domingo, 31 de diciembre de 2017

Despedir el año y saludar a uno nuevo cuando sabemos que el dolor persistirá

SOBRE EL DOLOR 
El Diablo cubre de pústulas a Job, William Blake
Hace años comencé un librito sin pretensiones, o sí, con el título de Afán de sabiduríaComienza así:


EN BUSCA DEL TESORO

1. Sigo el camino de la vida guiado por un solo fin: la sabiduría.

2. Si no eres un poco más sabio cada día ¿a qué has venido? ¿Para qué quieres haber vivido? ¿Para qué vives?

Después de la tetraplejia sobrevenida tras el accidente de motocicleta retomo la inclusión de nuevos puntos en este manual de vida. No encuentro en general que lo escrito en este libro hasta antes del nefasto 11 de abril de 2013 en que tuve el accidente haya quedado invalidado, nunca mejor dicho. Las claves siguen siendo aplicables aun en mi situación. Me doy cuenta de que había escrito algo sobre el dolor. Lo que nunca pude imaginar es que en unos años se convertiría en el monstruo en que se ha convertido ahora. Hoy el dolor necesita una reinterpretación o, sobre todo, un endurecimiento de los argumentos que había incluido previamente, cuando los dolores cumplían la tesis epicúrea: "cuando el dolor es fuerte, dura poco; y cuando dura mucho es porque resulta soportable, más leve". Esta tesis en principio correcta ahora resulta fallida. Mis niveles de dolor crónico se han convertido en algo bastante fuerte, en principio de aquellos que deberían durar poco y que sin embargo se han perpetuado. Algunas medicinas ayudan a sobrellevarlos, pero tales drogas entrañan por su composición química algunos riesgos como la adicción. Por eso se intenta aguantar y espaciar en lo posible su ingesta. En mi libro, ya terminado (aprox. 690 páginas), El hombre medular, defino el dolor y las molestias, ya nociceptivos ya neuropáticos, como la bestia negra contra la vida. Sin embargo, esta vida prosigue y debemos ejercerla con el mayor grado de satisfacción posible. Querría centrarme en escribir un texto breve sobre el dolor estrictamente físico y las formas posibles para su disuasión. Lo haré pues de manera más extensa y con cimentación teórica dentro de poco tiempo y como parte de ese Afán de sabiduría comenzado hace años. Tengo ya algunas notas y acaso un pequeño esbozo. Lo de ahora es tan sólo un embrión reflexivo.
La concentración en la lectura y el trabajo, así como la conversación con los amigos, distraen el pérfido influjo del dolor sobre nuestro estado de ánimo. Ya lo he expresado muchas veces: la concentración del Intelecto nos sitúa en un estado de ingravidez espiritual que debe de ser lo más parecido a la felicidad: incluso a la eudaimonía,* esa felicidad más profunda y estable. La felicidad viene a ser a la eudaimonía lo que una estufa de invierno es frente al sol bienaventurado de una primavera eterna en el Mediterráneo. También encuentro por momentos formas alternativas para la distracción del dolor. Hay para quienes la acción resulta imprescindible. Parece despejarles la niebla del sufrimiento; como quienes optan por el ruido, temerosos del silencio. La concentración más provechosa a mi entender, hoy más que nunca, es la de un modo de vida contemplativa.
En ocasiones incluso pongo en práctica un cierto tipo de masoquismo en el que busco placer en el dolor; como si afirmara cartesianamente "me duele, luego existo".
Incluso en las filosofías más sagaces, nuestras predilectas, dolor y felicidad se oponen por un simple silogismo: felicidad es placer, dolor es displacer, luego dolor es anti-felicidad. Para quienes vivimos con el dolor físico sobre nuestra giba, es necesaria la integración del dolor en el placer. Como la noche en el día, el frío en el calor, la repulsión en la querencia. El mal en el bien. Si la paradoja y aun la antítesis como recursos estilísticos logran expresar los fundamentos del amor en un poema, ¿por qué no podrán ser integrados en la explicación placentera de nuestro existir? Debemos resolver la contradicción por nuestro bien. Al fin y al cabo la contradicción es sólo una creencia más. Aunque Nietzsche no es buen ejemplo —por razones de pura fisiología estaba destinado al sufrimiento reactivo—, sí puede enseñarnos alguna cosa al respecto, pues aseguraba que cuando sufría de dolores se encontraba especialmente proclive a la escritura (no sabría decir en cuál de los textos suyos leí esto hace mucho tiempo). Su escritura provenía del "pensar" y de este "pensar" provenía el summum de su placer. Por arte de la alquimia mental, transformaba sus terribles jaquecas en su mayor placer: la escritura, la reflexión, lo creativo.
Más que nunca, el rosal nos representa, con sus espinas y sus rosas todas suavidad, belleza y fragancia.
Creo que la naturaleza, a la que se atribuye no sé qué tipo de improbable sabiduría, obviando que sus leyes se encuentran al margen de los valores antrópicos, se ha excedido en el mecanismo del dolor para detectar sus causas y buscar de este modo algún tipo de cura. Su condición de "alarma" resulta la mayor parte de las ocasiones algo excesivo, cuando no estéril. Parece que el ser conscientes de un problema fisiológico a través de los centros nerviosos que captan el daño y emiten su señal al cerebro puede resultar útil. Pero en ocasiones, demasiadas, el dolor no ayuda a nada, sólo duele. Como creo haber leído hace demasiado tiempo en sus Cartas eruditas y curiosas, Benito Jerónimo Feijoo intuyó que el dolor de cabeza podía provenir de más de setecientas causas, y entonces, ¿de qué carajos sirve padecer su sufrimiento? No digamos en el caso de los dolores neuropáticos, donde los nociceptores (receptores tisulares del dolor) no tienen jurisdicción y se trata tan sólo de un malestar como ficticio, fantasmal, inventado por nuestro encéfalo, un sufrimiento aparentemente sin un "origen real" o físico.

