domingo, 17 de febrero de 2013

De reinos, coronas e infecciones

Al rey las heridas se le curan mal porque, tal y como proclama la voz del pueblo, sufre una enfermedad tan hereditaria como la corona: la hemofilia. La hemofilia es la sangre sin cerrojos, la sangre pujante, yo creo que es una sangre anarquista, que no respeta la puerta de las heridas, donde la sangre más civilizada decide estancarse. Esta sangre de los borbones tiende a su expansión por el universo, quiere ser parte del caos y es una sangre acorde con la física cuántica, desordenada, libre, con voluntad vagabunda y a la que le gustan las piruetas en el aire.
El semen regio, también según la voz del pueblo, sufre de algún modo esa misma propensión viajera y expansiva, aunque a buen seguro con coto profiláctico o pastilla del día después. Son lances de monarcas que no tienen nada que ver con el pecado, el adulterio o la prevaricación. Simplemente canitas al aire de quienes, qué caray, son ¡¡los reyes!! Al pueblo le cuesta más este tipo de veleidades, pero ya lo dijo un Luis francés: ¡qué bueno es ser rey!
Ejecución del rey Luis XVI según
dibujo de la época

La hemofilia o el desliz sensual no terminan con ninguna monarquía. Ni el ridículo propio de una institución cuya sola enunciación ya nos mueve a la hilaridad o el recuerdo de viejas épocas, no por necesidad peores, pero sí transcurridas. Tampoco el despilfarro del dinero público, ni las cacerías de elefantes en la edad del ecologismo. En sazón como estamos para que una democracia auténtica gobierne las naciones por consulta popular sistemática y constante a través de sistemas cibernéticos, la inercia de la historia sin embargo aún mantiene alguna que otra monarquía por el mundo. Excepto que se sea Francia, las monarquías, y sobre todo la carpetovetónica, atada y bien atada, no son tan fáciles de derrocar por ningún virus adquirido en el mercado de los vicios. Libros como cierto mamotreto de Jesús Cacho, donde se documentan todo tipo de escabrosidades atribuibles al monarca y su entorno, bastarían para que cualquier hombre o mujer pública (qué distinto suena el epíteto ya sea en varón o en hembra) hubieran sidos sometidos al ostracismo definitivo. Pero no era aún el momento adecuado. Y nadie parece haber leído ese libro. El autor tampoco está en la cárcel, con lo que hay fundadas sospechas de que lo escrito en él no fuera un puro infundio.
Magnífica medievalización estética
de un blog ruso sobre La guerra de los mundos
Es memorable el argumento que seguramente movió a H. G. Wellls a escribir La guerra de los mundos, esa grotesca ficción de cartón piedra sobre la invasión de los marcianos a la Tierra. La idea de la novela es que no había ejército suficientemente poderoso, ni sociedad bastante organizada, ni humanidad que la fundó para poder terminar con aquellos marcianos y sus máquinas de guerra todopoderosas (zarramplinas cajas de hojalata sobre tres patas gigantes y achicharrantes rayos mortíferos); pero los marcianos no habían calculado sin embargo el alcance del enemigo más letal que los esperaba en nuestro planeta, ahora aliado con la humanidad: los virus y las bacterias. Organismos procariotas convertidos en mercenarios contra los invasores. Desde dentro de las filas enemigas, sin necesidad de ningún caballo de Troya, los microorganismos ponen el final feliz de la novela y rematan la obra con esta justicia poética infecciosa.
A la monarquía le ha salido un microorganismo contumaz que está a un tris de echar abajo la estructura y llevar a cabo su propia justicia poética infecciosa. Movido por la ambición de viejas castas aristocráticas, pero sin el lustre que da el paso de los años a tanta ansia de dinero y poder, sin anillos dispensadores de veneno e inteligentes ingrigas de diván, con el horterismo del capital financiero, el boom inmobiliario y la especulación macarrónica, Urdangarín es el virus infiltrado de la monarquía hispana. Felices días estos de la crisis para los anales de la historia (el mal trago de la población acompaña la caída de los dioses cutres o de sus enviados).

9 comentarios:

  1. Herni Valvarezsky reside en la actualidad en algún desierto rocoso donde pervive con dieta de saltamones, tubérculos y una selecta colección de libros clásicos.

    Mentira. Herni reside en el laberinto solitario y abajeño de la capital agrícola de la plata novohispana. Su dieta consiste en chapulines, camotes, y libros viejos que no han hecho más que corromper la armonia inmovilista que pone hielo en los corazones. Bendito lugar y bendita dieta.

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    1. Me gustó eso de "libros viejos que corromponen armonías inmovilistas". Je je je...

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  2. Borbonis y Habidis. Bor bonis. Huesos frágiles. Amor a la sangre, hemofilia o ¿parafilia erótica?

    Buenos tiempos para la pírrica Victoria. ¿La sangre regia es a la sangre común como el agua común al agua regia?

    Quizás, quizás, quizás...

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    1. Gracias, Sol. Pues para mayor aclaración (no tuya sino mía o de quien por aquí pueda asomarse), el agua regia es, wikiácido: solución altamente corrosiva y fumante, de color amarillo, formada por la mezcla de ácido nítrico concentrado y ácido clorhídrico concentrado en la proporción de una a tres partes en volumen.1
      Es una de las pocas mezclas capaz de disolver el oro, el platino y el resto de los metales. Fue llamada de esa forma porque puede disolver aquellos llamados metales regios, reales, o metales nobles.
      PUes eso, que le den al César lo que es del César (agua regia) y a Dios lo que es de Dios (supongo que agua común o de los ríos no contaminados).

