lunes, 19 de octubre de 2015

Todo pasa. Desde un primero de enero de 2012: playa de San Martín, Asturias

Todavía recuerdo, viejo amigo, aquel estreno de año: un primero de enero de 2012. La noche anterior habíamos compartido la cena de Noche Vieja con la tía Rocío y el tío Román y Marianela. Estábamos Mercedes, Guzmán y Blanca, y tú y yo, cómo no, siempre juntos. El de antes y el de ahora, inseparablemente escindidos hasta que la muerte nos vuelva a unir con el telón de fondo de la Nada. Nada, amiga Nada, a quien nadie confiere tu merecido nombre propio y tu mayúscula (con la excepción de ciertas fantasías donde resultas ser un monstruo).
Uno de nosotros con Mercedes
Playa de San Martín, 1 de enero de 2012


Aquel primero de enero nos dirigimos a la playa de San Martín: un remoto lugar casi inaccesible, en mis recuerdos de infancia, donde íbamos juntos en compañía de otros amigos, las hormonas de la sexualidad apenas comenzando a efervescer, para tratar de ver desde los prados de arriba a las mujeres desnudas que acudían a la playa diminuta, en aquella época catalogada de "nudista". Caminábamos desde el pueblo, ¡Poo de Llanes, escenario idóneo para una novela decadente, deliciosamente decadente!, y que, como casi todos los rincones del mundo, ha terminado en un punto más sin personalidad, sin realidad: virtualidad globalizada para los turistas. Caminábamos por sendas y veredas, cruzábamos la ría en cuya arboleda de higueras acampaba en el período estival un grupo nómada de gitanos, transitábamos entre pequeños tramos de bosque y prados hasta ascender a los acantilados. Desde éstos podíamos contemplar el Cantábrico con diminutas islas esparcidas y su loca frente de rocas afiladas, espumarajos de agua salada y ya en su cumbre la hierba, los tojos y los brezos. Pero aquel año que empezaba, aquel primer día del año 2012, nos acercamos tú y yo con nuestra adorada Mercedes, con un Guzmán y una Blanca rebosantes de niñez, y también con Peter Tremp, nuestro querido amigo suizo, y con Marianela.




Qué magnífico comienzo de año. Nadie podía presentir que dieciséis meses después tú y yo seríamos separados con semejante inquina. De hecho, creo que nunca te habría conocido si no es porque aquel Belcebú nos arrojó contra el vacío del asfalto y se produjo nuestra escisión. Después de jugar en la arena con los niños, el aire perfumado de algas y de sal, ascendimos por las veredas caprinas de los acantilados y fotografié el mensaje que había grabado en la arena. Era sencilla la alegoría que en unas horas la mar y su corriente borrarían. Ahora más que nunca ansío el poder de su mecánica, el cumplimiento de su consigna, que el tiempo, igual que la batida de las olas, rubrique la metáfora y nos lleve a ti y a mí con la misma fragilidad de las grafías sobre la blanda arena...:

3 comentarios:

  1. Queridísimo hermano. Aprovecha esta tercera oportunidad que tienes, como tú mismo has dicho, e intenta poner todos tus buenos deseos hacia tu mujer e hijos, que te necesitan y quieren. La familia, núcleo y base de la vida, necesitamos de ella y ella nos necesita a nosotros. No vuelques todo lo que escribes en tu dolor. Cada uno tiene una cruz. No te tortures con escritos muy buenos pero que se proyectan a la Nada. Un besote. N-L

    ResponderEliminar
  2. Ahora mismo me has transportado a un San Martín que ya no existe, inaccesible, muy lejos de la MacDonalización.
    Enhorabuena por tus capacidades descriptivas y expresivas, ¡son muy buenas!
    Ojalá todo pase, pero solo lo malo, las cosas buenas que permanezcan.

    Besos

    Paula

    ResponderEliminar