Icono más frecuente del yin y el yang
Seguiremos trabajando la cuestión y buscando fórmulas para poder seguir superviviendo con dicha mientras vivimos sumergidos en el sufrimiento físico —dejando aparte ahora otros padecimientos—. Y espero compartir nuevos hallazgos encontrados por mi experiencia personal que puedan ayudar a quienesquiera que sufran de algún tipo de dolor, ya sea circunstancial, ya se trate de algún tipo de dolencia crónica. En el primer caso, sin duda consuela enormemente el pensar en que se trata de un túnel de duración limitada después de cuyo trayecto recuperaremos la naturalidad de nuestro cuerpo, su estado neutro, claro posibilitador del placer de existir. El dolor fijo, estable, mal compañero cotidiano, del que sabemos su perpetuidad, es un túnel sin final por el cual hemos de transitar sin que oscurezca, hasta el colapso total, nuestras otras parcelas existenciales a la luz del día. 
Uno de los puntos cardinales en el intento de aliviar el dolor del que pretendo partir se fundamenta en la auto-hipnosis. Un rango amplio de los dolores que padezco se erradica cuando mi mente queda hipnotizada por el sueño. Justo cuando comienzo a quedarme dormido, puedo experimentar cómo el dolor se disipa un instante antes, igual que si mis brazos y mis escápulas se apagaran. Del mismo modo, en sentido inverso, cuando despierto, el dolor resurge de una zona inconsciente donde se encontraba apagado y que de pronto reaparece al estado consciente. Creo que ahí se puede encontrar un campo de acción posible; aunque debo sincerarme: hasta el día de hoy no consigo encontrar la fórmula de estar despierto y al mismo tiempo apagar el dolor, aletargarlo. Lo creo posible. Para esto sería necesario lograr un yin yang armonizado, voluntario, en virtud del cual mantengamos la vigilia y al mismo tiempo logremos inducir nuestra parte física a la narcosis del sueño. Lo que sí sé es que lo he conseguido durante pequeños fragmentos de tiempo y en determinadas condiciones. De algún modo, la consciencia abarca lo psíquico, lo emocional y lo físico y no resulta fácil dividir su sugestión. Si progreso hasta cierto punto en este camino habré de compartirlo.
Mientras tanto, no dejéis de disfrutar cada instante de la vida.


Me gusta esta representación arbórea
del yin y el yang, donde copa y raíces
se confunden entre los opuestos
necesariamente integrados

Según la arbitraria convención que nos hemos dado en Occidente, un año acaba hoy y otro empieza mañana. La ruleta sigue en marcha. Hemos decidido subirnos a ella, a los cangilones de una noria donde nosotros somos el agua, y en giros sosegados atravesamos la parte baja, el intrigante centro y la sublimación de lo más alto, desde donde vislumbramos el horizonte y todo, por debajo de nosotros, se nos antoja plácidamente irrelevante y hermoso al mismo tiempo. 


¡Eudaimónico 2018 para todos vosotros, amados amigos!


Imagen tomada de http://www.habitarlocotidiano.es
*Una definición próxima a la que yo entiendo.

sábado, 9 de diciembre de 2017

MÁXIMAS Y MÍNIMAS: SENTENCIAS NO DE MUERTE

Baltasar Gracián (1601-1658): "lo bueno, si breve, dos veces bueno"
Por entregas periódicas y caprichosas, incorporaré (ítem más) en este cuadernillo batiburrillesco adagios, aforismos, frases de un librito que tuve la humildad de componer hace unos años y al que de vez en cuando todavía añado nuevas: 

Máximas y mínimas: sentencias no de muerte



  • CIVISMO: Cortesía pública.
  • IVAGINACIÓN: Imaginación o capacidad intuitiva de carácter vaginal, de mucha penetración.
  • GILI-POLLAS: El que inventó la cita de arriba (hay que perdonarle porque lo hizo hace varios años).
  • Si un escritor roba las ideas de un genio, su estilo o su obra, se convertirá en un plagiador; pero si roba las ideas de muchos genios, podrá llegar a parecer uno.
  • Quienes roban una idea plagian; quienes roban un millar están llevando a cabo una investigación.
  • La SERIEDAD es el escudo del necio.
  • DEMAGOGIA:  Cualquier argumento que, por bueno que sea, vaya en contra de los dogmas de fe de la derecha, sobre todo si trata de defender la justicia social.
  • DERECHA: Ideología elemental y causante de todos los males del mundo, según cualquier interlocutor de izquierdas.
  • IZQUIERDA: Ideología elemental y causante de todos los males del mundo, según cualquier interlocutor de derechas.
  • CENTRO: No existe. 

domingo, 3 de diciembre de 2017

Narración dominicana

Dejad que os purgue del Maligno

Francis, mujer de una gran energía, afroamericana de la República Dominicana, es una de las asistentes pagadas por la Comunidad de Madrid para ayuda a la dependencia; mientras limpiaba mi cuerpo con esponjas, un cuerpo yerto de manera un tanto extravagante, me narraba esta historia verídica de su país.

