viernes, 24 de junio de 2011

15M: ¿tsunami de aguas fertilizantes?

Muchas preguntas surgen cuando uno trata de reflexionar sobre el Movimiento. Ignoro si hay alguien convencido al 100 % sobre las virtudes y los objetivos de esta neo-revolución. Pero ignoro aún más si se puede hacer crecer esta ola hasta que alcance la altura suficiente y provoque el tsunami necesario. Me hace una apreciación mi amigo Osch sobre la negatividad del término "tsunami". He defendido en muchas ocasiones, cuando se habla de inmigración y se discute sobre sus perjuicios o sus beneficios, que yo soy incapaz de entrar en semejantes reflexiones históricas, porque lo contemplo como un movimiento natural, como se producen las tormentas o, por comparar con algo más próximo y en términos etológicos, del mismo modo que miles de ñus, cebras y elefantes migran en el Serengeti y la zona oriental de África en busca de frescura nutritiva, o del mismo modo que los lemmings se libran de la superpoblación arrojándose al vacío del océano en una cascada suicida de miles de ejemplares. No sé si en la naturaleza un tsunami puede interpretarse como algo que venga a mejorar en un momento dado un ecosistema. Supongo que simplemente lo varía, y supongo también que si llega para luego retirarse, habrá dejado nada más un rastro de árboles caídos, casas deshechas y cadáveres macerados. Cuando se usa aquí "tsunami" se habla de lo que no se puede parar porque es una fuerza mayor de la naturaleza, provocado por sus necesidades inentendibles y muchas veces ilógicas para el ser humano, más allá de nuestros cálculos. Como además las metáforas son libres, me refiero a este fenómento como algo que viene organizando una masa ingente de materia (en este caso inteligente), que puede mutar lo aparentemente inmutable, y que puede además inundar hasta la feracidad las costas desiertas de la ética global.

La derecha, al menos en España, sigue desbarrando, en términos generales, y los medios de comunicación afines fabrican fantasías llenas de ignorancia, pero que, bien encorsetadas en los principios que rigen la psique de los adoctrinados en ese tipo de moral, hacen mella, desorientan, convencen de que el aire que respiramos está envenenado y que la lluvia cae hacia arriba. En su visión pacata de los hechos, y, sobre todo, lateralizada (hemiplejia moral), tratan sistemática e iterativamente de asociar el movimiento a grupos "manejados" de izquierda. La idea de la "manipulación" ("el 15M está manipulado por alguien", dicen, refiriéndose a alguien del partido o los partidos contrarios), esa idea de complot desde la izquierda cuaja entre el rebaño de la derecha tradicionalista, cuadra muy bien con cierto grupo de ideas asociadas a un clasismo inveterado, a una manipulación paternalista según la cual, unos cuantos siempre piensan más y mejor que "la masa", a la que siempre puede terminar por manejar la izquierda programática.

Por su parte, la izquierda, diluida en su particular mar de procelosas contradicciones, trata de grangearse la simpatía del movimiento, como si la gente del movimiento 15M fuera a hacer caso de cándidos guiños propagandísticos o camelos de capilla (el Movimiento está lleno de creativos que también saben de publicidad y persuasión -ved el enlace al final-). Esta izquierda ha sigo la que, en el caso concreto de España, ha sumergido al país en su coyuntura socio-económica más oscura desde el comienzo de los tiempos constitucionales. Están insertos en el sistema de la misma manera, con la misma capacidad de adaptación, el mismo sueño de poder y control, la misma supeditación a la definitiva meta de la supracivilización de híper control a la que la humanidad se siente abocada. Esta civilización no sabemos si tiene dueños, pero lo más probable es que la trampa se produzca porque el ser humano parece no saber poner límites a los límites. Si inventa las normas, lleva estas hasta el extremo absoluto; si decide usar la energía atómica, lo hará hasta sus últimas consecuencias; si el ser humano descubre algo lo usa y lo intenta llevar a su absoluto. Si existe el mercado también hay que llevarlo hasta su experimento más radical, por muchas desgracias que traiga. Llegó la revolución industrial y su desarrollo no ha llegado a su fin, porque busca el infinito. Debe de tratarse de una inercia escrita en los genes específicos de la humanidad. Pero la izquieda, estando ahí, en el mismo hueco del sistema que la derecha, sufre sin embargo una extraña enfermedad mental, entre la oligofrenia, la amnesia y la personalidad fantasiosa. Se creen iguales a los indignados. Son como esos animales que, criados entre humanos, acaban perdiendo las referencias de sus congéneres.

Habita el universo otro tipo de humanos no politizados según el sistema clásico. Son el tercer extremo. Aunque tienen provectos padres intelectuales de los que heredar sapiencia, generalmente son jóvenes. La derecha y la izquierda no han entendido que los indignados no son de este mundo, o no deberían serlo, y que no se derivan de la Revolución francesa, el racionalismo y la Modernidad, sino del mundo posmoderno, la estética y, en su feliz e hipotética desembocadura, la ética, la sensibilidad y la inteligencia emocional.

Si este movimiento quiere seguir cauces de gloria histórica y conquistar las cumbres de la justicia universal, la paz y la libertad, si quiere orientar la organización del mundo humano según criterios más respetuosos con el caos, menos violentos para con todo, incluyendo por supuesto al medio ambiente, no entregados al falso gobierno de la ley y el orden (enfrentados pues a una sociedad global estructurada y sometida en el interior de órbitas bien definidas por un poder político y económico cada vez más omnímodo), si queremos otro mundo y lo queremos ya, como proclama el Movimiento, entonces debe tener claro que sus esquemas de pensamiento no pueden fijarse en estructuras de la vieja Modernidad, que sobran banderas republicanas, porque sobran las banderas; que no se trata de imponer otro modelo económico "anti-neoliberal"; que quizá sea la hora de llevar a cabo esa máxima del 68 y apelar a la imaginación como forma de generar un sistema más humano, más feliz, más justo y más divertido para todos.

El movimiento precisa de más apoyatura bibliográfica (aunque comienza con buenas bases), pero sobre todo, y como nace con vocación de largo recorrido sin duda podrá llegar a conseguirlo, necesita universalizarse. Las pequeñas mareas de Egipto, Libia y los países del norte de África, las pequeñas mareas de Islandia, España, Grecia y luego sus diminutas réplicas en otros lugares de Europa y América, deben crecer y crecer y crecer. La luna debe ejercer su fuerza de atracción sobre estas aguas y vencer esa tendencia inercial a permanecer pegados a la tierra, por cobardía, comodidad o falta de reflexión, y el tsunami de fertilidad debe juntar las aguas de Oriente y Occidente.



http://youtu.be/x2xuSHdjZ00

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