La palurdez de la "portavoza", un adefesio gramatical
Frente a los
acontecimientos del mundo y las grandes causas, tales como el cambio climático,
la pobreza mundial, la enfermedad y el sufrimiento humano, concentrarnos en una
parida gramatical que una parlamentaria profiere en un momento dado no deja de
ser una frivolidad. La parlamentaria en cuestión parapeta detrás de su torpeza
léxica la defensa de la igualdad entre hombres y mujeres. Si lo cardinal es
esto último —causa justa y necesaria— su pretendida innovación gramatical
transforma su propósito de justicia en una suerte de parodia grotesca. Es
decir, por arte de ignorancia transforma una lucha necesaria en una anécdota
risible. Lanza la piedra sobre su propio tejado y agrede a quienes trata de
defender.
Dejando claro pues que
lo escrito en esta entrada no es más que una frivolidad, me asalta la necesidad
de explicarlo simplemente por un impulso filológico.
Emilia Pardo Bazán trabajando |
Con toda probabilidad,
a Irene Montero, nombre de la parlamentaria protagonista del dislate, se le
cruzó un paralelismo de paradigmas que nada tienen que ver. Sospecho,
intuitivamente, que pensó en la palabra "juez", cuyo femenino
"jueza", aunque en principio nos parezca extraño, no atenta contra
ninguna ley gramatical profunda. Y tuvo la ocurrencia únicamente porque ambas
terminan en /z/. La primera vez que yo pude leer el femenino de juez, jueza,
creo recordar que fue en una novela de Emilia Pardo Bazán, Los Pazos de Ulloa; así que, como poco, ese género femenino tiene
el aval de más de un siglo de historia literaria. Emilia Pardo Bazán fue, desde
mi punto de vista, una escritora que representa lo mejor de la literatura
decimonónica española, perfectamente a la altura de Gabriel Miró, Leopoldo Alas
Clarín o Benito Pérez Galdós, quien al parecer llegó a tener con la escritora
gallega una breve relación amorosa. En principio, en tiempos de aquel ridículo
siglo en el que se hablaba de las mujeres como del "sexo débil" o del
"bello sexo" (que le pregunten a escultores de la Grecia o la Roma
clásicas, o al mismo Miguel Ángel renacentista, si para ellos el canon de
belleza física lo lideraba la mujer o si por el contrario eran las esculturas
de varones las más hermosas), en ese siglo XIX del romanticismo carpetoventónico
tardío, extemporáneo y cursi, se utilizaba el término "jueza" del
mismo modo que "generala" o "regenta", como las esposas de
los "jueces", "generales" y "regentes"; esto es,
con un sesgo paradójicamente machista. Sin embargo, con el andar del tiempo,
aquellos géneros femeninos tomaron carta de naturaleza cuando, en justicia, advinieron
las juezas, generalas y regentas de facto, ejercientes y no maritalmente
adventicias.
Sin embargo, el término
"portavoz" no tiene nada absolutamente que ver con el término
"juez". Este último es un vocablo simple, mientras que el primero
constituye lo que se llama en morfología un término compuesto. Se trata de una
palabra generada a partir de la unión de un verbo, "portar" al que se
le añade el sustantivo "voz". Aunque no queda del todo claro si se
analizan todas las palabras compuestas dónde recae la información gramatical,
si en el primer término o el segundo, generalmente suele ser éste el que porta la información gramatical (género, número). "Voz" es sustantivo femenino: la voz. Y por ser
sustantivo, y no adjetivo, su género no cambia. Se podría decir: Plácido Domingo
era una gran voz. Nunca un gran voz*. Cuando la palabra
compuesta está constituida por dos adjetivos o al menos por uno al final de la
palabra, tienden a ser neutros: (el político o la política "caradura",
el pollo o la sopa "agridulce"), aunque en ocasiones admitan el
cambio de género (el niño "pelirrojo"/la niña "pelirroja", él
quedó "boquiabierto"/ella quedó "boquiabierta").
Pero las palabras compuestas parecen elegir de forma un tanto caprichosa su género, aunque en gramática los caprichos son sólo aparentes y esconden alguna razón detrás. De este modo, suelen formar masculinos aunque la última palabra sea femenina: un "abrecartas", un "cortaúñas", etcétera. Pero a veces: una "tragaperras". Esto suele proceder de un sustantivo previo elidido: un [aparato] "abrecartas", un [aparato] "cortaúñas"; pero: una [máquina] "tragaperras".
La
aplastante y vehemente seguridad
de políticos y políticas, claro, para proferir cualquier bobería; ¡Ojo!, de cualquier color |
Proferir el barbarismo de esta parlamentaria
hace pensar en una infinita incapacidad para la reflexión. Y podemos establecer
de forma atrevida el paralelismo: si no es capaz de pensar correctamente sobre
un disparate gramatical, ¿se puede esperar que reflexione bien sobre algún otro
aspecto más complejo todavía? Esto es algo que, como no puede ser de otro modo,
queda al criterio de cada cual. Dicho en román paladino, la ocurrencia hace
pensar que nos encontramos ante lo que comúnmente podríamos denominar como una palurdez.
No sabía que "jueza" se usara desde hace tanto. Creía que era otra de esas palabras que "feminizan". A mí particularmente me gusta más decir juez, me suena mejor. Tampoco me suena bien "generala" pero será por desconocimiento.
ResponderEliminarLo cierto es que sin tener gran conocimiento oigo un montón de fallos en la gente al hablar e incluso entre gente preparada y que por su oficio, periodistas, escrtores,... no deberían cometer.
Sí, Nurilina, muchos malos usos se oyen y leen por ahí.
EliminarAunque en justicia debemos admitir que la mayor parte de los periodistas, como resulta lógico, y en general, tienen un pasable manejo de la lengua. Después de todo es su herramienta. Pero por ello mismo, más que a los políticos, que estos están pensando en otras cosas, se les debe exigir no un pasable sino un notable manejo de la lengua. Hace poco, un periodista que me resulta por cierto un tipo bastante ecuánime, sosegado, reflexivo, educado, en cierta tertulia se empecinó en repetir cuatro o cinco veces hacer pasar a alguien por "las horcas Claudinas" [sic, con la /l/, como si fueran las de un tal Claudio], en vez de "caudinas"; esta frase apela a un hecho histórico en la que los etruscos, u otro pueblo en pugna con los romanos, creo recordar y no me pongo comprobarlo, les tendieron una celada en unos cerrados valles próximos a Roma, valles u "horcas" (valle cerrado) llamadas Caudinas.
Ahora, lo que es verdad, Nuria, es que casi siempre me privo de hacer comentarios sobre anacolutos, barbarismos y otras especies de abortos lingüísticos, porque generalmente no deja de parecerme en muchas ocasiones menos importante que lo que se está diciendo. Me parece muy mezquino, frívolo, sacarle los errores lingüísticos a alguien, por ejemplo, que está hablando de los muertos en la guerra de Siria.
Se puede ser mas ignorante? O espera... será ignoranta? De verdad que no cabe un bobo más en ese emisferio lo mires por donde lo mires. Gracias Hernán por la lección gramatical,nunca vienen mal.
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