Las palmeras se mecían por una suave brisa salada. Una calma inerte se apoderaba de las casas, muchas de ellas a medio terminar, y sus fachadas de colores. En horas tempranas del día del Señor, una quietud fantasmal se adueñaba de las calles como si hubiera sido extinguida la vida de sus pobladores. De pronto, alguna ráfaga marina, un soplido fugaz del dios templado de aquellos mares, hacía revolotear el polvo durante unos instantes, hasta que volvía a posarse sobre la carrocería de viejos automóviles, techumbres y solares baldíos. Unas horas más tarde, en el interior de un templo adelgazado sobre un pequeño promontorio, los domingos, bendecidos por natura con un sol caribeño, el pastor evangelista sermoneaba a sus fieles, atónitos en las bancadas de la feligresía. Medrosos de Dios, se regocijaban con convincentes palabras que sólo la divinidad podía estar inspirando. El diablo, aseguraba el clérigo, más que nunca había tomado plaza entre aquel rebaño de pecadores; uno por uno, una por una, Satanás había ido poseyendo sus cuerpos y sus almas. Pero él estaba dispuesto al sacrificio personal para salvarlos. Debía recibirlos individualmente y explicarles la única fórmula para extraerles el mal. 
Fue recibiendo en primer término a las mujeres, que asistían en horas marginales hasta la parroquia para mantener una charla con su guía espiritual.
—Hija mía, debo yacer contigo y a través del acto limpiaré tu alma de toda infección infernal. Después, a través de tu pureza recobrada, habrás de ser amada por tu marido, quien quedará también limpio gracias a tu intercesión.


De este modo, el pastor llevó hasta su lecho a cada una de aquellas humildes almas y copuló con ellas. No dejó una sola parroquiana sin el sometimiento de su cirugía exorcista.
Ellas regresaban a sus hogares con la sonrisa espléndida de su doble satisfacción: la de una cópula mirífica y la de sentirse libres del espíritu de Satanás. El marido las esperaba impaciente. Bajo paredes desconchadas pintadas de colores imposibles, verdes, amarillos, rojos, fucsias, las parejas con hijos los enviaban a las casas de los vecinos, familiares o simplemente a brincar alegremente por las calles sin asfaltar del pueblo. Entonces, desnudaban a sus mujeres con una excitación reverencial. Sus penes se extendían como arietes sagrados. Al amar a sus esposas ahora impolutas, a través de sus miembros recibían la gracia de la purificación.
 

El pastor evangélico fue recompensado con todo tipo de regalos e incluso con dinero, por parte de aquellos matrimonios de cuyos lares fue expulsado el Maligno. "No contéis con una purga vitalicia; el diablo suele mostrarse contumaz. Si percibís algún signo de su posesión, si los pensamientos impuros rebrotan en vuestras almas, regresad a mí, hijas mías, y contrastad vuestros síntomas con mi sabio veredicto, con la ayuda de Dios. No dudaré en volver a sacrificarme para vuestra purificación tantas veces como sea menester, mientras nuestro Señor siga confiando en mí como su humilde intercesor. Éste es mi sacrosanto deber.

lunes, 13 de noviembre de 2017

Mar cantábrico, poema


Paseo de San Pedro
Mar cantábrico

Es buen momento, inmejorable, ahora 
que ves con displicencia tu futuro,
mirar atrás, muchacho, y darte cuenta,
y darte cuenta de que nada es cierto.
Que el oro sobre tus manos sostenido
eran puñados de arenas siderales,
polvo sutil fugado entre tus dedos.
El mundo era un banquete y Garcilaso,
con un ramo de rosas ofrendado,
trepando la muralla quedó mudo,
como un héroe o un mártir, como Cristo,
divinizó su vida en tres decenios
y se hizo inmortal por morir joven.
Ya me escapé de casa cuando era un niño
y he viajado en autostop por la meseta,
podríais empujarme al mar Cantábrico,
que ha visto mis peores ebriedades,
testigo del amor y de los besos;
arrojadme al vacío del paseo
con nombre de piedra frente al Cuera.
Recíbanme las olas de mi infancia,
que se cumpla mi condena de muerte
por haber perpetrado este delito
de haber vivido intensamente todo:                                             
Paseo de San Pedro
amores, alcaloides y aventuras.
Si es tal alacridad y tan a fondo
mis átomos han sido convidados,
que el fondo de ese juez inabarcable
me reciba como un pecio de goce,
y no condena. En salitre me pierdo;
el mundo recorrí, valles, mesetas:
arrojadme al vacío del paseo.

