lunes, 1 de diciembre de 2014

Desde el abismo

Hernán Valladares Álvarez
batalla contra la distancia
Para Rubén, de H; en Madrid, a 26 de septiembre de 2014


Desde frágiles saeteras,
cortan en el aire las flechas

un aliento del alba rezumado por la tierra.
Campo abierto,
alborea un horizonte de adivinada curvatura
lila y cárdena.
Avanzo hacia el castillo
en el aire de Coyoacán
sin esquivar ni una sola de esas puntas
impregnadas  del dulce veneno de la vida.
Viajes, andanzas y rosas suspendidas en el aire.
No ando ni andaré sobre las aguas,
sin milagros,
mi conquista nada tiene que ver con golpes, asedios y traiciones;
se ha convertido en piélago el otoño de bosques y praderas,
y el mar inabarcable no negocia condenas.
Cerrar los ojos, volver la vista atrás,
hacia la tierra,
llegar de nuevo e imaginar que la distancia ya no existe,
que el gas azul que nos redime
hace presencia cuanto nombra;
que en la noche de hondura y de diamantes
palidece la torva ley de la distancia.










Los coyotes de Coyoacán. Al fondo, la puerta de entrada.
Imagen perteneciente a Félix Piñerúa Monasterio.

Donde el tipo rasguña su pequeña guitarra, en ese mismo banco, me fumé un pequeño puro, esperando que el mezcal se esfumara de mi glándula del equilibrio antes de partir de regreso a Querétaro. Mi mujer y mis hijos me aguardaban en el que por entonces era nuestro hogar, mientras suplantaba con mi imaginación una existencia de errabundo.

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