domingo, 11 de mayo de 2014

AFINIDAD ANÍMICA HACIA ESTADOS UNIDOS

De todas las mitologías existentes, tal vez sea la griega la más atractiva; no por la enunciación de decálogos morales más o menos indigestos, sino precisamente por todo lo contrario, léase: la imparable concatenación de acciones parangonables a las humanas, concatenación de hechos humanos despojados de ningún otro sentido que el de la multiplicación y la puesta en práctica de los placeres —por otro lado muy terrenales, como no podía ser menos—.
 Por encima, por debajo o desde el mismo corazón y entre medias del devenir de la sociedad norteamericana y su barniz —con vocación de materialidad— de moral protestante, como la herrumbre en los rectos raíles de un ferrocarril, transitan las vidas cargadas de realidad, la intrahistoria de una multiplicidad de razas y culturas que trufan su existencia con todo el despliegue posible de “pecados” imaginables (violencia, adulterio, transgresión de "la ley", incesto, pederastia, hurto, ambición, desmesura cirenaica…) en fin, toda esa panoplia que conforman las armas de la supervivencia y el afán por sobrevivir y multiplicarse. No es sólo en el desfile de seres que habitan en la ficción (en el caso griego, su mitología y su literatura; en el norteamericano, el de su literatura y su cine) sino también en el de los habitantes más pedestres de su sociedad. Tal vez esa lejana concomitancia (lejana en tiempo, aditamentos y actitud) es lo que, de manera poética, me ha servido para explicar mi atracción irrefrenable por la cultura del Imperio y la Historia de sus intrahistorias. Metonimia que me asalta a partir del siguiente fragmento leído en un resumen wikipédico sobre la biografía del músico Chuck Berry:
Durante estos años, Berry era un músico consolidado, realizando varias giras alrededor de Estados Unidos y apareciendo en programas de televisión. Aprovechando su éxito económico, el guitarrista invirtió parte del dinero en bienes raíces cerca de Saint Louis, así como en clubes nocturnos. En 1958 fundó un club llamado Club Bandstand, que admitía la entrada sin segregar a los clientes por su raza.

Sin embargo, en diciembre de 1959 enfrentó una de las acusaciones más graves de su carrera. Chuck Berry conoció a una joven apache llamada Janice Norine Escalanti en Juárez (Texas). La muchacha, que provenía de Yuma (Arizona), le dijo al músico que tenía 21 años de edad, pero en realidad tenía 14. Berry le ofreció un trabajo de camarera en su club Bandstand, así que la llevó a Saint Louis con él. Algunas semanas después, la joven fue arrestada por ejercer la prostitución en un hotel de la ciudad. Este hecho llevó a que Berry fuese arrestado por infringir la ley Mann, por "transportar a una menor de edad a través de la frontera del estado para fines inmorales". El guitarrista fue condenado a cinco años de prisión y al pago de una multa de 5.000 dólares. La sentencia fue apelada, debido a los comentarios racistas que había hecho el juez durante el juicio, y la condena fue finalmente rebajada a tres años.

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