Foto tomada de https://www.buho21.com/ver_foro.jsf?id=15159&pagina=3
La Sierra del Cuera encierra el concejo
de Llanes entre la montaña y el mar
Endecasílabos extraídos de Desde el abismo, versos inválidos
El Paseo de San Pedro se extiende sobre el mar Cantábrico golpeando contra los riscos, entre el mar y la pequeña cadena montañosa de la Sierra del Cuera. 
Tumbados sobre la fresca hierba hemos vivido intensos momentos de la primera juventud; sueños, 
proyectos de ilusiones, estados alterados de conciencia y besos cuyo dulzor aún recuerdan nuestros labios.

viernes, 10 de noviembre de 2017

Carta a Amnistía Internacional sobre presos en el "procés", Cataluña


He recibido hoy respuesta de Amnistía Internacional a una carta que les escribí ayer por la mañana. Con gusto leo, en resumidas cuentas, que me están muy agradecidos por mis comentarios. Decidí escribirla después de leer la noticia de que Amnistía Internacional consideraba que los "exconsellers" y "los Jordis" no podían ser considerados "presos de conciencia" ni "presos políticos".


Aunque no venga a cuento, no agrada en absoluto la actitud prepotente del Gobierno, y sospecho que del Estado, esa Cosa (Res) pública con corona, y su faraónica veneración por el imperio de la Ley; así, con mayúscula absolutista cuando les interesa. Ahora bien, el nudo catalán no es poco gordiano.

Lo que quiero en esta entrada es simplemente reproducir mi carta.

Por su lectura, nadie debería formarse ninguna idea cabal sobre mi postura frente al problema surgido en Catalunya. Nadie debería interpretar simplonamente cuál es mi parecer —aunque con toda probabilidad no lo vaya a poder evitar por mucha captatio benevolentiae que solicite—. Como no puede ser de otra manera, mi opinión es compleja, tan imposible de clarificarse que he evitado elaborar en este cuaderno ninguna entrada sobre el tema a pesar de las tentaciones. Mi opinión es compleja y contradictoria, como complejo y contradictorio es el problema. Políticos, tertulianos y opinadores varios ofenden cuando reducen el asunto a la siguiente fórmula: "es un problema político que debe ser arreglado con política". Demasiado rudimentario. Si se estropea una bicicleta es un problema mecánico que debe arreglarse con mecánica; pero lo que pasa en la comunidad autónoma de Cataluña desde hace años y que ahora eclosiona no es que se haya estropeado una bicicleta; es mucho más enrevesado: en un sentido amplio, es un problema histórico, es un problema psicosocial, es un problema económico, es un problema sociológico y posiblemente muchas cosas más además de algo estrictamente político. Por infortunio, verbigracia, también ha adquirido el incómodo ribete de problema judicial. Que es a lo que vamos.

Ésta es la carta:

Estimados amigos y amigas de Amnistía Internacional:

Como simpatizante absoluto de su institución quiero felicitarles por su decisión corporativa en el sentido de no considerar la situación de los dos dirigentes de Òmnium Cultural y ANC (Assamblea Nacional Catalana)*, Jordi Cuixart y Jordi Sánchez respectivamente, así como de parte del Govern catalán como la de "presos políticos". Personalmente no me gusta su encarcelación y creo que la medida de la Audiencia Nacional no ha sido la conveniente; sin embargo es una decisión judicial que no carece de fundamentación y parece respetable entre las posibles resoluciones desde un punto de vista jurídico. Pero esto no implica que se trate en absoluto de un caso de falta de derechos humanos. Tampoco simpatizo particularmente con una visión política y social bajo el imperio absoluto de "La Ley y el Orden". Un mundo tan estricto no conviene a una realidad humana siempre poliédrica. 
Creo que la toma de postura oficial de Amnistía Internacional les dignifica por no poner a la misma altura estos hechos con los de otros países donde de forma palmaria existe una flagrante falta de Justicia, donde sí hay presos políticos y donde el poder político detenta los tres poderes, legislativo, judicial y ejecutivo sin ningún tipo de separación y sin escrúpulos. No hace falta pormenorizar los numerosos casos; pero por ejemplo en Turquía hoy en día hay cerca de ¡50.000! presos "absolutamente" políticos o de conciencia, incluso por una simple sospecha, con torturas incluidas (amada Europa ¿por qué terminas siempre por decepcionarnos en momentos importantes, auténtica tierra de promisión?)Hablar en nuestro caso de "presos políticos" sería ensuciar la imagen, credibilidad y labor de su eximía organización.  
No es la Primera ni la Segunda Guerra Mundial, es ahora;
millares de refugiados hacia la "estabulación" en campos turcos
alquilados por Europa
La democracia en España, como, me parece, en cualquier otro Estado de derecho, nunca es del todo perfecta, pero existen los recursos judiciales, se rechaza cualquier tipo de tortura, hay separación de poderes al menos relativa y, en fin, se vive en un sistema bastante civilizado. Después de los años del franquismo y de toda la historia previa, España vive en el mejor momento histórico. Cuando de manera pueril los líderes independentistas hablan de la creación de una República perfecta y, literalmente, de crear "un hermoso país" parecen olvidar que España ya es en buena medida y en comparación con su pasado ese hermoso país. No me declaro patriota. Creo que la única patria válida es la de la Humanidad. Y en el camino por crear un mundo fraternal e igualitario los nacionalismos son palos en la rueda del progreso.

