la guerra, tropas posicionadas», etc. Con el desparpajo del coleccionista de soldaditos de plomo o el aficionado a los tanques y todo pertrecho militar, con la futilidad del comprador entusiasta de fascículos sobre las guerras mundiales, maqueta del Panzer incluida, aparecen ahora en los medios los analistas geopolíticos apostolando acerca de un posible enfrentamiento bélico, la invasión de Ucrania por Rusia o la respuesta del ejército de los EEUU, como si tal cosa. Juegos de niños, despliegue de mapas geoestratégicos donde una ciudad con miles de habitantes se convierte en una pieza de monopoli bélico. Nos encontramos entonces con la paradoja del pensamiento débil incumplido.[3] El aparente olvido de los horrores de la guerra. Se comienza a perder el respeto por palabras de calibre grueso. La ética comienza a constreñir el rostro, arrugarse como un higo seco, se retira a la caverna del pensamiento. La banalidad del mal, sensu stricto, tal y como aparece reflejado en el enorme libro de Hannah Arendt, envenena la lengua de excoroneles del ejército, periodistas expertos en geopolítica, politólogos, historiadores ultracontemporáneos… La humanidad vuelve a ser capaz de repetir los actos más atroces. Como si nada. El que escribe cosas como esta que ahora estás leyendo es considerado un iluso, practicante del buenismo, una mente inmadura incapaz de comprender la realidad de los asuntos de los mayores. Un pacifista. Bazofia posmoderna. Es ahora, por no remontarnos más en el tiempo, cuando podemos hacer algún tipo de cábalas sobre lo que está sucediendo en Ucrania. 


Quién gana en las guerras y quién pierde? No gana
nadie excepto los vendedores de armas;
pierden todos, pero pagan con sus vidas
millares de civiles y obedientes soldados


¿En manos de qué tipo de monstruos nos encontramos? ¿Quién sufriría en caso de guerra? ¿Quiénes sufrirían más y de manera más inicua? Todo parece poder colapsarse de un día para otro, con un centón de periodistas bocachanclas hablando de que la guerra puede ser muy mala porque subiría el precio de la luz, o dislates semejantes. En programas de presunto análisis político con corrillos de tertulianos todoterreno y doxólogos de toda laya, se enhebran en pie de igualdad temas como el conflicto de Ucrania, la disputa mediática sobre Eurovisión, el último rumor sobre el rey "sinmérito" o el voto errático sobre la Reforma Laboral.

Tras su levantamiento grano a grano, piedra a piedra, costoso, lento, lleno de trabas, después de su complicada, colosal y muda construcción, el Templo de la paz, la fraternidad, la libertad y el progreso, el gran edificio del humanismo, puede ser dinamitado cualquier madrugada de éstas, cuando estábamos acariciando el acceso de la civilización al último peldaño de la evolución cultural, la Ética; cuando confiábamos —y debemos seguir haciéndolo— en el optimismo antropológico fundamentado en nuestros cálculos entusiastas, pero también en los de pensadores como Noam Chomsky, Steven Pinker, Richard Dawkins, Gianni Vattimo, F. Savater, Daniel Dennett, incluso Zigmunt Baumann — por el método de la antinomia—, Daniel Goleman, etc.


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Escrito y publicado hace unas horas este artículo en el blog Diarios Interruptus, Leo un artículo De opinión de Mario Vargas Llosa, «Putin, ¿un patriota?», Con fecha de hoy mismo en el periódico El País.

Vargas Llosa, descendido del pedestal de los dioses de la literatura desde que opina abiertamente de política y se posiciona, es verdad que a veces con compañeros incómodos, pero con toda honestidad y, faltaba más, con todo el derecho, escribe un artículo sencillo, con un dibujo hipotético sin grandilocuencia geopolíticas, un artículo translúcido, pero seguro que con muy buenas fuentes; en ningún modo trivializa, no juega en absoluto con esa banalidad del mal que tanto detestamos y que debemos siempre despojar con la mayor sorna y contundencia, y tenemos claro que existe una opinión desde el otro lado de la realidad (siempre recomiendo la lectura de RT televisión, canal de información ruso en español, orientado al mundo hispánico); sin embargo, creo que merece la pena leerlo. Pueden acceder en: Putin, ¿un patriota? Vargas Llosa.


 NOTAS


[1] Desde el 15M de Madrid, el movimiento Wall Street de Nueva York, incluso la «Primavera Árabe», la parte del voto contra el Bréxit en el plebiscito del Reino Unido para salirse de la UE, recorre la Tierra una ola de jóvenes sobradamente preparados y que creen en un mundo más justo, fraternal y libre de fronteras, ola de juventud que constituye también el grueso de las Protestas de Euromaidán en Kiev, conocidas como «Revolución de la Dignidad»; pero finalmente prevalece, se impone y dirige el decurso de la Historia la política de los viejos y sus modelos de fronteras cerradas, egoísmos nacionales y mirada geopolítica preñada de abulia ética. Muchos de los viejos de hoy que manejan las caballerizas participaron o se veían representados en el Mayo del 68; veremos si esta juventud de ahora, si los nacidos después de 1989 no terminan comportándose contra su credo de hoy, cuya música suena bien, y con la «madurez» no terminan regresando al disco rayado de la infamia.

 [2] En 2017, la cadena CBS, Columbia Broadcasting System, una de las tres cadenas de televisión más grande de Estados Unidos, realizó un informe sobre la corrupción, donde ubicó a Poroshenko entre los tres gobiernos más corruptos del mundo, junto al presidente de Argentina Mauricio Macri y el monarca de Arabia Saudita Salmán bin Abdulaziz (recuperado en https://es.wikipedia.org/wiki/Petr%C3%B3_Poroshenko).

 [3] Conviene aclarar algo sobre el concepto de «pensamiento débil», cuya teoría es tan acertada como confuso e inapropiado su denominación, que lleva a pensar en un pensamiento estúpido. He aquí una definición dada por el propio filósofo que engendra la magnífica idea posmoderna del «pensamiento débil», Gianni Vattimo, en entrevista de El País (14 de junio de 1989, a cargo de Carmelo Martín):

«R. El pensamiento débil plantea, efectivamente, una ética de la tolerancia: hacemos una interpretación de la cultura que toma como modelo la historia del ser de Heidegger con el propósito de debilitarlo, de reducirlo. Tenemos razones para defender la tolerancia y la no violencia porque la única racionalidad que podemos aceptar es la que entronca con una tradición que, desde el medievo hasta la edad moderna, ha de venido en la reducción de las estructuras fuertes, del poder, el Estado.

P. ¿Cuál sería el método de acción del pensamiento débil?

R. El pensamiento débil es a la vez una reducción de la filosofía y no veo a la filosofía como guía de una acción política. El pensamiento débil propone el abandono de la violencia, el control sobre la destrucción de la naturaleza -en cierto modo somos ecologistas- y, en definitiva, una interpretación menos neurótica de la existencia.»  (Recuperado en: https://elpais.com/diario/1989/06/14/cultura/613778404_850215.html).