sábado, 23 de octubre de 2010

"Sobrecuadros": Mirada alucinada e irónica sobre: Stones of the Ancient Wall (1962)




Piedras del muro antiguo, de Mordecai Ardon
Mordecai Ardon, según rezan sus más elementales reseñas biográficas, es posiblemente el mejor pintor israelí, y, añado yo, en su edad provecta tenía un rostro afable y bonachón muy agradable. Pero no he venido aquí para hablar de los pintores. Este lienzo promete sombras frescas en mitad de la tarde de siesta, junto a un muro. No permite mucha comicidad el comentario de esta obra que, sin embargo, nos deleita con su frescor diríase que mentolado. Los marrones vislumbrados en algunos de los sillares reverencian la edad de la piedra antigua. Pero esta pintura absorbe mi alma por el verde con que Ardon refresca el valor de lo milenario e inmóvil. El musgo, el verdín, la hiedra, en fin, la fértil humedad amparada por la piedra, viene a dar vida sobre la muerte, alegría a lo inerte, esperanza a aquello que por su naturaleza parecía abocado al polvo de los siglos. De la superficie más aparentemente estéril nace la vida. En medio de la calle milenaria y pétrea encontramos la esquina de un muro donde florece un pequeño mundo de abundancia y frescor. El vergel nace en la delgada, milimétrica acumulación de polvo cósmico sobre los sillares y entre sus oquedades. Huele a humus y sentimos el tacto de la piedra musgosa o el terciopelo. Una abstracción tan elocuentemente figurativa, tan viva, transmisora de sensaciones tan orgánicas, sólo puede emanarse de un ser, el artista, genéticamente cargado de historia, y, más que historia, de arqueología, un ser nacido en uno de los epicentros del nacimiento de la cultura humana y la civilización. La abstracción en Nueva York es plástico puro. Esta otra abstracción es un hallazgo arqueológico, una reunión del cielo y de la tierra, de la piedra y el agua. Miró y Ardon tienen mucho en común y pueden haber tenido una evolución poligenética pero casi simultánea en el tiempo, muy paralela. Sería interesante estudiarlo.

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