Ninguna necesidad exegética sobre los términos "diarius" e "interruptus" situados correlativamente en estrecha relación sintagmática. El contenido de este diario es una mezcla de cosas de verdad y cosas de ficción; en cierto modo se construye un personaje que ve, lee, escucha y se reinventa. Caben aportaciones (poemas, textos, ideas, enlaces, imágenes...) a esta invención. Todo es invención.
sábado, 31 de enero de 2015
Tertulias y los días. Pienso para perros.
Mientras suena un álbum de cuatro gigantes del jazz (Chick Corea, Herbie Hancock, Keith Jarrett y McCoy Tyner), es invierno, es tarde de sábado y, entre espasmos e indefinibles sensaciones-jodiendas neuropáticas, intento proseguir con mi día a día. Fragmentos de lecturas, El hombre medular… Y tardes o momentos en los que la mente me pide resolver el instante con un poema, o disparar al aburrimiento comenzando un cuento. Ya no puedo decir "el cuerpo me pide", porque mi cuerpo sólo reclama su primigenia naturaleza arrebatada por la inclemencia. Por la imbecilidad del azar. Ayer sonaba música renacentista y del primer barroco alemán cuando llegaron a casa Luis e Inma. Todavía saludaban a quien les abrió la
puerta de la casa cuando llegó simultáneamente otro de mis incondicionales amigos, Carlos.
Aprovecho para comunicar, no sé exactamente a quién, que Luis acaba de publicar hace unas semanas en la editorial Renacimiento su libro Pienso para perros. Si se pulsa el título se encontrará una reseña que escribí sobre el libro para no sé qué diario de no sé qué provincia (bueno, sí: Murcia).
Mis hijos se desahogan en el jardín. Oigo de vez en cuando sus voces alegres, gritos de perseguidos y perseguidores lúdicos, entre brincos, volteretas y caídas sobre la hierba.
En la tertulia improvisada que se organizó ayer alrededor del rincón donde vivo como un ermitaño bendecido por la tecnología, un caracol con la casa puesta del revés (y la verdad, no tan baboso), en la tertulia de este viernes impostamos con cómica teatralidad una discusión del tinte patria-antipatria, economía apocalíptica y esbozos de grandes ensayos sobre idiosincrasias étnicas. Luisón con su aristotélico anclaje a la tierra, sin querer abrir el compás más allá de lo que pueda alcanzar con una pierna; yo, con mi tendencia al bosquejo de algún Tractatus, con el compás fuera de órbita y un franco posicionamiento pro-ético, afronterizo, contra-histórico; Carlos arguyendo con la reflexión adherida a unas palabras perfectamente calibradas antes de pronunciarlas (esta vez, apostillando tesis próximas a las mías con un hilván más fino); Inma, brevísimas intervenciones lúcidas, ni a favor ni en contra, la profesora de filosofía demostrando, como Zenón de Elea, que igual que el movimiento se demuestra andando, la sabiduría se demuestra callando. Pero fueron un par de horas donde el único limbo que ha existido nunca, el limbo del olvido, nos regaló una entrada a su seno, al precio de unas buenas risas.
Ignoro si, como hizo Luis, podremos pensar para perros (cándidas criaturas, felices de permanecer al margen), lo que tengo claro es que mis amigos y yo pensamos como perros. Y yo, como Perro por mi casa.
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jueves, 22 de enero de 2015
Sacrificio o condena
Me he visto por
sucios callejones arrastrado,
solitario transeunte
de locura
con los ojos
estrellados contra fachadas de piedra,
vómitos en rincones
de aristas y adoquines familiares,
como viejos amigos
arqueológicos,
hasta llegar a una
ría putrefacta
y purificar sus
aguas con una orina tóxica
como un rayo de sol;
los pasos en la
noche,
los amigos
desperdigados por antros y garitos
riéndole a las chicas
palabras inaudibles
por el volumen de
ritmos descastados,
implacables jueces
del estruendo
por quienes quedaba
condenado al ostracismo
de los pasos en la
noche,
más solo que la
mazmorra del olvido,
aullando como
Ginsberg
entre rincones,
callejuelas y calzadas,
portales, fachadas,
el mundo todo un laberinto
incognoscible, sin
noción de la hora
ni la fecha ni la
propia identidad,
huérfano entre los
plátanos del paseo
destilando un dulzor
de baba.
Los pasos en la
noche
imparables
propiciaban sórdidos escenarios
y mi ropa hedía a
vagabundo;
pero la perturbada
sombra de esa pesadilla,
la búsqueda
inconsciente de un trágico presagio,
la trágica búsqueda
de un presagio inconsciente,
exorcizar los genes
a costa de naufragios,
¡diablos familiares,
Moloch travestido de cándida ignorancia,
Belcebú cobijado en
las almohadas de la buena educación!
y cuatro esquinitas
tiene mi cama
cuatro angelitos que
me la guardan…
trataban de
hipotecarte los temores,
la razón y el amor
propio
sine die;
pero una rebelión
inapelable sobrevino
por el despeñadero;
antes deshebrar los
sesos macerados en la noche obsesiva
que persistir
adormecidos los sentidos en un lento suicidio
de la propia
libertad e inteligencia.
Hasta que ya no pudo
más el individuo
y el cuerpo vencido
buscó disolverse en la distancia sobria;
¡que me asistan los
muertos al instante
en esta postración
precipitada
y muertos los
demonios, ahora sí, también los de la carne,
Moloch insatisfecho
de mis nalgas neonatales,
voraces sus manos
sin mi cuerpo liberado por la astucia,
me alce en brazos de
la nada para gozar antes de tiempo
de un futuro de
sombras promisorias!
¡luz del alba,
Oriente primigenio,
desiertos de
ubérrimas arenas
donde cada mota de
polvo extracta el Universo,
iluminad de
oscuridad, de alacridad,
al discípulo
necesariamente ascendido a vuestro altar!
De Desde el abismo /
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