sábado, 28 de febrero de 2015

Entre rescoldos, de Versos inválidos

Si creyera en los espíritus pensaría que la presencia de mi amigo Lalo, proveniente de Querétaro, era el efecto de una aparición fantasmagórica. Así salió de detrás del biombo. Como si estos casi dos años hubieran sido extirpados de mi tiempo biográfico, los mismos ojos de expresión desbordante, el pelo largo recogido en una coleta/moño/chongo, la indumentaria negra... ¡zas! ¿Qué ha sucedido en este lapso? Y si el ánimo y la mente permanecen estimulados eso significa que no se trataba tan sólo de un producto de la prestidigitación.


Por lo demás, subterráneamente, persiste la evolución parsimoniosa de un ego subvertido, y a la menor ocasión, allí donde se abre un instante de soledad para el trabajo, se interpone en la labor de continuar con la prosa de El hombre medular, de nuevo, la necesidad de un desahogo en verso. Pero para evitar un grado de espontaneidad practicado en poemas anteriores, he preferido tratar de contener el magma del volcán ajustándome a una métrica endecasílaba, acentos con vocación de regularidad y una ligerísima rima asonante -o-o de la mitad hasta el final.

Propongo mientras se lee el poema escuchar la propuesta musical en el enlace. La receta es sencilla: hay que esperar al minuto 7:14 prestando la máxima atención a la música; la lectura durará un minuto 20 segundos y a continuación permaneceremos atentos a la pieza musical hasta que termine. Otra posibilidad es escuchar el fragmento sugerido y no leer el poema.


Entre rescoldos

Una mota de polvo que se adhiere,
mimética, invisible, sin matices
en la ruina infinita de la historia,
que quiere estar unida indivisible
al dolor, las torturas, a la guerra,
a tantos sinsabores en un cosmos
en cuya dimensión no se computan
las miserias del hombre, sus desdichas.
En ese inmenso túmulo de mierda
donde se hacinan mudos los cadáveres
sin nombre, aterriza mi cuerpo exhausto
y su condena, y la insignificancia
de todo aquello que se ignora siempre
para poder seguir viviendo. Luz
que nunca advierte en esta otra ribera
de tinieblas resquicios que ensombrezcan
su hermosura, la hermética hermosura
de lo vivo. Y aunque este pesar tan hondo
presida mis instantes, aunque engrose
tan ligero la sórdida distancia
de la dicha y el plomo que me invade
emita sin cesar sus alaridos,
ciego optimista, miserable sordo,
le seré infiel a toda metafísica
e insistiré en arder por cada aurora,
le miraré a los ojos al amor
aunque esté hueco, agotaré la vida
que aún me queda furtiva entre rescoldos.


De Versos inválidos