miércoles, 21 de marzo de 2018

Un amigo desde lejanas saeteras

¿Egotismo compartirlo? No lo creo. Esto me regala un amigo:


SIN TÍTULO

Te amo monstruo, amo tus clases monstruosas, amo tus efluvios verbales.  Amo tu ardiente y dorada sapiencia, tu decir transparente, tu doloroso hiperrealismo, amo tu espíritu Epicúreo. Amo tus elecciones. Amo tu infancia. Abrazo tu soledad. AMO TU LLANTODETESTO TU DOLORAMO TU LLANTO, DETESTO TU DOLOR. AMO TU LLANTO, DETESTO TU DOLORTe amo monstruo, amo tus clases monstruosas, amo tus efluvios verbales.  Amo tu ardiente y dorada sapiencia, tu decir transparente, AMO TU LLANTO, DETESTO TU DOLORDETESTO TU DOLOR. amo tu espíritu EpicúReoDETESTO TU DOLOR. DETESTO TU DOLOR Y COMO TÚ ¡DETESTO TU DOLOR! tu doloroso hiperrealismo, amo tu espíritu EpicúReo. Amo tus elecciones. Amo tu infancia. Abrazo tu soledad. AMO TU LLANTO,DETESTO TU DOLOR. DETESTO TU DOLORDETESTO TU DOLORDETESTO TU DOLOR Y COMO TÚ ¡DETESTO TU DOLOR!amo tus efluvios verbales Y COMO TÚ ¡DETESTO TU DOLOR! Y COMO TÚ ¡DETESTO TU DOLORTe amo monstruo, amo tus clases monstruosas, Abrazo tu soledad. amo tus efluvios verbales. DETESTO TU DOLOR. AMO TU LLANTO. Amo tu ardiente y dorada sapiencia, tu decir transparente, Abrazo tu soledadtu doloroso hiperrealismo, amo tu espíritu EpicúReo. Amo tus eleccionesAmo tu infancia. Abrazo tu soledad... Te amo monstruo, amo tus clases monstruosas, DETESTO TU DOLOR Y COMO TÚ ¡DETESTO TU DOLORamo tu espíritu EpicúReoAbrazo tu soledad. Te amo monstruoAmo tu infancia.
monstruo, amo tus clases monstruosas, amo tus efluvios verbales.  Amo tu ardiente y dorada sapiencia, tu decir transparente, tu doloroso hiperrealismo, amo tu espíritu Epicúreo. Amo tus elecciones. Amo tu infancia. Abrazo tu soledad. AMO TU LLANTODETESTO TU DOLOR. AMO TU LLANTO, DETESTO TU DOLOR. AMO TU LLANTO, DETESTO TU DOLORDETESTO TU DOLORDETESTO TU DOLORDETESTO TU DOLOR Y COMO TÚ ¡DETESTO TU DOLOR! Te amo monstruo, amo tus clases monstruosas, amo tus efluvios verbales.  Amo tu ardiente y dorada sapiencia, tu decir transparente, tu doloroso hiperrealismo, amo tu espíritu EpicúReo. Amo tus elecciones. Amo tu infanciaAbrazo tu soledad. Te amomonstruoAmo tu ardiente y dorada sapienciaamo tu espíritu EpicúReo. Y COMO TÚ ¡DETESTO TU DOLOR! Y COMO TÚ ¡DETESTO TU DOLOR!


