miércoles, 10 de septiembre de 2014

Comienzo de CAPÍTULO V

CAPÍTULO V
Pincelada histórica. La momia de Tutankamon viaja en primera: México-España.

Hace un montón de milenios que descendimos de los árboles y tal vez, durante el descenso, más de uno de aquellos primates que nos precedieron en la escala evolutiva caía de cabeza contra el suelo y se rompía la columna vertebral, quedando tendido sobre la hojarasca tan inmóvil como el fragmento de rama agarrado todavía entre sus manos. De estos antepasados, ni uno solo salía con vida de la experiencia. No sólo nuestros predecesores en la escala evolutiva perecían tras una lesión medular. Cualquier mamífero es susceptible de padecer una lesión medular del grado que sea. En la naturaleza, un animal herido de esta forma es animal muerto: si no hay depredadores próximos para comérselo, incluso en el supuesto caso de encontrarse en el seno de una tribu protectora, la muerte sería inesquivable. Pasando a considerar en exclusiva lo tocante a nuestra especie, no sólo morían los lesionados medulares en la época de las cavernas, y en el Neolítico, durante la Edad Media o la Edad Moderna, sino que todavía en tiempos históricos aún más recientes y hasta bien entrada la Edad Contemporánea, todo hombre o mujer a quien le hubiera acaecido un accidente que conllevara una lesión medular perecía de manera inapelable hasta momentos históricos sorprendentemente recientes. Se podría hablar de una mortandad del cien por cien hasta la segunda guerra mundial (1939-1945).
Como en tantos otros asuntos, las primeras anotaciones referidas con toda probabilidad a la lesión medular corresponden al antiguo Egipto. Y nuevamente nos admira lo mucho que sabían los egipcios y más adelante los griegos, al mismo tiempo que sorprende lo poco que desde entonces la ciencia médica ha sido capaz de avanzar. Hasta tal punto es así que desde el antiguo Egipto hasta hace apenas 50 años se sabía poco más o menos lo mismo. Es evidente que en lo que respecta al conocimiento de los órganos, a la capacidad de diagnóstico y en general a la descripción científica del asunto, desde el siglo XVI para acá y sobre todo a partir del siglo XX alguien podría llamarme loco por querer comparar el antiguo Egipto con lo que viene a ser nuestra propia época. Sin embargo —llámenme loco— en lo meramente descriptivo y, sobre todo, en la capacidad para curarla, desde el tercer milenio egipcio hasta la segunda Gran Guerra, la lesión medular se encontraba en el mismo punto. Los médicos egipcios describían en el papiro Edwin Smith, fechado entre el 2.500 y el 3.000 ane,[1] diferentes grados de lesión cervical. Se especificaba cómo en algunos casos había inmovilidad de brazos y piernas, pérdida de control sobre esfínteres, erecciones involuntarias y hasta eyaculaciones; en otros casos se habla de pérdida de movimiento de los miembros inferiores y pérdida del control de esfínteres. Para quienes irremediablemente hemos tenido que aprender sobre lo que significa una lesión medular resulta particularmente sorprendente el que los egipcios ya describieran efectos secundarios de la lesión como las úlceras por presión (escaras) o que escribieran en jeroglífico instrucciones como la de que es inútil una intervención quirúrgica para salvar la vida —así era hasta hace poco— o que se recomendara ¡el sondaje a través de un catéter de bronce fabricado ex professo! Ahora ya me extraña menos el haber leído hace muchos años que en el antiguo Egipto también se había desarrollado un preservativo fabricado con tripa de cordero.
Yo, aquí, no sé qué hacen estos egipcios




[1] Ibrahim M. Eltorai, M. D., “History of Spinal Cord Medicine”, en http://www.demosmedical.com/media/wysiwyg/pdf/LinChapterOne.pdf

1 comentario:

  1. Herni, yo creo que estos egipcios se están midiendo el aparato "sesual" para lo del preservativo:)

    Muy interesante esta entrada. Por cierto, que bueno que hayas renacido tantas veces! Eso no pueden decirlo muchos! Tengo que escribirte al privado, hace un par de meses que te he "reencontrado" en Google y llevo tiempo queriendo contactar. Dale un beso a Mildred y los niños.
    Arancha

    ResponderEliminar