domingo, 3 de octubre de 2010

Un paseo por el bosque

Hace tiempo leí en algún libro que las "schubertiadas" (creo que debería ser "schubertiada" y no "schubertíada", como también leo por ahí, porque yo no pronuncio esa tilde) eran los paseos por el bosque que el músico de gafitas redondas hacía con algunos amigos, y en los cuales se gozaba de la naturaleza y se podía ir charlando amenamente de música, de arte o de lo que fuera. Ahora escucho (creo recordar que hace unos días y en Radio Clásica) y leo que las "schubertíadas" eran las tertulias vienesas que el músico organizaba con amigos y conocidos, donde se hacían lecturas en voz alta y la música y el arte predominaban en sus conversaciones; más bien, a juzgar por las distintas definiciones con que topo, en lugar cerrado y, si no burgués o de alto postín, cosa de la que el músico solía rehuir, sí en ambientes populares, como tabernas u otros antros. No sé. A mí se me quedó en la memoria la idea de que las schubertiadas se correspondían con aquellos paseos nemorosos y románticos, y no pienso variar mi propia definición. Así que llamaré schubertiadas, sin acento, a mis paseos por el bosque.

La schubertiada de este sábado la realicé con Mildred y los niños, Blanch y Guz, además de con Cipión, mi hijo schnauzer gigante. Ocultaré el lugar exacto siempre que hable de los rincones a los que me escapo, porque no creo en la divulgación de lugares predilectos o que merezca la pena conservar. Es un acto ciego y supersticioso este secretismo, porque son lugares sometidos a la presión humana, de sobra conocidos, ya putificados.




No recuerdo el origen de esta enfermedad que aflige a mi sensibilidad, pero creo que es tan antigua como mi propia sensibilidad. En las incursiones a la naturaleza se entremezclan siempre el alborozo y la congoja. El alborozo viene de la propia naturaleza; la congoja de la acción humana sobre ella. No hay rincón al que visite tras una temporada que no se haya visto envilecido por el humano: viejas caleyas (caminos de barro) convertidas en anchas vías hormigonadas, cubiertas de grava o incluso asfaltadas y convertidas de carreteras; construcciones de mal gusto, desproporcionadas o directamente delictivas; zonas taladas; viejas casonas que han sido derrumbadas y convertidas en un solar de hormigón; canteras inmundas... Convendría, y mucho, revisar el concepto de "progeso", ese gran fastasmón que justifica los desmanes de la especie. Yo, particularmente, me cago en el progreso y al final de esta entrada adjunto un poema ex profeso.


Junto a estas desagradables aprehensiones del alma, conviven el gozo por aquello que todavía pervive a nuestra torpe injerencia: la masa forestal, el olor del humus, las marcas de animales que sortean nuestros pasos pero dejan sus huellas o sus heces (mi hijo las empieza a distinguir mucho mejor que yo, con sólo siete años). Nos internamos en el bosque oligotrofo de hayas y comienza el sueño de vivir en el bosque; trepamos a los árboles, nos retozamos por el suelo, perseguimos sombras, y mi hijo juega a ser un gato montés.








xii el hombre se empeña en el progreso: lo maldigo


Baboseas y aumentas tus desvelos,
concatenas silbidos en la noche
y centelleas el hálito con farolas y cemento.


Pretendes conjurar tus medallones,
tus horrores, tus infiernos, tus infinitas faltas lamentables,
sembrando confusión en el concierto.


Volverás al polvo desde el polvo,
a solventar las luces de los muertos.




De En honor de la verdad.


3 comentarios:

  1. Es verdad. Una vez me propuse limpiar un río (pobre de mí, que ingenuo). Conseguí sacar muchas cosas, especialmente artilugios cinegéticos, sedales, anzuelos, botes de plástico varios, entre muchísimas cosas más. Intente sacar los troncos de los árboles que habían sido cortados ex professo para remansar el agua y favorecer la pesca; cuando tope con la oxamenta de un tractor experimente una intensa desazón. Mis manos agarraron el hierro pero no podían siquiera hacer tambalearse la cabina para que ayudado por la corriente pudiera llevarla a la orilla. Cansado y terriblemente disgustado, mire a mi alrededor en medio del cauce pero estaba yo solo. Y si hubiera habido alguien creo hubiera pensado que yo era un desequilibrado o alguien muy muy raro. Me senté entre los juncos, frustrado. Recordé los días en que me sumergía en ese río de aguas limpias cuando nadie iba siquiera a bañarse (la pesca era entonces algo de señoritos y no se practicaba la pesca intensiva). Todos los objetos que recupere del agua los dejé cuidadosamente colocados como si hubieran sido decomisados por un inoportuno intruso del coto. Todos puestos sobre la tierra junto a un bidón de metal con una sencilla nota para los pescadores: ''¿Si os gusta la naturaleza, por qué dejáis esto en el río''. Da igual. El progreso ha liquidado gran parte de nuestro planeta y la gente es feliz. Esa es la verdadera victoria del mismo. Harán falta generaciones para reparar en gran parte lo irreparable. ¡Pero podremos ir a Marte a cultivar nuevas lechugas transgénicas! No problema.

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  2. Estimado Alex, interesante historia la tuya en el río, de ecologista solitario. El lenguaje propagandístico de un progreso malentendido es muy hábil, y enseguida se desprestigia al "naturista" diciéndole "ecologista", palabra que adquiere ya tintes peyorativos, o "ecologeta", intento de burla más explícita. La raza humana es un animal misterioso, a veces para bien y muchas veces para mal. Una de sus rarezas es que se siente separado del resto de la Naturaleza y esto supone un serio problema. Nuestra egolatría específica, natural, hace que se comporte como una especie cancerosa, puesto que cree que lo más importante es él mismo ("creced y multiplicaos", como las células de un tumor), sin reconocer el estrecho vínculo que en realidad lo vincula con todo el ecosistema.

    Espero que leyeras el otro día mi respuesta tardía a tus comentarios. Un saludo

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  3. Gracias Hernán. No había visto tu contestación. Por razones que todavía no te diré, llegue a tu vivificante blog que tanto nos enseña, nos recuerda y nos evoca. Me propongo leer tu blog interruptus a modo de libro empezando desde el principio y explorar mientras como ahora escuchando Camille Saint-Säens me recreo en esta lectura. Pero cuando comento no quiero comprometerte a que contestes, ni mucho menos Hernán. Bastante haces con mantener este blog y con tanta espontaneidad contarnos a los demás tanto lo superficial como lo que bulle en tu interior. Gracias. Un saludo***

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