RC, desde lejanas saeteras

lunes, 19 de marzo de 2018

Dartmouth College, recuerdos, amigos: Andrew

Campus de la UAM
Librery (Biblioteca) de Dartmouth
En mi último curso universitario, 1997/98, mi amigo, más o menos, y mentor, también más o menos, Pablo Jauralde Pou, catedrático de Literatura del Siglo de Oro, uno de los mayores y mejores especialistas en Quevedo, me propuso colaborar con él en el programa de intercambio con alumnos de la Universidad norteamericana de Dartmouth College. Esta universidad se encuentra en el selecto club de la "Ivy League" (Liga de la Hiedra —ya sabemos lo que representa la hiedra, esa lustrosa trepadora que asciende hasta terminar dominando los muros pétreos de los templos del prestigio—), junto a instituciones como Yale o Harvard. El programa consistía en dos fases. En la primera, los alumnos de Dartmouth estudiaban unos meses en la Universidad Autónoma de Madrid; y mi papel consistía en coordinar al grupo y servirles de guía e incluso cicerone por la ciudad de Madrid, Toledo, Granada... 
Buena parte de los estudiantes con la Alhambra al fondo.
Aparecen los dos Davids, Adam, Lydia, Shannon, Iván y Genaro
La segunda fase me ubicaba a mí como Profesor Asistente (Assistant Teacher) en el Departamento de Español y Portugués, allá en la pequeña población de Hanover, Estado de New Hampshire, donde se ubica Dartmouth. Por su parte, la profesora de Literatura y Español que ocupaba plaza fija en Dartmouth, impartiría clases en Madrid, en la Autónoma, mientras que yo ocuparía durante unos meses su despacho y funciones en New Hampshire. 
Edificio donde estaba el Departamento de Español
Durante la primera fase, guiaba, orientaba y conducía en excursiones culturales a los alumnos norteamericanos. Además de enseñarles el Madrid de los Austrias, los acompañé a lugares como Toledo, Aranjuez, Granada. Inevitablemente establecí una relación amistosa con algunos alumnos y alumnas.

Cenando con Andrew y otros chicos del grupo de estudiantes
Y aquí viene la cuestión. Entre estos estudiantes, se encontraban los wasp (White, Anglo-Saxon and Protestant) en el acrónimo en inglés de «blanco, anglosajón y protestante»; los estadounidenses de raíz judía y algún hispano. Luego, ya en su sede de New Hampshire descubrí que existían otros corrillos más o menos cerrados, como el de los negros y los orientales. Pero, en el grupo que yo coordiné en la Autónoma, de los estudiantes que llegaron ninguno era afroamericano ni oriental. Entre los distintos grupos podía haber cierta ósmosis, pero era indudable que se mantenían un poco separados unos de otros, formando sus propios "guetos", en un sentido suave, se entiende. Lo interesante es que, sin que existiera por mi parte absolutamente ningún prejuicio ni intención preconcebida, de manera natural, con los alumnos que llegué a forjar amistad fue con los judíos. Por separado; no es que ellos caminaran en manada. Pero fueron, que recuerde, David, otro David, Adam, Shannon, Iván y Andrew. 
Interior de la "Library". Resultaba paradójico
que los alumnos estadounidenses
llegaran a una "modelna" UAM, provenientes
de una historiada Universidad dieciochesca de Nueva Inglaterra
Fue con este último con quien establecí la amistad más profunda, que todavía hoy mantenemos. También tuve una relación más estrecha con dos hispanos, Lydia y Genaro. ¿Qué sucedió entonces? En el momento en el que fragüé aquellas relaciones, ni siquiera sabía que se trataba de chicos de raíz judía. Obviamente, a Lydia y a Genaro sí los identifiqué desde un principio en la casilla de "latinos". Lydia era una muchacha encantadora, de ojos azules y un padre que había salido de Cuba en la época de Batista. 
Andrew, Mercedes y yo con Nueva York al fondo
En una visita a Nueva York, cuando Mercedes y yo ya nos encontrábamos en Hanover, el padre de Lydia nos invitó a comer en una pizzería de la Pequeña Italia —Litle Italy—, aquel barrio semillero de tantos mafiosos en los años 30, hoy en día convertido en Pequeña Latinoamérica, porque todos los comercios y la población habían pasado de ser italianos a ser hispanos. Poco a poco fui descubriendo que los otros con quienes había estrechado la amistad eran precisamente los judíos. Como digo, con Andrew de un modo muy profundo. Una amistad vitalicia.
No he dejado de preguntarme las razones por las que aquellos estudiantes y yo establecimos una complicidad, una amistad que sin embargo no se produjo con los wasp. Mi conclusión es muy clara: algo subterráneo y radical me unía socio-culturalmente a aquellos judíos, por mucho que se tratara de familias procedentes de la rama judía de los askenazis (de raíces sobre todo del Este de Europa) y no de los sefardíes (los de raíz ibérica), en cuyo caso las concomitancias culturales habrían podido explicar todavía mucho mejor esa querencia. Dejando aparte a Andrew, alguien muy especial, de una entrañabilidad máxima conmigo, sentí por todos ellos una fácil identificación. Fueran ideológicamente más próximos o más lejanos, no dejaba de haber algo que nos unía culturalmente. Una cosmovisión, una forma de sinceridad comportamental, una identificación.

