El hombre diminuto, reseña en "Literandia" de Carlos Ferrater García.

El hombre diminuto es el título de la novela escrita por Hernán Valladares Álvarez (Madrid, 1970, residente en Asturias) y publicada por Bohodón Ediciones en el año 2011.
La novela relata, en la voz del psiquiatra Alfredo Dorrana, quien cuenta la historia de uno de sus pacientes, la experiencia objetiva e intrapersonal de un hombre recién doctorado en Geología, a quien se le asigna una misión para buscar los primeros indicios de petróleo en una isla desconocida, trazar algunos mapas y algún trabajo más que pudiera abrir paso a ulteriores exploraciones. Lo acompañan dos jóvenes más, un geofísico inglés, aunque de orígenes escandinavos, y otro español que será el encargado de pilotar un hidroavión hasta la isla de Serolf. Este lugar no es más que una trasposición literaria, una denominación que, invertida, se convierte en un "nombre parlante" (lo mismo que el apellido del protagonista y el del narrador) y que podría avisar a los lectores más conscientes de por dónde va a girar la trama de la novela solo con reparar en el título, El hombre diminuto, o desvelar el trasfondo paleoantropológico que subyace en esta atrayente narración. La ubicación, por tanto, se convierte en un lugar literario donde el autor puede desarrollar libremente su ficción. La propia isla, como un personaje más, parece obrar en el comportamiento del protagonista de una forma extraña, moviéndolo por una lucha continua contra sus principios morales, levantándole un afán desmedido de poder y dominiación sobre los seres que encuentra en el lugar y convirtiéndolo en un ser flagelado por el destino. Un final hecatómbico desterrará definitivamente de la isla a C. P., personaje redondo (según terminología de E. M. Forster), hasta un manicomio en el sur de España, lugar donde empieza y termina la novela de manera circular pero abierta.
Aunque del autor se dice que ha escrito más novelas, esta es su primera obra narrativa publicada y hay que decir que se trata de un trabajo perfectamente maduro. El dominio estilístico de la prosa es notable, en ocasiones con algún exceso, pero con brillantísimas imágenes y metáforas de las que, sin abusar, el autor se sirve para provocar un cierto grado hipnótico en el lector. Sin caer en el amaneramiento y con una cadencia muy legible, roza en ocasiones la prosa poética, con impresionantes descripciones de la isla y una ambientación muy creíble con la que envuelve a quien disfruta de esta historia. Siendo la estructura y el universo de este trabajo literario algo verdaderamente sencillo, la fábula antropológica y psicológica no nos deja indiferentes, hace reflexionar al lector, logrando la repulsión buscada y una verosimilitud difícil de alcanzar en su contexto, y consigue, incluso diríamos que con maestría, mantenernos en vilo hasta el final.
La novela se lee de una sentada, con pocos decaimientos de ritmo, si acaso con una justa demanda por parte del lector de alguna página más y una mayor prolijidad en el desarrollo de la fábula. Da la impresión de un cierto corte brusco en el final, aunque la contraportada del libro parece defenderse de esto explicando que el autor quiso evitar un "grueso volumen" y pergeñar una "novela concentrada".
Desde luego, hemos de seguir los pasos de este autor, porque nos puede deparar gratas sorpresas en un panorama literario patrio en el que poca gente se atreve a escribir auténtica ficción. Una grata sorpresa, todo un descubrimiento este El hombre diminuto.



Carlos Ferrater García, "Literandia".