La invasión de Ucrania mantiene
alerta todos nuestros sentidos. Leemos, consumimos medios audiovisuales, escribimos,
platicamos única y exclusivamente sobre la cuestión. Sin embargo, debemos
atender otras historietas a las que, con toda propiedad, también podríamos
considerar de lesa humanidad, ya que de lesiones va la historia; y es a la
sazón cuando conviene hacerlo, porque se trata del momento en que se reactiva
un tratamiento para paliar los males de la Lesión Medular, que en términos
completamente subjetivos es, de todos los males que asolan el mundo, el que
personalmente me afecta más, comprenderán. Lo que no quita, y aseguro la
veracidad de lo que voy a afirmar, que daría mi vida o el mantenerme
tetrapléjico durante tres existencias a cambio de la paz y el derrocamiento de
un temible y desbocado Putin. Pero esto es un planteamiento infantil.
Anda en boca de todos nosotros, el pueblo, ese tópico: «si
este logro lo hiciera cualquier otro país, se publicaría a los cuatro vientos,
se le daría la mayor importancia, le otorgarían a sus mentores el premio Nobel;
pero en España cainita no apreciamos nuestras propias grandezas»; o cosas
similares. ¿Clichés aborígenes nada más?
| |
La LM (Lesión Medular), en grado de
paraplejia o tetraplejia, no llega a plaga, pero cuenta con unos datos nada
desdeñables: cerca de 2000 nuevas víctimas cada año en España, mayormente de
etiología traumática, por accidentes de tráfico sobre todo. En el solar patrio,
debemos conformar una pequeña legión de alrededor de 60.000 paralizados. En el
mundo hay más de 600.000 nuevos parapléjicos y tetrapléjicos —cuadripléjicos
en el español de Latinoamérica— cada año, por causas que van desde el accidente
de tráfico, pasando por las heridas de arma de fuego o blancas, accidentes en
aguas poco profundas, enfermedades o malas praxis quirúrgicas, etc.
Se publicó recientemente en prensa y
asomó su cabeza en algún que otro informativo televisivo la noticia sobre un
tratamiento para la LM desarrollado en Lausana, Suiza, por el equipo del
neurólogo Grégoire Courtine. Titulares de engañifa, pomposos, altisonantes, al
estilo de la charlatanería decimonónica ofreciendo en las plazas la ganga de un
elixir para la eterna juventud: «Parapléjicos vuelven a caminar en muy poco
tiempo gracias al implante de unos electrodos»; sin tener en cuenta lo que
significa levantar falsas expectativas. El artículo científico que soporta este
hallazgo fue publicado en la revista Nature; pero bien lo podría haber
hecho en el Muy Interesante. Se implantan una serie de electrodos por
debajo de la zona de lesión en la médula espinal y se controla la llamada al
impulso eléctrico para mover determinados músculos de las piernas a través de
una aplicación en una tableta electrónica. Nuestro amigo Grégoire y su peña
están perdiendo el tiempo, porque la solución tiene que ser orgánica, no
accesoria. Un exoesqueleto o el implante de electrodos propuestos por esta
investigación no ofrecen en absoluto la mejora en la calidad de vida que puede
esperar una persona con LM. Más acá del poder malcaminar, nos preocupa, nos tritura
y estraga nuestra humanidad toda una panoplia mucho más abigarrada de síntomas
crónicos: los dolores osteomusculares y neuropáticos, el control de esfínteres,
la sensibilidad y la capacidad motora, la recuperación de la sensibilidad
genital o impotencia suma, el movimiento de las manos, las infecciones de
orina, la espasticidad, etc. La médula espinal, como sabrán, es la autopista
que sirve al encéfalo para enviar sus señales hasta la última periferia nerviosa
que permite mover nuestros músculos a voluntad; así como posibilita a los
sensores de cualquier parte del cuerpo transmitirle al cerebro el lujo de la
sensibilidad, la percepción táctil de la vida, el soplido del viento, la
caricia, el frío o el calor. Con la autopista cortada en algún punto, se relega
a la inoperancia orgánica una parcela del cuerpo que puede extenderse desde el
uno hasta el noventa por ciento. Y por macabro que parezca, añadiendo a la
invalidez de estas regiones corporales la persistencia diaria y crónica del
dolor neuropático, un cuadro de indefinibles padecimientos de carácter
neurálgico. Toca preguntarse si existe alguna vía de investigación o estudio
clínico que aborde lo verdaderamente medular de lo medular; una solución
orgánica que vaya directa al origen del problema: la reconexión neuronal entre
las células nerviosas por encima y por debajo de la línea de lesión.
Pues resulta que sí. ¡En España! No investigación
más o menos incipiente, más o menos avanzada, no un estudio clínico. No. Existe
de facto un tratamiento en toda regla. Detrás de él, el esfuerzo denodado del
doctor Jesús Vaquero, tristemente fallecido por coronavirus (2020), y todo su
equipo durante más de dos décadas, hasta haber logrado en 2019 dar carta blanca
a su tratamiento con la aprobación de la Agencia Española del Medicamento y las
autoridades sanitarias estatales y comunitarias. También gracias al apoyo
económico de instituciones privadas como Mapfre o la fundación Rafael del Pino.
La covid-19 supuso un parón, pero ahora, de nuevo, se retoma el tratamiento con
un éxito que va más allá del único y aparente «volver a caminar», abriendo el
camino para que los axones de las neuronas medulares vuelvan a encontrar el
camino y el organismo pueda poco a poco ir recuperando el terreno perdido. Un
tratamiento complejo y que incluye varios procesos, entre otros, la inoculación
en la zona lesionada de la médula espinal de un medicamento específico, elaborado
con células madre mesenquimales extraídas del propio paciente, el NC1. El
tratamiento está ahora al cargo del neurólogo Gregorio Rodríguez-Boto y la
doctora Mercedes Zurita, Unidad de Terapia Celular del Hospital público Puerta de Hierro de Madrid, hospital cuyo
ímpetu investigador en varios campos es digno de alabanza.
Nuestro cliché patrio resulta que va a ser algo más que un tópico para esgrimir en las tertulias: si esta investigación devenida en auténtico tratamiento se hubiera desarrollado en otro país, en Suiza, como hemos visto, o en cualquier otro que potencie su propia ciencia y donde se intente encumbrar a sus verdaderos valores, Estados Unidos, Alemania, Francia, Reino Unido, Japón, no importa, el que sea, el tratamiento llevado a cabo en el Hospital Puerta de Hierro sería mundialmente cacareado, merecedor de los más altos títulos, el mayor de los reconocimientos, un Premio Princesa de Asturias, el Premio Nobel. Pero en España, parece que irremediablemente, somos así, limitando la expansión de un tratamiento que erradicaría buena parte del sufrimiento de miles de personas con paraplejia o tetraplejia.
¡Divulguémoslo!; que nadie, ningún
cainismo, envidia o cicatería coarte la posibilidad de alcanzar una felicidad
largamente acariciada por enardecidos deseos, vitales esperanzas. Lo único que
nos mantiene en pie, valga la metáfora.
©Hernán
Valladares Álvarez es escritor
https://hernanvalladaresalvarez.com/
Fantástico artículo Hernán. Deseo con toda mi alma y corazón que esa investigación que mencionas fructifique, dando fin a tantos padecimentos, mostrando un camino y un horizonte de esperanza e ilusión. Así sea. Un gran gran abrazo.
ResponderEliminarAgus, querido amigo, gracias. Mucho tiempo sin vernos. Habrá que ponerle remedio. Un abrazo grande.
ResponderEliminar