Mercedes, Andrew y yo en el Jardín de
Calixto y Melibea en Salamanca
Siempre he tenido aquella anécdota nada casual como algo por lo que enorgullecerme. Todavía en aquel tiempo mi predilección cultural por los judíos "laicificados" no era algo consciente ni construido o sedimentado con ninguna apoyatura intelectual. Hoy sí.
Cuando, tras contraer matrimonio con Mercedes en diciembre del 98 y después de nuestra luna de miel en Roma, viajamos a Estados Unidos y di cumplimiento a la segunda fase del proyecto y ejercí como Profesor Asistente en Dartmouth, mi relación con ellos siguió prosperando. En cierta ocasión, Adam (no estoy dando ningún apellido para ser discreto) entró en mi clase para saludarme; entró con una confianza que, aunque agradecía en lo profundo, estaba dando una imagen a mis alumnos en clase excesivamente jovial, una cierta falta de seriedad; con lo cual, me tuve que poner un poco serio con él y emplazarlo para vernos luego en mi despacho. En aquel inoportuno saludo aprecié a las claras que su rostro estaba demacrado, desencajado. Algo le pasaba. Ya en mi despacho, hablé con él. Me contó que había ingresado en una fraternidad (fraternity) de las más radicales, donde a sus miembros neófitos les hacían pasar por pruebas muy duras, incluso les daban alguna droga y los dejaban encerrados en una habitación durante toda la noche. Una suerte de ritos iniciáticos bastante perniciosos. Aquellas hermandades que tanto prosperan en las universidades privadas norteamericanas van desde el club de amigos más light, o de amigas (sororities), pasando por clubs un poco más "tóxicos" en el que se montaban fiestas privadas donde se emborrachaban con cerveza y otros estupefacientes más fuertes; hasta llegar a ciertas fraternidades que eran como centros de iniciación sectaria para marines, que incluían pruebas con drogas y hasta palizas. Le dije a Adam que debía abandonar aquella fraternidad. Y creo que lo hizo. Todas las fraternidades tienen nombres con letras del alfabeto griego. 
En Toledo con Andrew
La historia de Estados Unidos sabemos que está entreverada en sus orígenes civilizatorios por grupos o grupúsculos de sectas, clubs de poder trufados de simbología esotérica, una vez que dejaron atrás el período de las primeras colonizaciones y paralelamente al declive progresivo del Wild West. No se nos escapa que hasta el gran tótem de su civilización, el dólar, lleva estampado en sus billetes símbolos entre lo religioso, lo masónico y lo cabalístico. Allí en el campus de Dartmouth, entre la casa donde vivíamos Mercedes y yo y el edificio del Departamento de Español —en un espléndido edificio del siglo XVIII— al que acudía cada día, a mitad del camino, sobre un pequeño promontorio de hierba y pertrechado entre unos pinos, se erguía una especie de templo de aspecto egipcio. Se trataba de una fraternidad de exalumnos que celebraban allí no se sabe qué tipo de "aquelarres". No tenía ventanas y se accedía por una pequeña puerta en uno de los laterales. Yo vi entrar a algunos de los miembros. Solían dejar sus zapatos fuera y entrar descalzos. El único dato constatable sobre las actividades desarrolladas dentro de aquel pseudotemplo era un elevado consumo de agua. Al menos éste fue el rumor que me llegó a través de algún amigo alumno.
Fuera de las excursiones oficiales, viajamos
con Andrew a varias partes. Por supuesto
a nuestra querida Asturias. Escanciando
sidra en la casa de mis veraneos, Poo de Llanes
Andrew y yo estuvimos chateando ayer. Hacía tiempo que no contactábamos. Cuando terminó su carrera, Historia (su Major) y Español (su Minor), allá por el año 2000, recién egresado de la Universidad, consiguió un trabajo en la multinacional Pepsico. Se trasladó a Chicago y trabajó en la sección de marketing, con un sueldo bastante alto, inimaginable ni en sus mejores sueños para un estudiante español después de haberse licenciado. Pero después de un año se cansó. Su espíritu aventurero lo llevó por Centro América, con una colección de anécdotas dignas de una novela. Durmió en la selva. Estuvo a punto de ser asaltado por una banda de malhechores provistos de machetes mientras dormía solo entre la maraña vegetal de una ladera. Pero una familia lo acogió en su casa y probablemente lo salvó, tal vez incluso de la muerte. Después viajó a Europa, a Israel. Estuvo laborando en un kibutz otra temporada. Con una pequeña mochila, en la que acaso portaba consigo un par de mudas de ropa interior y tal vez un pantalón y una camisa, un cuaderno de notas y poco más, erró por ese mundo bíblico. Pernoctaba por aquí y por allá, incluso en alguna playa donde una noche le desapareció su mochila, y de nuevo protagonizó algunas aventuras. Se alistó al ejército. Me vino a visitar a Oviedo, tal vez hacia el año 2005, y le dije que eso era una locura, que si acaso sería capaz de disparar a un palestino. Me queda claro que no. Tal vez sin haber montado antes ni siquiera en una de las barcas de El Retiro de Madrid, con dos amigos trazó el plan de hacerse con un velero y viajar por la costa mediterránea para terminar cruzando el Atlántico hasta Estados Unidos. Para ello, de manera urgente y osada, aprendió a navegar y sacó su licencia. Los tres amigos cruzaron el Atlántico. Yo tuve mi accidente de moto en Querétaro. 
Bonita foto con Andrew en su casa de New Jersey
Desde el hospital de Toledo le llamé por teléfono para contarle lo sucedido. Ya cuando yo había sido dado de alta y comencé a habitar en la actual vivienda de Madrid donde ahora vivimos, vino desde Israel para verme con su novia Samantha, una muchacha encantadora. Juntos habían realizado estudios en Israel para hacerse rabinos dentro de una facción reformista y liberal del judaísmo. Se fueron a su lugar de origen, entre Nueva Jersey y Nueva York y vivieron en esta última ciudad durante un tiempo. Se casaron. También celebraron la boda de otro de aquellos estudiantes que vinieron en el intercambio y con quien hice amistad, Iván; Andrew ofició la ceremonia.
En el chat de ayer me informó de que ejercía como rabino en el Estado de Luisiana y vivía con Samantha en Georgia. Me dio la gran buena nueva: Samantha está embarazada. Andrew va a ser padre con sus 40 años. Es emocionante. Sentiré su hijo como si se tratara de un sobrino.
Felicidades, querido.