Por lo tanto, su declaración oficial al respecto de estos activistas y políticos en prisión (aun deseando que sean pronto excarcelados) me parece que dignifica a Amnistía Internacional. Todavía más.

Sigan trabajando en pro de los derechos humanos. Nunca podremos estar suficientemente agradecidos. Por mi situación personal, después de haber tenido un accidente y quedar gravemente lesionado y con una pensión muy baja, no puedo colaborar económicamente, cosa que sí hice tiempo atrás. Pero tienen desde hace muchos años toda mi simpatía.

Reciban un afectuoso saludo

H



*Según la página web de la ANC: "L'Assemblea Nacional Catalana (ANC) és una organització de base transversal i unitària que té com a objectiu la independència de la nació catalana per mitjans democràtics i pacífics."
Me parece una definición bastante liosa. Todavía no entiendo qué es eso de "transversal", simpático cajón de sastre en jerga política. Cuando pienso en transversalidad, la verdad, suelo pensar en cómo mueve el alfil en el tablero del ajedrez. Tal vez valga la metáfora para quienes usan el término. Pero resulta más gracioso todavía lo de "transversal y unitaria". Mi buen amigo Carlos Fernández, como es propio de una mente lógica —es profesor de Matemáticas en la Universidad de Oviedo y de Gijón— llamaba mi atención para compartir unas risas sobre una de las siglas más antinómicas de la política internacional, las del mexicano PRI, Partido Revolucionario Institucional. "Revolucionario institucional" es un oxímoron precioso. En la definición de ANC que analizamos, también se dice perseguir la independencia de una nación. No deja de sonar extraño. Ponen el carro delante de los bueyes. O se imaginan el carro. Es como decir que aspiro a contraer matrimonio con mi esposa.

viernes, 3 de noviembre de 2017

UN MAL DÍA LO TIENE CUALQUIERA

A vueltas con el suicidio de un amante de la vida

¡El mar amado, el mar apetecido,
el mar, el mar y no pensar en nada!
Manuel Machado

Un vigoroso ejército asalta de nuevo la fortaleza de nuestro cuerpo. Su arma más poderosa es la realidad, esa evanescencia que aun sin existir se impone. Los dolores, la sensación de rigidez, las estacas clavadas en la parte superior de nuestro cuerpo y en nuestros brazos nos hacen recordar que estamos reducidos a un escombro. En alguna ocasión nuestras fuerzas contrarrestaban las del enemigo. La fuerza del amor. Pensar en nuestros hijos, en mis hijos, en Guzmán y Blanca. La presencia más o menos fantasmal de nuestros amigos más queridos. Pero hay mañanas en las que despertar de nuestros sueños de la noche es regresar al infierno. Veníamos de soñar que escalábamos montañas o deambulábamos libremente por ciudades milagrosas. No existía el dolor ni la parálisis ni la inmundicia. Pero abrimos los ojos, despierta la conciencia y todo esto reaparece.
De nuevo, sin desesperación, de un modo perfectamente racional, volvemos a pensar en la erradicación. El último soborno a la existencia: ofrecer nuestra vida a cambio de una paz inconsciente. La nada. ¿¡Y nuestro vitalismo, este apego a la vida, al sonido de los pájaros y el sol, a nuestros amigos viejos los filósofos, pensadores y constructores de ficciones redentoras! ¿Qué fue de todo ello?! El pago parece desproporcionado. Nos resistimos. Un derivado sintético del opio administrado en una dosis demasiado prudente hace su efecto. Qué necia, en este límite de lo insufrible, que todavía tenga redaños para gobernarnos la Prudencia: "vieja solterona, rica y fea, cortejada por la Incapacidad". El dulce amigo Opio no erradica el dolor físico pero disipa en cierto grado un malhumor profundo como una sima; jugueteamos incluso con la idea de pertenecer al mismo club que laudánicos amigos como Thomas de Quincey, Samuel Taylor Coleridge o Arthur Conan Doyle. Si conseguimos sumergirnos con cierta fortuna en la lectura de algún texto mientras fumamos un pequeño puro, el ritual completo contribuye al engaño de pensar que seguimos viviendo. Que el placer todavía existe. Con algún problema que otro, ¿verdad?, pero seguimos vivos. Comprendemos que entre nuestros colegas los sufrientes no somos los más desafortunados. La asistente que nos limpia por la mañana nos habla de otras personas en estado mucho más calamitoso, inmersos en un proceso de degeneración inhumana. Son enfermos y su enfermedad avanza; mientras que nuestra lesión es una herida mal curada. Algo estancado. Por culpa de una ciencia médica infantiloide, que parece mostrarse satisfecha por alargar la vida aunque sea de un modo imperfecto. La esperanza brota como la flor de ese cactus maldito por la fugacidad de su orgasmo, breve como el crepúsculo. La esperanza, luego, desaparece y pasamos el día distrayendo la catástrofe.
Hay días en los que volvemos a desear la desaparición, y se encadenan unos a otros durante un periodo relativamente insoportable. Y entonces, ni siquiera la evocación de nuestros hijos parece suficiente. La libertad extraviada y toda esa constelación de dones arruinados se te plantan cara a cara con un demonio que te los ofrece sobre bandeja de bronce, mientras sonríe sin ninguna prebenda fáuistica para ofrecerte. Se cruza la idea de rogarle a algún amigo valiente que nos empuje al otro lado, hacia el bando victorioso de la materia inerte. Debelan con denuedo apegos y desapegos, vitalismo y muerte.
El acceso al suicidio es un as en la manga de los desesperados y la gran contrariedad es que ni siquiera nosotros contamos con esa carta mágica. Ni siquiera nos es demasiado factible decidir por propia voluntad provocarnos la muerte. ¿Podría alguien recomendarme algún librito con 100 formas de suicidarse un tetrapléjico? Y si puede ser que provoque a risa, mejor.
Se nos ocurre acudir a una forma de suicidio civilizado. Viajar a Suiza, hacer todos los trámites pertinentes, pagar el dinero necesario y que nos administren una droga letal en condiciones de una máxima amabilidad cívica. Pero esto provoca repulsión. Qué muerte tan poco hermosa, oyendo hablar a tu alrededor entre el personal hospitalario algo semejante al alemán. 
Se recuerdan, sin ninguna literalidad, versos enmohecidos de aquel Lord Bayron hiperromántico: mejor morir sobre la fresca hierba al borde de un acantilado que postrado entre las sábanas de un frío hospital. Pero qué importaría la hermosura, la indecente hermosura de la muerte, un segundo después de su advenimiento. Lo que importa es ese segundo de después. Ya no existe la incertidumbre de Hamlet, to be or no to be, tan desvanecida como la teoría geocéntrica. Y entonces nos detenemos. No queremos perdernos la oportunidad de contemplar un nuevo día más. Este don concedido por un azar del todo improbable, nunca suficientemente valorado. 
Sin embargo, Byron en su lecho de muerte, Joseph-Denis Odevaere, 1826



