El
lenguaje es un lujo muy por encima de nuestras posibilidades. Con él hemos
construido el mundo. Además de habérseme privado de otros lujos aparejados a la
especie (caminar, tocar, sentir físicamente, desplazarme mediante la
bipedestación autónoma, mantener relaciones sexuales, defenderme manualmente y
agarrar objetos, prepararme o preparar a mis hijos la comida, escribir con una
pluma en un papel, tirarme bocabajo sobre la hierba, la arena o ni siquiera sobre
la cama, patear el aire…), además de casi todo, incluso estoy privado de poder
alzar la voz con prominencia, pues mi caja torácica carece del soporte muscular
necesario y en realidad ni me explico cómo es posible articular la voz en medio
de tanta ausencia. Esto explica que frente a grupos sociales mínimos haya
optado cada vez más por el silencio. Mi espíritu rebelde se ha visto de pronto
aplacado desde varios frentes, las tropas enemigas de Fortuna me han tendido
esta celada inclemente, han cercado mis caminos con alambres de pinchos y han
sembrado de zanjas y de minas la gran vereda de mi lenguaje oral. Incluso en el
pequeño comité de mis amigos mi tendencia es el silencio. Por si el azar fuera
poco, la duda hace el resto. Más que nunca me sirvo del báculo de la literatura
(la letra escrita). Me deja perplejo y mejor que nunca compruebo con estupor
que, en efecto, el lenguaje es un lujo por encima de nuestras posibilidades.
Enciendo el radar y escucho, oigo con atención a mi alrededor y entiendo,
socráticamente, que solamente sé que no sé nada.
Por el
contrario, el personal se lanza sin pudor a la pornografía del lenguaje, que es
la verborrea. Cualquier persona de a pie apostola sobre asuntos complejos sin
apenas apoyatura intelectual. Puro dogmatismo (del griego doxa, "opinión"). Aunque soy hijo de algo más allá aún de
la posmodernidad (¿supramodernidad?)
y de los "tiempos líquidos", me atrevo a proponer que lo contrario al
dogmatismo es la razón. La razón se promueve desde la capacidad intelectual de
observación, análisis y construcción del discurso, y debe apoyarse en el
conocimiento. En literatura escolar el dogmatismo se presenta como la doctrina filosófica ¡¡?? opuesta al escepticismo. En caso de aceptar la definición académica más simple, al dogmatismo se le atribuiría precisamente un exceso de confianza en la razón como único instrumento para llegar a la verdad. Pero de hecho el dogmatismo al que me refiero es el de andar por casa, la costumbre más profusamente utilizada de fundar la verdad en la opinión, que a su vez es vicaria, consigna arquetípica del discurso ideológico, mandoble dialéctico que se toma prestado del armario de determinada doctrina. La razón no aparece por ningún lado.
Cualquier
idiota o dogmático puede execrar de un hombre o una mujer a quienes el destino
les ha otorgado el desempeño de un papel de dignificación del ser humano y de
su historia; o por el contrario, puede glorificar sin titubeos al villano. Esto
me molesta.
En una
tertulia de la televisión, un cacaseno de periodista —me fundo para el
vituperio en la mezquindad de su discurso, indicador a las claras de un idiota
o un dogmático— denostó de un plumazo la carrera completa de Barack Obama como
presidente, y quiso llegar tan lejos su petulancia que más bien pretendió
denostar al hombre mismo, como si su existencia se tratara de un error. No es
difícil encontrarse uno salpicado por pócimas dialécticas precocinadas contra
las que resulta estéril la reacción. El vómito de la razón se producirá de
forma inexorable. A propósito de Obama y en su desprestigio más divulgado se
oye mucho aquello de que "parece mentira que le hayan otorgado el premio
Nobel". De la Paz. Si uno se mete en la página web oficial de los premios
suecos puede indagar los motivos que impulsaron al jurado. Cuando se le concede
el premio apenas llevaba nueve meses como presidente de los Estados Unidos,
pero atesoraba ya por entonces una serie de méritos que cobraban su dimensión
inconmensurable al estar adscritos al presidente de la nación más poderosa de
la Tierra. Grosso modo, se le concede
el premio por sus labores diplomáticas en pro del desarme nuclear internacional,
la intervención activa para propulsar procesos de paz incluso en los conflictos
más abstrusos (y debe entenderse por lo tanto que, entre otros, se encuentra el
de Oriente Medio) e incorporar como objetivo político propio y nacional el
fortalecimiento de la democracia y los derechos humanos en todo el mundo, así como en la
participación de medidas concretas en beneficio del medio ambiente y contra el
cambio climático. Si mi vecino o yo tuviéramos semejantes pretensiones no nos
otorgaban el Premio Nobel de la Paz por nuestra obvia insignificancia; pero
tales ejercicios de poder emanaban del que probablemente resulta el figurón o
uno de los figurones más relevantes de la faz de la Tierra. Yo no entiendo,
pero se me ocurren ejemplos de facto, que alguien pretenda sembrar de injurias semejantes
propósitos, que bajo la luz de la más mínima inteligencia, en mayor o menor
grado de idealidad, resaltan por ser objetivamente beneficiosos. Claro está que
hay pieles para las que ya de por sí las palabras paz o libertad resultan
urticantes.
Algo que
resulta del todo evidente es que existen poderes supra-políticos que impiden o
propagan, según sus intereses más espurios, las políticas de los gobiernos,
incluido, o tal vez sobre todo, el de los Estados Unidos. La actividad de un
personaje como Obama atesora tal cantidad de decisiones trascendentes para los
habitantes de su país y para los habitantes de todo el mundo que no es fácil y
ni siquiera recomendable intentar generar en esta entrada una lista desarrollada de todas
ellas; pero ya que nos encontramos en un medio interactivo, invito al casual
lector de estas líneas a consultar cualquier currículum académico, vital y
político de quien todavía es hoy el presidente del Imperio. La lista de
capítulos sobre los que ha logrado legislar para bien de manera efectiva o
sobre los que aún recae el intento pese al lastre de tantos opositores de
diversa laya, siempre leprosa, es interminable: igualdad social, minorías
discriminadas, inmigración, droga, uso de armas, expansión de la cultura,
dictaduras, conflictos bélicos internacionales, sanidad pública, economía —está
todavía por ponderarse lo inédito de un dirigente de desenvoltura tan ágil en
asuntos de justicia social y estrictamente técnicos, como el de superar una
crisis económica brutal—, medio ambiente, sostenibilidad, energías… Aunque nos encontremos fuera de la lógica
política, para poder criticar de manera mínimamente digna, deberíamos abrir
siempre las ventanas del conocimiento. Lo mismo que si uno está fuera de la
Iglesia católica y la lógica religiosa pero sabe ver lo que resulta obvio, y es
que Jorge Mario Bergoglio está haciendo méritos para convertirse en el Papa más
coherente y digno de la historia, tal vez el último bastión de una institución
en lógica decadencia, puesto que con toda probabilidad la desacralización de
las sociedades sea cosa más de la evolución de la especie que de las
contingencias históricas.
Premio
Nobel de La Paz 2009: http://www.nobelprize.org/nobel_prizes/peace/laureates/2009/press.html
Semblanza
biográfica y política de Barack Obama: