La reciente invasión de Ucrania por la Rusia de Putin, un acto de guerra, por definición «atroz» —mera redundancia—, inicua, anacrónica, inhumana, cruel, diabolicum in infinitum, ha conmovido a la sociedad occidental —dejamos para otro momento más apropiado los matices éticos sobre qué guerras conmueven a Occidente y cuáles sufren un desdén mediático, del que se desprende como consecuencia el olvido de nuestras sociedades—. Dado que nos concierne hasta la consternación, este cuaderno de bitácora se abre a la libérrima opinión de quienes desean un medio de expresión urgente. Así pues, dedicamos las dos próximas entradas en este Diarius Interruptus a sendos artículos firmados por sus correspondientes autores.
PUNTITOS NEGROS
Por José Luis Vilanova
Imagen: https://14milimetros.com/geopolitica-teorias-y-apliacion/ |
La geopolítica es al tejido celular social (y político) lo
que la macroeconomía a la subsistencia de andar por casa. Y a quienes pretenden
manejar el mundo esto les encanta. Pugnan por atraparnos en su arbitraria
bipolaridad (blancas contra negras), disponen el tablero de sus dominios y
juegan con las fichas o las figuras de ajedrez a sus anchas. Plásticas, de madera,
de metal o de marfil, nada importan. No sufren, no duelen, no chillan (o no los
oigo), no padecen. No tienen alma. No son nadie… Lo dejó bien claro el Harry
Lime de El tercer hombre desde la voz profunda y cínica de Orson Welles subido
a la noria del Prater de Viena: “¿Víctimas? No seas melodramático. Mira ahí
abajo. ¿Sentirías compasión por alguno de esos puntitos negros si dejaran de
moverse? Si te ofreciera 20.000 $ por cada uno de esos puntitos que se parara,
¿me dirías que me guardara mi dinero? ¿O empezarías a calcular la cantidad de
puntitos que serías capaz de detener?”. Así que a un lado, para cierta derecha,
“les pone” la macroeconomía. Élites escandalosamente enriquecidas tirando de
una clase media adocenada y burguesa que no agitará nada que ponga en peligro
su bienestar para asegurar “la paz social”; y un sinfín de pobres hambrientos
“microeconómicos” acechantes a las migajas que caen de la mesa del rico Epulón
(fonéticamente tan inquietantemente similar al adjetivo opulento). Y ya está. Los
puntitos negros paralizados en su hambruna, en su miseria, en su desprecio, en
su ignorancia, en sus guetos de refugiados, en los sótanos del cuarto mundo de
las sociedades ricas. Pero es que en el otro lado, a cierta izquierda "le
mola” el pulso geopolítico. Todo vale con tal de tumbar el modelo del imperio
occidental en curso. Agotado, puede. Senil y degenerativo, tal vez. Criticable,
todo lo que se quiera. Pero no tienen ningún reparo en utilizar sus mismas vías
democráticas y libres para provecho propio y terminar por cegarlas en lugar de
ocuparse de su rehabilitación o reformulación, con el único fin de terminar
imponiendo “su nuevo orden mundial”. Así que una guerra no es igual a otra
guerra, ni una invasión tiene el mismo sentido que otra invasión. Pero como el
contraste delata la más lacerante de las hipocresías conviene tapar las
vergüenzas. Invadir Irak o Afganistán merece uno o dos millones de personas en
la calle y la más expresiva de las parafernalias. Invadir Ucrania es un no a la
guerra mucho más matizado, displicente y equidistante, de fríos análisis
impostados en “sensibles tertulias de salón”, porque pone contra las cuerdas al
modelo occidental, su OTAN y el gigante imperial americano. La misma razón por
la que los talibanes son convenientemente metabolizados y ya nadie se acuerda
de la mujer afgana; porque se trata de “buenos indígenas” que se levantan
contra el imperialismo y el colonialismo, mientras sus mujeres sojuzgadas,
incendiadas y ejecutadas, son olímpicamente ignoradas por el feminismo radical
de izquierdas (no vaya a ser que…). Puntitos negros. Interesa verlos así para
acomodar la procedencia de las víctimas a los diferentes argumentarios. Porque
no son los Derechos Humanos, rapto de lucidez de nuestro mundo en el siglo XX,
los que marcan esa Ética Universal trayecto final en la plenitud de la
Humanidad, de la que habla nuestro amigo Hernán. Sino el afán de imposición de
“mi” idea, “mi” verdad, “mi ambición”, “mi” riqueza”, “mi” poder. O la
eliminación de los contrarios. O el exterminio de los distintos. Ya lo escribió
Sartre: El infierno son los otros…
® José Luis Vilanova, médico, humanista
joseluisvilalon@gmail.com
Madrid, 2 de marzo de 2022
No hay comentarios:
Publicar un comentario