Lo más parecido a la muerte bayroniana sería arrojarse por ese acantilado. Quién sabe, tal vez algún día lo encontremos. En la precipitación hacia el vacío, el mar ofrendándonos su inmensa mano fría y salada, nuestro último pensamiento irá dedicado a quienes más quisimos y la última percepción será la del gozo exquisito de la vida. Moriremos de amor.




Las próximas serán mejores noticias, amigos.

sábado, 21 de octubre de 2017

Cuatro relatos condensados

Cuatro piezas de Relatos condensados


Hércules luchando contra la muerte de Alcestis, Frederic Leighton,s.xix

El muerto

Cuando vi mi propio cadáver sobre la cama de cuidados intensivos los médicos dijeron entre sí infarto múltiple tuve un extraño pensamiento: «Cogito ergo sum, cogito ergo sum, cogito ergo sum… Entonces, ¿estoy vivo?» Fue el último recuerdo que me vino al cerebro, mientras observaba desde arriba a toda esa troupe de médicos y enfermeras que me rodeaban. Después, me debió de sobrevenir de forma más real la muerte, pues ya no recuerdo nada.

Sr. Don Dindon

Mediría al menos dos metros de altura, complexión cuadrada, piel caoba y su enorme corbata de cadenas.
―Disculpe, caballero, ¿tiene usted hora?
Al mirarlo, pude adivinar es su rostro esférico que eran las doce de la medianoche. En fin, faltaban apenas dos segundos, pero pronto el puntual caballero me respondió:
Din don dan don, dan don din don.
Y continuó con doce espléndidas campanadas. Le di las gracias y me miró displicente y rutinario con su rostro braquicéfalo.


Tanatofobia

Arturo temía de tal modo a la muerte que cuando la vio por primera vez sufrió un colapso nervioso, después un infarto y se marchó con ella. Ahora ya no teme nada. 
Pintura del peruano Alfredo Alcalde


Paronomasia vegetal

No sucedió en un lugar particularmente grotesco que un día una madre le dijo a su hijo:
—Hijo mío, ve a la calle y tráeme medio kilo de acelgas.
El chico puso su primer pie en el pavimento y se sintió feliz de una manera tan desproporcionada que él mismo se sorprendió. Se paró en un parque donde abundaban las adelfas y agarró del profuso seto un buen número de hojas lanceoladas. A su madre le extrañó el aspecto de la verdura. Pero era verdura al fin y al cabo. Así que no tardó en tomar un chorizo colgado de un gancho, unas patatas convenientemente lavadas, peladas y troceadas y una cazuela con bastante agua, que a continuación colocó en uno de los fogones recién encendidos. Lo dejó todo apartado y extrajo de la nevera unos garbanzos cocidos desde por la mañana. En una sartén sofrió un poco de cebolla en aceite de oliva y cuando estuvo ligeramente dorada le añadió una cucharada de pimentón picante; apagó el fuego y lo reservó a un lado, como dicen ahora los chefs, elevados a categoría de grandes filósofos. Mientras tanto, el agua comenzaba a hervir y arrojó en ella los trozos de patata; después de un rato, cuando el misericordioso tubérculo podía atravesarse suavemente con un tenedor, echó las acelgas (que en verdad eran adelfas), el sofrito, el chorizo en generosos tasajos, los garbanzos y unos cuantos pellizcos más de sal. Echaba la sal con tanto amor… ¿O era tan sólo precisión de alquimista? 
Todo el mundo se sentó a la mesa, el padre, los tres hijos, un abuelo y finalmente la propia cocinera, que traía consigo una olla agarrada con sendos trapos de las asas. Lo puso en un salvamanteles y con el cazo fue sirviendo uno a uno generosas raciones. Murieron todos excepto el marido, un experto botánico.