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  3. Bueno, estamos en una pausa larga y dolorosa con este diario, pero no se ha cortado, no se va a cortar. Mira que ya lo tenías en mente: Abril decide. Pero no decide, por que no admito otra decisión que la necesaria, la deseada.

    No tengo palabras para expresar lo importante que es este tipo para quienes le rodeamos. Venga, Hernán, deja la cama y los tubos y ponte de una vez a crear y a escribir.

    Te veo pronto.

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  4. Aunque tarde, leo este estupendo artículo. Saludos al escritor***

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    1. Estimado Alex, gracias por tus palabras, allá donde te encuentres.
      A raíz de tu comentario, reviso la entrada. Miro la fecha en que fue escrita, un 17 de febrero de 2013. Me acongojo, una extraña emoción constriñe mis órganos internos que ya no siento. En ese momento —¡cómo lo iba a saber!— me quedaban menos de dos meses de vida. Al menos de la vida tal y como la entendía, tal y como podía vivirla entonces. Porque el 11 de abril de ese mismo 2013, allí en Querétaro, donde vivíamos en plenitud mi mujer Mercedes, y mis hijos Guzmán y Blanca, Belcebú se cruzó en mi trayectoria travestido en camioneta, golpeó mi moto y me dejó tetrapléjico.
      Después, Alex, leo los comentarios de mi primo y amigo Juanjo, uno el 19 de febrero y otro del 19 de abril, ocho días después de mi accidente, cuando todavía estaba en Cuidados Intensivos, entre la vida y la muerte, paralizado, sin imaginar nadie cuán largo sería el calvario.
      Al leer sus palabras por poco no contengo el llanto. Y creo que no tanto por mí como por la familia que había logrado formar. Por la vida tal y como era entonces. Después, todo inexplicable.

      Un abrazo

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    3. EL NIÑO AQUEL--Yo debía tener entonces unos diez años cuando te vi por primera vez. Recuerdo muchas cosas pero sólo en fragmentos. Mi primera imagen de ti, es la de tumbado de costado sobre un pupitre apoyando la mejilla sobre la palma de la mano mientras canturreabas sin pudor ante una audiencia escolar en rebelión (como siempre entre clase y clase). Cada vez que veo a Glenn Ford, recreo tu rostro en ese pupitre, aunque tú fisonomía es más ajustada a Dirk Bogarde que por cierto era también escritor. En mi morbosa y enfermiza obsesión por el pasado (literal) conseguí revivir no el sabor de las pastas de té como Marcel Proust, pero si hallar imágenes a través del rudimentario Aleph informático. No por casualidad no estuve en ese simpático encuentro de antiguos alumnos, claro. Las imágenes tuvieron el impacto adverso de un sedante en la sangre desacostumbrada. Los niños congelados en la memoria se habían consumido en personas adultas. Faltaron algunos alumnos pero fue una gran reunión, tanto más cuanto aquello no ha sido frecuente entre las generaciones de aquel colegio. Pude sin ningún atisbo de duda identificarte entre las fotos: este es Hernán el chico que hacía judo, el chico de ‘’Asturias, patria querida’’, el chico excéntrico y petulante… que canturreaba sobre los pupitres. El mismo muchacho dispuesto a partirme la cara bajo los árboles de un mediodía al salir del colegio por culpa de la pesada broma de un tercero (estuvo en esa reunión de alumnos) que nos concito pérfidamente para zurrarnos. Esa emboscada cita termino en un pequeño jardín enseñándome tú a como caer al suelo en las artes marciales y charlando como dos niños que hablan por primera vez. En aquel lejano tiempo, recuerdo haber estado en tu hogar: un piano de pared, unos dedos (los tuyos) tocando tres notas ascendentes y descendentes entre las cuales un semitono o tecla negra…; una hermana mayor que sonríe, luces de fondo de una cocina, una habitación con una ouija muy bonita en el suelo; un regalo improvisado: me diste en un pequeño envoltorio un bordón entorchado en dorado para guitarra. Puedo estar desvariando o haber soñado que fue así.
      Te recuerdo con un marcado carácter exultante, gracioso, bromista, exagerado, brusco o áspero en ocasiones, sociable, por supuesto. Ni por asomo podía presentir tu inclinación hacia las letras… después de todo yo era uno de los alumnos más atrasados e infantiles. Como se suele decir siempre, un inmaduro. Ahora, después de tanto tiempo, nuestras vidas cambiaron. No puedo saber porque un día en mi cabeza zumbaba insistentemente a principios de este año el apellido Valladares. Me levante de la cama y busque en internet: Hernán Cortés Valladares (en serio, así de estampa gallarda me recordabas). El resultado fue una inmensa colección de datos históricos sobre el conquistador. Debí probar otras posibilidades y en la sección de ‘’Imágenes’’ vi antes una fotografía en blanco y negro de alguien con una gorra tipo Peaky Blinders, de lana, muy bonita. Al pronto de ver el brillo de tus ojos, la punta engreída de tu nariz escrudiñadora sobre una sonrisa verdadera supe que… eras tú. Hernán Valladares HERNÁNDEZ. Por el blog enciclopédico de un editor llamado Fernando Sánchez, tuve acceso a leer sobre el poeta Hernán Valladares, sus vicisitudes y contratiempos. Extractos de poemas y poemas, libros editados, México, Asturias… y una tragedia que no quería creer hasta que constaté que era real: ‘’El hombre medular’’ en tu Diarius. No podía dejar comentarios al respecto, ¿qué palabras dirigir a una persona postrada por un hecho así? Decidí leer tu blog y aquí estoy en ello, sentado de nuevo en un escritorio, recibiendo una vivificante influencia de su autor que enriquece mi vida y como un afluente, también en aquellos que me rodean. Un abrazo Hernán y gracias por seguir siendo como eres.

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