Nueva York al fondo, todavía con las Torres Gemelas


viernes, 9 de marzo de 2018

La obra, superior al autor; editores y hasta suicidios

Mi amigo Rubén me envía desde México en una página estos fragmentos de mi libro El hombre medular. Lo hace para forjar a partir de ellos una paráfrasis útil a cierto experimento literario-teatral que trae entre manos.
Al leerlos no me han parecido míos. Aunque parezca una tesis del Romanticismo o incluso de creencias mitológicas desde la Antigüedad hasta la Edad Media, se constata que la obra supera a su autor, como si éste sirviera sólo de hombre de paja utilizado por las musas. Al menos así me ha parecido.

En la introducción a una edición de la obra dramática Cyrano de Bergerac, pude leer hace años cómo su autor, Edmond Rostand, abrumado por el éxito, los elogios y la calidad de su magnífico cuadro, sufrió un colapso creativo. Su obra lo superó de tal modo que cayó en el abismo del vacío. Monsieur Rostand terminó por suicidarse convencido de su incapacidad para volver a estar a la altura de su facundo personaje Cyrano, el narigudo (inspirado en un autor y poeta libertino del siglo XVII). Podríamos interpretarlo satíricamente, ahora que el polvo cubre la tragedia con el lenitivo de los hechos ya históricos, y afirmar sin paliativos que no era para tanto. 
Para resistir que tu obra sea superior a ti tal vez tengas que ser una criatura huraña y retorcida como parece que lo fue Salinger, autor de El guardián entre el centeno. Y parece que ni así.
Otra posibilidad es suicidarse porque nadie te hace caso y tú te crees un genio, como sucedió a John Kennedy Toole, a quien editores tozudos se negaron a publicar La conjura de los necios. Cuando su madre logró que se la editaran y el musgo comenzaba a prosperar sobre el sepulcro del autor, la obra fue considerada por muchos como una de las mejores novelas norteamericanas del siglo XX —a este sacrílego que escribe no lo sedujo tanto—
Por fortuna, Gabriel García Márquez y tantos otros escritores y escritoras, legiones, resistieron —¡resistiremos!  decenas de portazos editoriales hasta lograr ver en letras de molde sus creaciones, ver satisfechos sus egos y legárnoslas para siempre.
Los editores pueden ser nuestros salvadores o nuestros verdugos. Aprovecho: 
¿Algún editor o editora por aquí, leyendo esto? ¡Hola!, ¿podrían echarme un cable con El hombre medular? 
El argumento que dan para no publicarte es que el mercado se encuentra en un momento difícil en el que sólo es capaz de absorber mierda o libros de venta garantizada por la popularidad de sus autores. Mejor no poner ejemplos. En ocasiones, se cuelan obras dignas, como pepitas de oro en el cedazo de toneladas de lodo.