Moraleja: no despreciéis siempre la sabiduría.

jueves, 20 de julio de 2017

DEL USO DEL SÍMBOLO: MOTOR PERVERTIDO DE LA EVOLUCIÓN


Del uso del símbolo: motor pervertido de la evolución



La pequeña iglesia del siglo XVII
Hace días que no escribo nada. Escribir en un sentido libertador. Hoy, esta tarde, incómodo, rígido y dolorido me gustaría disolverme en el entorno de prados, bosques y montañas a mi alrededor. Estoy en esa naturaleza ambigua entre la meseta castellana y la franja cantábrica. Para escapar del dolor físico y de cierta desesperación que a veces puja por madurar me voy solo con mi silla. Llevo un cojín entre las piernas y un artefacto electrónico que me permite jugar al ajedrez. Me sitúo, me pongo, me aposto, me aparco detrás del cementerio y la pequeña iglesia del siglo XVII, frente a un campo verde, un pequeño arroyo, un exiguo robledal (bosques más grandes me rodean a oriente y occidente) y frente a la pequeña colina que me gustaba llamar la montaña del Eremita. Recuerdos. 
Alrededores de la iglesia y el pueblo


Comienza la partida de ajedrez al tiempo que entro y salgo de ella para aspirar el aroma en ráfagas caprichosas, de pronto vaharadas de humedad y hierba, de pronto una brisa seca del sur… Enciendo el botón de mi silla, un torpe cuerpo que sólo sabe rodar, y ruedo unos metros, hasta esconderme en el minúsculo atrio de la iglesia, donde sigo con la partida de ajedrez. 
Sorteo de piezas, negras o blancas. La Muerte juega negras. Lógico
Pienso en aquel caballero que regresaba de las Cruzadas en El séptimo sello, Antonius Block (Max von Sydow), a quien se le presenta la Muerte después de haber tomado una siesta, igual que su escudero, entre guijos y arena de aquella playa nórdica y penumbrosa. Suele pintar la imaginería a una vieja enfundada en negras telas y con una guadaña, pero Ingmar Bergman presenta a la parca como un hombre inexpresivo, sin guadaña, pero, eso sí, enfundado bajo su capa y su capucha negras. Levanta el brazo y se alza un ala de su capa para envolver al cruzado hacia el lado de las sombras, «hace días que te vengo siguiendo», le explica; pero al caballero se le ocurre la idea de emprender un combate ajedrecístico con su fatal perseguidora. «Tengo entendido que juegas bien al ajedrez», tienta a la Muerte. «Sí: soy buen jugador de ajedrez», remacha sin atisbo de modestia, ¿quién hay más poderosa que ella? Y lo sabe. Antonius Block: «si pierdo, me llevas contigo; pero si gano, me dejas vivir». Sabe que es un ente orgulloso y aceptará el reto. Al final siempre vencerá. Por unos breves instantes se me ocurre esa posibilidad. Que viniera la Muerte y yo le ofreciera la partida de ajedrez definitiva. La garantía es que yo perdería irremediablemente y en poco tiempo, mientras que Antonius Block sobrevive por los largos, hermosos días en los que transcurre la historia; y no recuerdo si termina burlándola —siempre será un aplazamiento provisional— o si por el contrario gana la partida la Encapuchada. No me importa ahora. Porque es imposible jugar al ajedrez mejor que la propia Muerte. Sería como jugar al póquer con Rockefeller. Una y otro terminarían embolsándose en última instancia, sin elusión posible, una insignificante alma o una exigua fortuna más a sus respectivos caudales, casi infinitos. Concentrado en que la máquina no me haga sentir ridículo por algún torpe movimiento de las piezas, el dolor se disipa, o no me acuerdo de él, en tanto que logro estar profundamente concentrado. Pero el estado de concentración —algo semejante a la felicidad— se ha vuelto inestable; es un instante y enseguida la mordedura del dolor óseo, muscular y nervioso se hace patente. Intento mover los brazos, tronar los huesos de las escápulas. Las hago tronar todo el tiempo, en la silla y en la cama. Como si me calmara. Intento rumiar presente puro por muy subvertido que se encuentre todo. Cualquier cosa antes de que los fantasmas del pasado se deslicen entre las malezas, los robles, fresnos y oquedades y me asedien con sus sombras sibilinas nutridas del luminoso ayer. Cuando estaba completamente vivo.
Más alrededores
La espadaña. La campana pequeña
trae fecha de 1713; se libró de ser fundida
para los cañones de la Guerra de
Independencia o los de la Guerra Civil
Pienso en Guzmán y Blanca. Aparece él, mi hijo, Guzmán. Ha heredado de mí el placer de los paseos solitarios por prados y bosques. Apareció entre los sauces y los olmos, que retoñan incansablemente en un intento por superar la grafiosis, olmos recién nacidos, moribundos o muertos del linde que separa el espacio de la iglesia y el campo abierto, los bosquetes de robles. Guzmán me habla, me demuestra ciertos saltos que sabe hacer apoyándose en el muro de la sacristía y brincando el murete del atrio por uno de sus arcos. Por fin, tras algún intercambio de frases, termina yéndose a casa. Me dice que vaya con él, pero le ruego que se vaya, que ya iré yo solo cuando termine la partida. Los hijos son imanes invisibles de una fuerza desmesurada que mantienen las piezas del tablero erguidas, el inútil rey con un vigor que no merece, sin permitirle arrojar su cabeza coronada al suelo en señal de derrota definitiva.
Los problemas de los hombres provocan risa. Uno parece haber descubierto lo que de verdad importa. El ser humano, animalillo dotado de lenguaje; especie fraguada de estulticia, empeñada, bajo un estado de total ceguera, en perseguir símbolos por los que encontrar una obsesiva defensa, una causa inventada, un espejismo criminal. Da igual que sean patrias, religiones o dinero. Yo sé lo que de verdad importa. Trato de enfrascarme con la máxima concentración durante estos días en el transcurso de los acontecimientos que narra Arthur Koestler en sus Memorias. También él y también los supervivientes, buena parte de los muertos y los sacrificados de la primera y la segunda Guerra Mundial terminaron por conocer cuáles son las cosas que en verdad importan. Mientras tanto, los líderes mantienen fanatizada a la población y de forma cíclica vuelven a conseguir rebaños de estúpidos que afilien sus cuernos, entreguen su vida y pierdan toda inteligencia para embestir los símbolos del enemigo en defensa de los propios. La raza humana debe trascender la mezquindad de los símbolos malignos (que creemos benignos), desenmascararlos e ir en pos de la eticidad pulcra, diamantina y simbolizable sin trucos sucios, igual que sabemos hacer con el lenguaje. 
No pretendo ahora desentrañar los entresijos de lo simbólico (por mucho que en ello se centre mi investigación hasta el día en que desaparezca). No importa tanto el símbolo en sí como nuestro desciframiento. En nuestra autocondecoración taxonómica triunfó el sapiens; pero se ha intentado en ocasiones innúmeras definir al género humano, Homo, de acuerdo a su más definitoria característica de especie: lúdico, humorístico, religioso, etcétera. Tal vez sea "simbólico" lo más conveniente. Simbolicus. Aunque especulemos, parece difícil llegar a saber de qué modo perciben el mundo el resto de las especies, y, sin embargo, para la humana, cada una de las cosas a nuestro alrededor, todo es terminalmente convertido en un símbolo. Hasta lo más abstracto.
¿Qué simboliza este cielo en mi regreso a la casa?
Pero sobre mí, ni los sentimientos patrióticos ni la codicia ni el pensamiento religioso, nada simbolizado bajo argumentos arrojadizos parece capaz de triunfar jamás. La catástrofe me ha inmunizado. Ahora sé lo que de verdad importa.
Parece que hablo con Arthur y me entiende. Y sabe igual que yo las cosas que de verdad importan en este mundo. Igual que él, aunque el húngaro con más motivos todavía, tengo la certeza de que no soy nadie. Odiseo lo diría con más gracia: ¡soy Nadie!
Hay una frase de su libro, Memorias de Koestler, una expresión simplemente política, que me ha seducido y a la que he apostillado un colofón: «la dialéctica marxista es un método para conseguir que cualquier idiota pase por alguien notablemente inteligente». La frase y su sentido me parecen óptimos y yo añado mi aludida reverberación: «la dialéctica de cualquiera de las tres religiones del Libro es un método para que alguien inteligente pase por alguien notablemente estúpido». Lo mismo los patriotas, los nacionalistas, los fundamentalistas y no tanto de toda laya, los abanderados en la variante que convenga. El futuro está abierto a la estupidez y la vesania de la especie simbólica por excelencia. La paz es perezosa. Tímida y perezosa. Se cansa de ser. Atizan con nuevos o viejos símbolos las bajas pasiones disfrazadas de elevados ideales y las huestes se arrojarán al vacío sin remedio, en esta repetición de la historia que no cesa. ¿O sí?
No estoy seguro, y mientras tanto, sigo buscando a la vieja contrincante encapuchada que mueva las piezas negras en el tablero de mi ajedrez.

Llamera, León, 20 de julio de 2017.


UN JUEGO


Escoja diez personas de abajo. ¿Por
qué signo ideológico de aquí arriba 
o que usted conozca quiere asesinarlas?
                Escoja el conjunto de las banderitas de arriba, los signos , y cualquier otro símbolo en que pueda estar pensando, ¿por la salvación de qué única persona de este conjunto le gustaría que desaparecieran?
 Si el planteamiento le parece demagógico, plantéese que con toda probabilidad tenga usted un grave problema