En cuanto a estos fragmentos de un solo folio que me envía mi amado Rubén, por eso los comparto, porque ya no son míos:

Es lenta la sedimentación de los huracanes psicológicos. Pacientes y prolongados los días, los meses e incluso los años en que nuestros limitados sistemas cognitivos logran adaptarse a realidades subvertidas contra nuestra voluntad. (p. 323)

Mirar absorto el horizonte, enajenar mis ojos en el cielo azul y rememorar el hermoso pasado, la aureola de la mujer que amé, moldeada en el recuerdo con las líneas y los colores más perfectos, una imagen tramposa de lo que una vez nos pareció y nunca volverá a ser —ni siquiera en condiciones normales—; una idealización donde arda el dolor y se fundan las nostalgias, la de cualquier hombre que envejece y la del tetrapléjico. (p.336)

Desde los últimos meses, atravieso ciclos en cuyos valles contemplo racionalmente la posibilidad del suicidio, de la extinción de este mosaico de sinsabores, el dolor continuo, el displacer, la carga demoledora del pasado. De todo cuanto estaba a punto de suceder y se frustró para siempre, sin remedio concebible. Calibro las posibilidades reales de dejar atrás cualquier intento de poner en práctica mi amor por la vida para dejar atrás también todo sufrimiento. Renunciar al milagro laico de la existencia, a su azar tan benigno como improbable, por culpa de esta disminución a la que he sido sometido por los signos de la contrariedad. 
Pero hay momentos en los que sucede lo opuesto, un tipo de emoción de carácter optimista, como antes era lo más normal en mí. Incluso cuando estoy sumergido en el dolor físico, la emoción y las ganas de vivir vuelan altas y la curiosidad por mi entorno me inclina favorablemente a seguir existiendo hasta que la naturaleza lo permita —«Deus sive Natura», escribió el filósofo de origen sefardí Baruch Spinoza (1632-1677); esto es, Dios o Naturaleza, una misma cosa—. De pronto las nubes grises se desgarran, una fuerza mayor horada la lúgubre homogeneidad, y un cielo azul y toda su luz se apoderan del alma, brotan de los labios palabras de agradecimiento a Dios —sin importar lo inverosímil de estos arrobos de alegría ininteligible, sin importarnos el destinatario a quien de forma inconsciente imprecamos—. Hay que permitir que todo fluya, porque
el sol ha hecho un velo de oro
tan hermoso que me duele el cuerpo.
Allá arriba, los cielos lanzan su grito azul.
Por algún error, he sonreído.
El mundo florece y parece alborozarse.
Yo quiero volar, pero ¿adónde?, ¿a qué altura?
Si puede florecer algo en un alambre con púas,
¿por qué no voy a poder yo? ¡No moriré! (p.341)




sábado, 3 de marzo de 2018



Es ésta la imagen de cubierta de un libro que aparecerá próximamente en librerías y bares. En él se recogen una serie de artículos sobre la experiencia personal y el sentido de ciertos bares en la vida de un puñado de autores; por mi parte, contribuyo con un corto ensayo entre lo histórico y lo vivencial sobre bares y tabernas.
¡A vuestra salud!
Estaremos atentos para daros más información sobre su salida.

Un abrazo grande

H

A continuación, el correo divulgativo que ha escrito el coordinador de la publicación. Gracias, Javier:

Hola a todos,
Empiezan a salir noticias de BARRA LIBRE en prensa, muchos estáis al tanto ya y os habéis organizado para ir a medios de comunicación o estar para los días que nos han propuesto programas. Nos gustaría que todos aparecieseis y representarais el libro, es obra de todos. Espero que no sea una molestia para nadie y si alguien pasa, no hay problema. Pero cuanto más difundamos más necesario será el libro. Insisto que es de todos. Hay dos nuevos proyectos en marcha, si alguien no se ha enterado aún, puede contactar conmigo y le comento.
gracias por todo lo que le habéis dado a BARRA LIBRE!
abrazos,
javier